La que está llamada a convertirse en la nueva joya del patrimonio histórico y cultural de Ceuta durmió durante un puñado de siglos sepultada bajo toneladas de tierra.
Oculta, casi sumergida bajo el nivel del suelo y sin testimonio alguno que hiciera sospechar de su existencia, su hallazgo fortuito en 2002 engrasó una auténtica maquinaria de excavaciones, estudios y proyectos de recuperación que doce años más tarde ha sacado a la luz la imponente silueta de la Puerta Califal, la que allá por el Siglo X fuera paso obligado de entrada para todo aquel que optara por aventurarse entre las callejuelas de la medina de Ceuta.
Dieciséis meses después de arrancar la última fase de los trabajos, el arco de herradura que ocultaban las entrañas de las Murallas Reales y el Parador La Muralla luce desde hace unas semanas ya libre de andamios y dispuesto a dejarse contemplar por los visitantes que por allí desfilen cuando la Consejería de Educación y Cultura dé el visto bueno al proyecto de musealización, el último fleco pendiente junto al acceso proyectado desde el Baluarte de los Mallorquines. Atrás queda un carrusel de trabajos previos repartidos a lo largo de varias fases (2003, 2005, 2008, 2009...) y una última inversión de 1,6 millones de euros asumida en un 75 por ciento por la Administración central, con cargo al programa 1 por ciento Cultural, y en el 25 por ciento restante por la Ciudad.
Tanto esfuerzo ha dado sus frutos. El primero, situar a Ceuta a la vanguardia de España en protección y recuperación de su legado histórico, con una acumulación de vestigios por kilómetro cuadrado que es herencia directa del paso de civilizaciones por el que fue enclave estratégico de primer orden. El segundo, quizás el más importante, es que la ciudad atesora ahora un espacio único en el que en apenas 100 metros cuadrados, quizás el tamaño de una vivienda de superficie media, luce una auténtica enciclopedia de historia en piedra. “Puede que sea un caso excepcional. No creemos que haya muchos lugares en el mundo en los que en tan poco terreno se solapen 2.000 años de historia”, insisten desde el departamento de Arqueología de la Ciudad.
No es una frase gratuita. Lo que en 2002 descubrió, casi por casualidad, el grupo de especialistas que participaba en un foro sobre fortificaciones era un arco califal del Siglo X que había sido sepultado en el Siglo XVI para construir la nueva muralla portuguesa. El Renacimiento, esos mismos tiempos en los que Miguel Ángel daba pinceladas a la Capilla Sixtina, estaba a punto de esconder hasta nuestro días, por puro afán militar y defensivo, una construcción erigida seis siglos atrás, en tiempos en los que la dinastía Omeya emanaba su poder desde Damasco. Pero ésta, a su vez, se había levantado a escasos metros de los restos de hornos y de lo que podría ser una fábrica de salazones romanos del Siglo I, y de lienzos de otra muralla bizantina... Unos sobre otros, los capítulos de la historia de Ceuta se solapan alrededor de la Puerta Califal.
La nueva escalera, ya instalada, que conduce al arco de herradura se levanta sobre lo que en su día fueron toneladas de tierra. Los portugueses la depositaron entre la puerta y el muro árabe y su nueva muralla para que soportara mejor el efecto de la artillería enemiga. En ese punto, a su izquierda, al visitante le esperan los sillares originales de época califal, con su tradicional disposición alterna, a soga y tizón, que evidencia la más pura tradición omeya. La piedra descarnada y arrancada de la estructura árabe no es casualidad: los portugueses, en su afán por rentabilizarlo todo, la aprovecharon para la obra defensiva que estaban levantando. Esa roca conchífera, salpicada de elementos marinos, está en fase de estudio por su parentesco con yacimientos gaditanos como el de Bolonia. También aparece la policromía original del arco que debía conferirle en su tiempo un vivo colorido, de la que se conserva una mínima muestra y que la emparenta con la Puerta de San Esteban de la Mezquita de Córdoba. Y atravesado el arco, un espacio de tres puertas, tres bóvedas, dos torres y lienzos de murallas. Justo el espacio donde, tras excavaciones de hasta 8 metros de profundidad, la Ceuta milenaria arroja sus miles de restos romanos de época flavia, los bizantinos, los califales y portugueses. Sellos de alfareros, cerámicas, utensilios, conchas... También vestigios prehistóricos, que hacen presagiar que el hombre que comenzaba a habitar allí la ciudad hace unos 170.000 años era coetáneo del que se dejaba ver por la Cueva y el Abrigo de Benzú.
Una cañería romana que facilitaba la limpieza del pescado, huesos de era prehistórica, una torre almohade, vestigios de tiempos en los que Bizancio hizo de Ceuta una plaza fuerte y construcciones defensivas del Siglo XVI, tiempos en los que la artillería comenzaba a demostrar que la hegemonía en el campo de batalla iba a ser suya. Todo eso, y más, alberga el espacio reducido, y subterráneo, que circunda la Puerta Califal. Hasta 2002, el recinto permanecía ahogado por toneladas de tierra a un lado y, del otro, un pequeño muro lo separaba de un almacén del Parador Nacional La Muralla, que usaba la habitación para almacenar hamacas, mesas y sombrillas de la piscina. La que fuera puerta principal de Ceuta, con todos sus secretos, acaba de superar ese olvido y desde hace unas semanas luce con el mismo esplendor de hace once siglos. Antes de final de año, con paneles explicativos, audiovisuales y personal formado, abrirá sus puertas y se convertirá en referente del patrimonio local. Siglos solapados y rescatados del olvido y del subsuelo.
Entre el éxito de visitas y la futura pasarela
Aunque aún no ha abierto las puertas al público para mostrar sus tesoros, la Puerta Califal se anotado durante los últimos meses su primer éxito al despertar una expectación que incluso sorprendió a los responsables de Servicios Turísticos, el organismo encargado de organizar las visitas durante el último tramo de las obras. Los grupos pudieron pisar el yacimiento entre abril de 2013 y febrero de este año. En total, más de 700 visitantes y, como certifican desde la Consejería, “una larga lista de espera que no pudimos atender porque el espacio estaba limitado a unas diez personas por semana, aunque en algunos casos se atendió la petición y se abrió a un número mayor”. El proyecto de musealización (con la instalación de paneles, vestigios y audiovisuales) y la pasarela que según anunció la consejera Mabel Deu arrancará desde el Baluarte de los Mallorquines, certificarán el final de los trabajos y la apertura definitiva del recinto hasta sumarse a la oferta cultural de Ceuta.
En detalle
Rica policromía
La Puerta Califal aún conserva parte de la policromía original (sobre estas líneas), con su decoración ajedrezada. Las obras de recuperación han incluido una simulación de los vivos colores que debieron de dar realce al que era el principal punto de entrada a la medina de Ceuta en la época.
Arco de herradura
El arco de herradura (en la imagen, visto desde el suelo), la gran aportación de la arquitectura árabe, es la referencia de la obra. Con unos cuatro metros de alto y enmarcado en el clásico alfiz, ofrece al visitante una imponente visión. La estructura sobresale hacia el exterior para que fuera apreciada desde la bajada que hoy ocupa la escalera que da acceso al espacio.
Sillares ‘reciclados’
Los sillares derruidos por los que han preguntado muchos de los visitantes no son casualidad. Los portugueses, seis siglos después, arrancaron parte de la piedra para usarla en su muralla en su afán por aprovechar al máximo los recursos.
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