Son casi las nueve de la noche. Gabriela, la veterinaria de la Protectora, se prepara para continuar su maratoniana jornada rodeada de animales, pinchando, cortando, cosiendo, recetando medicamentos y pasando consulta a las mascotas.
Pero ahora es el turno de los ‘sin techo’ del reino animal, de uno de esos 3.500 gatos callejeros que se estima hay en Ceuta. Va a realizar la vasectomía a un pequeño ejemplar de cuatro años de edad, en buen estado de salud. Sólo que no es propiedad de nadie, y a nadie le pasará la factura, que en algunas clínicas veterinarias de la ciudad puede ascender a trescientos euros. “Nosotros”, explica Juan Tuset, el presidente de la Protectora, “lo hacemos por unos 20 euros en los machos, y 33 euros en las hembras; a precio de coste”.
Él ha sido el encargado de traer el ejemplar que va a pasar por el quirófano en el que Gabriela, la veterinaria de la Protectora, y Vicky, su ‘pinche’, van a castrar a este macho. Ambas se ponen con cuidado la bata, la capucha para el pelo y los guantes, y comienzan. El gato ya tiene sedante, pero muestra, dentro de sus posibilidades, que no le gusta un pelo que le hayan sacado de la calle. Tanto que, cuando aún le están administrando antiinflamatorio y antibióticos, tras comprobar que no tiene fiebre, la veterinaria se topa con una desagradable sorpresa olfativa. “Las glándulas, qué cabrito”, exclama.
Aunque no está entre sus competencias atribuidas en el convenio firmado con la Ciudad, llevan desde hace varios años dedicándose a las esterilizaciones de estos animales. Reclaman que la propia Ciudad Autónoma debería hacerse cargo de estas campañas, que en otras ciudades ya han hecho seis o siete, y dan buenos resultados. Que mejor forma que cualquier otra para controlar la población animal.
“Sólo lo hacemos para gatos callejeros, la gente tiene mucho morro”, advierte Gabriela. Normal, aunque tiene un contrato con la Protectora, para nada cubren estas actuaciones, que hace “de manera voluntaria”, según apunta Tuset.
Este gato que ya duerme por la anestesia cumple todos los requisitos, incluido el de ser el ‘macho alfa’. “La vasectomía se aplica a los machos alfa, a los fuertes, a los jefazos de la colonia con el fin de que no permitan la entrada a otros machos y monten a las hembras sin dejarlas embarazadas”. Además, el macho vasectomizado podrá seguir montando a la gata... aunque no la dejará embarazada. Por supuesto, puede llegar el momento en el que el macho sea desposeído de su título, motivo por el cual resulta más efectivo esterilizar hembras. Y más caro. A la Protectora, unos 35 euros. Pero porque no pagan la mano de obra que supondrían cinco días de recuperación en casa de un voluntario. Aun así, también practican la operación a las gatas, aproximadamente uno de cada seis ejemplares que pasan por el quirófano.
El proceso es sencillo, se quita la grasa de los testículos, en este caso particular muy abundante, y con un bisturí se corta el cremaster, el conducto que lleva los espermatozoides al ‘conducto de salida’. Exactamente como en los humanos. Después, se cose, cambian los guantes para mantener la higiene, y repiten la operación con el otro testículo.
En dos horas el gato estará bien, pero en la protectora esperan toda la noche, por seguridad, y luego lo sueltan. Esa noche permanece en una jaula de las habitaciones donde hay unos 190 gatos, estos castrados. Los cachorros tendrán fácil salida de adopción, pero los adultos no. “Y si no adoptan, no podemos traer más gatos, ya que la Ciudad nos da para alimentar 150, y conseguimos que sean casi 200”, puntualiza Tuset.