No sé si podremos quitarnos la caspa del virus. Es probable que sí. De mayores hemos salido. Y por supuesto salieron ellos…los de la gripe española. Lo que no sabemos es quiénes saldremos. Para mí, la cuestión esencial.
La hipocresía es tan reina y el egoísmo tan presencial que escuchar en el supermercado -cuando esperas tu turno- que” lo de los chicos en verano ha sido culpa de los padres que dejaban a los suyos salir porque los míos querían lo mismo y cómo iba a prohibírselo” es la ecuación perfecta para los rebrotes y la que nos está cayendo. A todos. No solo al que se quejaba con el amigo de la situación actual, sino también ese que decía que sus hijos tenían el mismo derecho a salir que los de los demás.
No soy capaz de componer frases elaboradas para explicarles cuánto coraje y ansiedad me produce tener que desvelarme porque creo que puede entrar el virus en el geriátrico de mi madre y llevársela en dos soplidos o afectarle a mi padre que suma 86, o llevarse a uno de mis hijos que le retan en duelo sanitario, o a mí que me incrusto la mascarilla como si no hubiera mañana. Porque estamos amenazados de muerte, solo que algunos idiotas- perdónenme que no sea más educada para llamarles inconscientes-están jugando al juego de la oca con el covid y nuestras vidas. Los de los bautizos, los de las fiestas, los de las reuniones, los que dejan salir a sus menores para que no se priven de vida social y los muchos- muchísimos, me temo- que te llaman de casualidad para decirte que son contacto directo de un positivo, pero que no saben cómo ha pasado.
El virus pasará. No tengo la menor duda. Como Trump, como Biden, como Sánchez y Abascal. Pasaran los meses, los años, las estaciones, la sequía, las inundaciones, el pagar por todo, el cierre de los bares, el reinventarse, la jodida manía de que todo es cambio y tenemos que adaptarnos. Pasará todo, sólo que los que mueran en esta pandemia no tendrán una segunda oportunidad y para los que sobrevivan no sabremos (hasta que no se pueda hacer nada) las consecuencias físicas y psicológicas que padecerán. Ahora todo es inmediatez, conseguir pequeñísimos logros, que con un “me gusta “ satisfaga ese ego de espermatozoide triunfador en una vagina donde nunca pasaba nada. Porque la oscuridad de una vagina no lleva la cielo de la vida sino al origen de un idiota. Darwin creía en la evolución del mejor, yo en la disvolución del más idiota que nos lleva a todos a la ruina.
El que aprieta el botón rojo, elegido por miles de personas que solo saben gritar o que están atemorizadas llorando cuando lo ven, porque creen firmemente que si no lo hacen los va a fusilar. El idiota que nos contagia por no haber tenido cuidado, pero que sobrevive hasta que cae por su propia estupidez por una u otra causa. El que bebe al volante o toma drogas conduciendo, el que te insulta cuando tiene que entregarte un paquete. El que no llega puntual a un trabajo porque le da exactamente igual.
Sobreviviremos a éste y otros virus, a no ser que tropecemos con uno de ellos. Y eso, se lo aseguro, no es obra más que de la casualidad porque la disvolución está muy acelerada.
Me duelen los ovarios de escuchar que tenemos que reinventarnos, que hay que trabajar virtualmente, sacrificarse y quizás prepararnos mentalmente para otro confinamiento para luego ver que hay gente que el salir, el hacer la comunión o la boda, el festejar un cumpleaños o una quedada universitaria no le parecen tan graves en una pandemia porque se niegan a ver como suyos a las miles de personas que han muerto, mueren y morirán a causa de cada una de sus deslealtades, egoísmos e hipocresías. Sobreviviremos y nos lo tomaremos a chacota. ¿Qué digo?…nos lo tomamos a chacota ya , porque si no fuera así no tendrían los Gobiernos que darnos paradas virtuales y físicas limitando nuestra libertad para no contagiarnos y contagiar.