La Ciudad Autónoma aporta ideas para intentar rebajar la presión de los colapsos en la N-352, mientras que la Delegación del Gobierno, que es la competente, ni está ni se le espera
En Ceuta ya nadie discute que la gestión política de las colas o colapsos de tráfico en la N-352 como consecuencia de la presión que existe sobre la frontera por parte de los porteadores con automóvil es un verdadero desastre. Y además no se atisba en el horizonte ninguna acción política que permita ver, al menos, que por parte de las autoridades políticas se toman decisiones, aunque a veces se hagan a destiempo o incluso equivocadas. Pero, al menos se vería un interés por solucionar un conflicto que afecta, de una manera o de otra, a toda la ciudadanía ceutí.
Y el objetivo de este reportaje es diferenciar bien que las responsabilidades, por ser una carretera nacional, es de la Administración General del Estado. A partir de ahí pongan ustedes los apellidos que quieran desde la Delegación del Gobierno hacia abajo. Lo que sucede, en una ciudad como Ceuta, donde en muchas ocasiones, por la limitación del propio terreno y por la importancia que el ente autonómico tiene en todos los órdenes de la vida de esta tierra, las competencias de una y otra administración se entrecruzan y sino se entrecruzan, es normalmente la Ciudad la que sale en auxilio del Estado, resulta que son muchos los ciudadanos que miran hacia la Ciudad Autónoma en general y hacia la Consejería de Gobernación en particular para culpar igualmente de ese desastre que es la gestión de los colapsos de tráfico.
No hace muchas semanas, el consejero de Gobernación, Jacob Hachuel, respondía a preguntas de los medios de comunicación y decía que las instituciones debían estar preparadas para responder, de manera inmediata y con alternativas, a los pocos minutos de que se detecte un colapso de tráfico en las inmediaciones de la frontera.
Todos sabemos que se funcionaría mejor si existiera una mayor coordinación con las autoridades marroquíes y comunicaran, como sucedió el pasado martes, la decisión de cerrar la entrada a su país de los vehículos procedentes de Ceuta. Repito, sería lo ideal, pero ahí ya estamos hablando de asuntos que sobrepasan quizás a las mismas competencias o intentos por parte de la Delegación del Gobierno de las relaciones de buena vecindad y ya estaríamos hablando de cuestiones mayores. Pero partiendo ya de ese hándicap, al menos, que se intente mejorar el problema de puertas para adentro. Sabemos que por delante nos quedan unos años mientras se reforma la propia carretera nacional, se construya la nueva frontera o se convierte en frontera inteligente, pero, mientras, debemos seguir viviendo.
De la Delegación del Gobierno no hemos visto a lo largo de todos estos meses una sola idea que puesta encima de la mesa intente mitigar, por lo menos, esa mencionada presión. Nada más que se habla de las dificultades de encontrar soluciones a corto plazos y con esos argumentos se intenta convencer a todos los que se presentan a protestar, como en la jornada de ayer, los taxistas.
No soy experto en materia de controles de tráfico o de atascos, pero, al menos, he podido observar como en las últimas semanas, la Consejería de Gobernación ha transmitido a la Delegación del Gobierno, tal y como publicamos hace ya unos días en nuestro periódico, una solución que se podía analizar: la utilización de dos terrenos como el Jato, con una capacidad para 40 vehículos, o una parcela situada justo al lado de la subida del Hospital Universitario, que tendría para unos 150. El objetivo sería concentrar en ellas a los vehículos de los porteadores e ir dándoles salida a medida que lo permitiera la propia Asamblea. ¿Cómo se distingue un vehículo de un portador de quién no lo es? Son los agentes de la Guardia Civil quienes de verdad conocen a todos ellos, pero la excusa que, por lo visto, se da desde la Delegación es que no hay guardias civiles para la realización de estas operaciones.
Mientras tanto, siguen pasando los días, los colapsos se repiten cada cierto tiempo y no se toman soluciones por parte de quienes están obligados a ello. Los lamentos no son suficientes. La política es el arte de lo posible, no el arte de lo imposible.
La Ciudad Autónoma no es la competente, pero aporta ideas que al menos se deberían probar para ver si sirven o no, mientras que la Delegación del Gobierno que es la competente, ni está ni se la espera.