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Así apagaron los bomberos el “horno” del edificio de colores

Los más de 50 bomberos que participaron en las horas más críticas del incendio del edificio de colores de Ceuta, las que pasaron desde que comenzó a las tres de la tarde del viernes hasta que se dio por controlado durante la madrugada del sábado, comparan la experiencia con el golpe de calor que sale del horno cuando la pizza está lista. Multiplicada por diez y con la obligación de entrar. “Ha sido”, recuerda el cabo Miguel Ángel Muro, “uno de los más grandes y peligrosos que hemos enfrentado porque hemos tenido que evacuar todo el edificio... Al principio aguantamos por si podíamos controlarlo, pero empezó a descomponerse el hormigón al superar los 700 grados, había riesgo de colapso, y se dio la orden de evacuar y empezamos a sacar personas y animales, algunas por la azotea y otras con las capuchas de rescate”. Aunque el fuego se dio por extinguido la noche del lunes, este martes todavía han tenido que acudir a sofocar brasas, pero los componentes del SEIS van pudiendo completar en el Parque sus distintas visiones sobre el trabajo realizado, algunas de satisfacción y otras de alivio. Salvador Díaz, bombero, valora que “el Parque de Ceuta es impresionante”. “Con doce personas de una guardia era insuficiente para este tipo de servicios, pero el compromiso de los compañeros... Todos se fueron incorporando, incluso estando de vacaciones en Málaga o El Puerto de Santa María, y es algo que alabar”. Muro apunta que “tuvimos mucha suerte de que no hubiera víctimas porque si en vez de cogernos a las tres de la tarde nos pilla a las 10 u 11 de la noche, con la gente descansando en sus casas, posiblemente alguna hubiera caído...”. El cabo recuerda que la llamada de alerta del 112 se recibió alrededor de las 3 de la tarde y que las primeras dotaciones movilizadas se dieron cuenta casi de inmediato de que, por la variedad de materiales acumulados en el almacén y su ubicación en una entreplanta, la actuación sería extremadamente difícil. “Era”, recuerda la primera impresión, “un almacén muy lleno de utensilios de una tienda de muebles: colchones, lavadoras, muebles, patinetes... Montones de cosas diferentes y todas combustibles. Tuvieron mucha dificultad en encontrar el foco inicial porque al fondo había unas escaleritas que había que subir y cuando todo está lleno de humo no ves nada... En las cámaras térmicas se veía todo caliente y es complicado elegir cuándo echar agua o cuándo romper una luna y permitir que entre oxígeno para evitar deflagraciones”.

“Una yincana”

Salvador Díaz formó parte del primer equipo de bomberos que llegó al número 36 de la calle Real y de los primeros que se internó en el bloque. “Con tantos materiales y tan diferentes se convierte en una yincana: te vas enganchando, avanzas un metro y retrocedes dos por el vapor que se genera, no puedes permanecer más de un minuto o dos trabajando en entornos a 900 o mil grados...”, explica. El colmo fue la existencia de patinetes eléctricos con baterías de litio, otro desafío de la evolución tecnológica también para los bomberos, que cada vez se forman más en cómo acometer el incendio de ese tipo de vehículos. “Lo fácil es echar agua y lo difícil saber cuándo y cómo debes hacerlo, más ante baterías de litio, que al romper sueltan un dardo de mil grados... El agua que requieren para extinguirlo es increíble porque los apagas y a la media hora vuelven a regenerarse las llamas”, precisa. Unos 150.000 litros calculan los bomberos que utilizaron en el edificio de colores, donde el sargento de guardia en la intervención, Juan Carlos Alguacil ubica el momento de mayor tensión a media tarde. “El momento más complicado fue cuando empezamos a ver las primeras lecturas de cámara térmica con más de 800 grados... Comprendimos que estábamos ante una auténtico horno en un espacio confinado y que había que bajar temperatura como fuese”, rememora. También se decretó la evacuación. “Los vecinos se portaron muy bien, pero con el paso de las horas comenzó el nerviosismo”, repasa el bombero Jaime Díaz, que estuvo en los equipos de extinción y rescate durante las primeras horas. “El Parque Móvil ayudó, la Cofradía de Pescadores con hielo... Empezamos a sacarlos controladamente, a constatar si las casas estaban vacías o había pasado algo en su interior para romper o no puertas a través de comprobaciones con vecinos y familiares”, hilvana. Hubo que echar las de tres pisos abajo para asegurarse. Contundencia y humanidad: “Yo saqué a una pareja de personas mayores... Llegamos, llamamos a los familiares desde arriba para reducir ese momento de nerviosismo e historia, les pusimos las capuchas y fuimos sacando controladamente todo el edificio. Se sacaron todos los animales que pudimos y atendimos a los que se quedaron”, completa. La fortuna se alineó con el dispositivo cuando se desplomó una de las paredes que separa el edificio de colores del 'Granada II', ubicado encima, y los bomberos pudieron atacar de manera directa por fin la zona cero de las llamas.

Cerrar las puertas al fuego, consejo básico

Entre las lecciones del siniestro queda la constatación de que, aunque siempre mejorables, los recursos y la formación del SEIS de Ceuta están entre los mejores de España. Según Muro, “podemos darnos con un canto en los dientes con los recursos disponibles porque estamos aislados y debemos tener de todo un poco: cámaras térmicas, lanzas de uno u otro tipo... Siempre se necesitan camiones nuevos o cubas nuevas, pero hoy por hoy estamos a la cabeza del país para responder a cualquier siniestro”. Para la ciudadanía, otra enseñanza, la que se traslada a los niños en los colegios en las charlas: ante un incendio, calma primero y cerrar puertas al humo y las llamas después. “La primera reacción debe ser la tranquilidad porque no tiene por qué arder todo el edificio... Se coloca una toalla mojada en la parte baja de la puerta para que no entre el humo y a esperar. Si es algo grave”, resume Muro, “ya nos encargaremos nosotros de ir a tu casa y ponerte una máscara de rescate que tenemos si hiciera falta evacuar, que normalmente no hace falta porque esto no es Madrid y en 2 o 3 minutos estamos en el sitio”. El cabo advierte de que “es contraproducente llamar a la gente y pedir que bajen porque hay fuego, ya que al final se hace aturullado y puede haber alguna víctima. El consejo es básico: si las llamas están en la cocina, cierra la puerta y ve a tu habitación y cierra la puerta y asómate a la ventana si por ella no entra humo. Y esperar a que lleguen los bomberos”.

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