Septiembre de 2021. La Ciudad daba por hecho que antes de final de marzo de este año, Ceuta contaría con ocho bomberos más en su plantilla, después de que en agosto se abriera el plazo de convocatoria. Una plantilla mermada que necesita refuerzos urgentes y que saca adelante el trabajo como puede.
Pero la realidad es que los aspirantes a formar parte de la familia del Servicio de Extinción e Incendios de Ceuta avanzan marcados por la frustración de no contar con plazos acertados para conocer siquiera la fecha exacta de las pruebas, lo que psicológica y físicamente no deja de ser una tortura que cuenta con el beneplácito de la Administración, conocedora del incumplimiento continuado de los plazos e incapaz de sacar unas oposiciones que cumplan un calendario temporal rígido, como sucede en el acceso al Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil o las pruebas de bomberos que se realizan en cualquier otro punto de la Península.
Hoy por hoy, después de haber superado el reconocimiento y la prueba de orientación (conocido como callejero) que tuvo lugar en marzo, los aspirantes a una de esas 8 plazas desconocen las fechas de las pruebas físicas y teóricas. Mientras tanto, llevan meses formándose en perfeccionar los conocimientos teóricos de los que serán examinados y viéndose obligados a mantener unas condiciones físicas óptimas y permanentes para unas pruebas de extrema dureza. Un límite constante expuesto a posibles lesiones pero, sobre todo, a la incertidumbre psicológica de no saber a ciencia cierta cuándo serán los exámenes físicos.
"Desde la conclusión de un ejercicio a hacer otro hay un límite de 45 días naturales"
De acuerdo con las bases contempladas en la convocatoria recogida en su día en el BOCCE, “desde la total conclusión de un ejercicio o prueba hasta el comienzo del siguiente deberá transcurrir un mínimo de setenta y dos horas y máximo de cuarenta y cinco días naturales”. Se está al límite, pero desde la Ciudad se atribuye el retraso a la aplicación del acuerdo plenario para la realización de las pruebas antidoping de manera obligada en las oposiciones que organice la institución municipal, atendiendo a una propuesta que fue presentada por el PSOE.
Según explican a El Faro fuentes de la Ciudad Autónoma, ya se ha hecho el pliego de condiciones técnicas para contratar dicha prueba y se está finalizando el informe de necesidad. Recursos Humanos ha licitado un contrato y se ultiman los trámites para la adjudicación. Si todo va según lo previsto, las pruebas físicas se harían a mediados de mayo y el teórico a finales de ese mes. La administración puntualiza que ante situaciones sobrevenidas como ha sido la aprobación de esos controles antidoping, el plazo temporal recogido en las bases puede variar.
Pero todo esto no deja de ser un mero planteamiento, una nueva conjetura, porque quienes llevan preparándose más de un año para optar a una de estas ocho plazas se mueven entre el desconocimiento de no saber en qué momento se les convocará y el estar obligados a mantenerse a un nivel físico extremadamente duro y de manera constante. No solo esto tiene una repercusión física inmediata, que puede traducirse en lesiones y sobrecargas, sino también psicológica y estresante al estar siempre alerta para una convocatoria en la que la información escasea. Eso sin contar el gasto económico en bonos para piscina o gimnasio, por ejemplo.
Las pruebas físicas consisten en ocho ejercicios: ascender la torre de entrenamiento del Parque de Bomberos; subir la autoescalera, press de banca, trepa de cuerda, lanzamiento de balón medicinal (de cinco kilogramos los hombres y de tres las mujeres), natación (200 metros) y carrera de velocidad (50 metros lisos) y resistencia (1.500). No son prácticas sencillas, mucho menos cuando ni se informa con el tiempo suficiente para organizar la mejor de las preparaciones.
Hace un mes la Ciudad anunció que a las ocho plazas convocadas hace ya un año se sumarían 10 más entre este 2022 y 2023, con el objetivo de aumentar una plantilla que supera en poco los 80 efectivos y que trabaja al límite en una Ceuta particular, a la que a los incendios rutinarios que se dan en cualquier otro punto del país se suma la anómala situación local de enfrentarse, prácticamente a diario, a quemas provocadas de contenedores y vehículos. Algo que no pasa en ninguna otra ciudad de España, pero que aquí se ha asentado de una forma sangrante hasta el punto de absorber, en muchas ocasiones, la práctica totalidad de los recursos operativos con los que cuenta el SEIS.
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