Colaboraciones

El asedio a Ceuta de Muley Ismail

El antiguo rey de Marruecos, Muley Ismail, reinó su país a partir de 1672 hasta 1727. Debió ser un sujeto de mucho cuidado. Llegó a exhibir en la ciudad de Fez hasta 400 cabezas cortadas a jefes que se le oponían. Amenazó con decapitar a todos los jefes de cabila que retrocediera o cediera terreno. Mató en el campo de batalla más 30.000 combatientes y 36.000 esclavos con los que había construido su propio palacio. Torturaba a las mujeres cortándoles los pechos y arrancándoles los dientes.
Creó un potente ejército de 150.000 soldados, empleando 40.000 en el cerco a Ceuta, de los que 16.000 eran tropas de élite, entre mercenarios europeos y la Guardia Negra del propio rey alauí; habiendo sufrido 8.000 bajas, más unos 500 cadáveres recogidos en el campo de batalla. Por parte española se emplearon en romper el cerco 23.000 infantes y 3.000 a caballo, habiendo sufrido 108 muertos y 268 heridos. Pero Ceuta sigue siendo española.
Según Dominique Busnot, religioso y diplomático de su tiempo, Muley Ismail tuvo 888 hijos de cuatro esposas y 500 concubinas de su extenso harén, aunque al final de su vida reproductiva llegó a tener1.171 hijos biológicos. Batió todos los récords Guinness de hijos. Supongo que el Día del Padre, sería el que más felicitaciones recibiera de tan prolífica prole. Con tantos churumbeles, habría podido crear toda una industria tahonera que abasteciera de pan a medio Marruecos si, como se suele decir, cada hijo viene a la vida con “un pan bajo el brazo”.
A todo súbdito que se atreviera a mirar a alguna de sus despampanantes mujeres, los ejecutaba en el acto, aunque la mirada a las féminas no se hiciera con intenciones lascivas. Igual hacía a todo hombre que se atreviera a mirarle a él a los ojos, dado el origen divino que él mismo se atribuía, como supuesto descendiente de Mahoma. No permitía que el pueblo le mirara, invocando su sagrada divinidad. Reinó durante 55 años, siendo el monarca alauita que más durara en el pode, tras haberse quitado del medio por métodos expeditivos las familias de otras dinastías.
Fue el monarca marroquí que más combatió con las armas contra todo cristiano que se cruzara en su camino. Y también el que más tiempo mantuvo cruelmente sitiada a Ceuta. Hasta 33 años seguidos de sitio, con tal de expulsar a España y los españoles de tan preciosa ciudad. Lo hacía como causa general contra el cristianismo y contra los extranjeros. Tuvo finalmente que desistir ante la imposibilidad de hacerlo.
Aunque sí logró victorias parciales, como arrojar a los ingleses de Tánger, a los franceses de Larache, Arcila, Rabat y Salé y a los españoles de La Mamora, Garbe y Alhucemas. En 1678 Muley Ismail también atacó y sitió Melilla durante varias décadas, con idéntico propósito; pero, igualmente obtuvo el mismo resultado negativo.
Su mayor compromiso y solemne promesa, los adquirió cuando se propuso arrojar a España de Ceuta, porque decía que la ciudad “no pertenecía ni a España ni a Marruecos, sino que era sólo de Dios, que se la daría a quien la ganara con las armas”, convencido como estaba de que sería para él. Pero el pueblo de Ceuta entero siempre luchó a muerte para no caer bajo dominio marroquí; hasta las mujeres y niños batallaron por ella alguna vez para mantener su españolidad.
Muley Ismail, tenía por enfermiza obsesión imponer largos sitios a las ciudades que se propuso conquistar. Era su típica estrategia principal de guerra, sitiar por la fuerza toda ciudad marroquí que estuviera ocupada por tropas enemigas, ya fueran hispanas, británicas o francesas. Intentó a toda costa recuperar Ceuta de los españoles, en lo que puso todo su empeño y artes de guerra; pero nunca llegaría a conseguirlo, siempre fracasó estrepitosamente.
Era un personaje muy cruel e inhumano. A todos los presos o cautivos que cayeran en sus manos, los encerraba en inexpugnables mazmorras marroquíes, torturándoles, dándoles malos tratos, haciéndoles pasar mucha hambre hasta tenerlos esqueléticos, encerrados en campos de concentración y en centros de trabajos forzados, hasta la extenuación.
A Ceuta la sitió durante 33 años continuos, desde 1694 hasta 1727, librando una cruel guerra contra España de incesantes y terribles combates. Prometió recuperarla, le costara lo que le costara. Y. efectivamente, en ello se jugó su reinado, combatiendo a muerte a las tropas españolas en el frente de batalla, para lo cual estableció tan largo asedio a los ceutíes y, aunque de ninguna forma conseguiría lograr su objetivo, su artillería provocaría grandes destrozos a Ceuta y los ceutíes, llegando casi a reducirla a escombros en la parte del istmo.
Obligó a muchos de sus habitantes a trasladarse al arrabal de la Almina para ponerse fuera de su alcance. Además, aquel enfrentamiento provocó elevadísimo número de pérdidas humanas por ambas partes. Fue el monarca más devastador contra todo lo español de cuantos pretendieron conquistarla, en buena parte porque los avances de la guerra y la mayor potencia de las armas de aquella época habían aumentado considerablemente el poder de destrucción de los ejércitos. Pero la capacidad defensiva de Ceuta mejoró sobremanera durante aquel episodio, porque se modernizó su sistema de fortificaciones, para lo cual se construyeron nuevas cortinas de muralla, baluartes, revellines y reductos coronados por baterías de cañones y morteros, fosos, retiradas, puertas, rastrillos y puentes levadizos, cubiertos todos ellos por una poderosa estacada flanqueada por ángulos y revellines que cerraba el istmo que separa la ciudad del continente, donde se producían los principales combates. También se excavaron galerías, minas y fortificaciones subterráneas y se levantaron fortines, lunetas, contraguardias y cuarteles y almacenes a prueba de bombas.
Desde los primeros momentos, los marroquíes se instalaron en las alturas que dominan el extremo del istmo, donde levantaron un sistema de fortificaciones ⎯que se denominarían ataques⎯, en el que emplazaron cañones y morteros. A diferencia de anteriores tentativas de asalto, aquellas operaciones se desarrollaron organizadamente, construyéndose trincheras, minas y una línea que discurría de mar a mar en la zona del istmo, por lo cual es muy posible que hubieran estado dirigidas por renegados o por mercenarios europeos al servicio de Muley Ismail.
La poliorcética subterránea (arte de atacar y defender las plazas fuertes) desempeñó un papel de primer orden en la defensa de Ceuta durante aquel asedio, pues desde el comienzo de las operaciones se desarrolló un sistema defensivo bajo tierra que se había comenzado a proyectar en 1691, de forma que, en 1696, el campo exterior estaba horadado con minas y contraminas.
Las minas eran galerías en cuyos extremos se excavaban unas cámaras que tenían forma de cubo, dado o esfera que se denominaban hornillos, en las cuales se depositaba una cantidad de pólvora que se haría estallar bajo el enemigo; mientras que las contraminas eran galerías que se excavaban para protegerse de las minas enemigas, para lo cual se apostaban en ellas escuchas que tenían la misión de detectar los sonidos que produjeran los minadores marroquíes durante sus excavaciones para dar la alarma y poder neutralizarlos.
Además, de las galerías principales partían nuevos ramales que formaban un complejo entramado subterráneo. El primer proyecto de contramina que se conoce en Ceuta figura en los planos de las fortificaciones que propusieron realizar el maestro mayor, arquitecto de la catedral y maestro minador Juan de Ochoa y el ingeniero milanés y catedrático de matemáticas Julio Banfi el 27 de abril de 1691, quienes plantearon construir una contramina que discurriera por debajo el camino cubierto para evitar que los minadores marroquíes pudieran llegar a la contraescarpa del foso.
En septiembre de aquel mismo año, el capitán general de Artillería, Juan de la Carrera, solicitó al prestigioso ingeniero milanés Hércules Torelli que realizara un informe sobre las fortificaciones exteriores de Ceuta y estudiara la forma de construir un pasaje bajo el camino cubierto del que salieran algunos ramales en los que se dispondrían hornillos. En febrero de 1693, poco antes de que hubiera comenzado el asedio, el ingeniero Antonio Osorio propuso construir tres galerías de 50 o 60 pies de largo que partieran del foso inundado de las murallas Reales, desde las cuales se podría detectar con facilidad la construcción de minas enemigas.
Por último, a finales de noviembre de 1694, poco más de un mes después de que hubiera comenzado el asedio, Carlos II ordenó al superintendente y administrador general de la Real Fábrica y Minas de Azogue de Almadén que enviaran a Ceuta diez o doce mineros, remitiendo la misma orden a los administradores de las minas de Linares y Guadalcanal para que mandaran a su vez 25 o 30 mineros o poceros que se hicieran cargo de excavar minas y contraminas mientras durara aquel sitio.
Con aquellos obreros especializados, dirigidos en los primeros momentos por los maestros de obras Diego Peralta y Juan de Ochoa, el general de batalla e ingeniero Lorenzo de Ripalda inició la construcción de un sistema de minas y contraminas que pronto se extendería bajo los parajes del campo exterior y tendría gran importancia en la defensa de la plaza. Ese fue un gran servicio que prestaron a Ceuta y España, en concreto, los primeros y afamados Ingenieros militares de nuestro Ejército, hasta el punto de que de su ingente obra dependió que los marroquíes no tomaran Ceuta, a pesar de que estuvieron a punto de conseguirlo.
Las operaciones bajo tierra se cobraron numerosas bajas en ambos bandos en el transcurso de aquel conflicto, pues el ejército de Muley Ismael había adquirido experiencia en la guerra subterránea durante el asedio de Tánger, donde había aprendido a utilizar carros de aproches, minas, petardos y granadas de mano, por lo cual los defensores tendrían que hacer frente a un peligroso rival. Aun así, los trabajos de construcción del sistema de defensa subterráneo avanzaron a buen ritmo, de manera que en 1696 las minas circundaban por completo el campo exterior desde el bonete de Santa Ana hasta el baluarte de San Pedro, discurriendo por una orografía con abundantes subidas y bajadas.
La altura de aquellas galerías oscilaba por lo general entre los cuatro y los cinco pies, siendo su anchura de tres pies y medio o cuatro, lo que era suficiente para que pudieran pasar por ellas los barriles de pólvora. Por otra parte, las maderas que se empleaban para revestir y apuntalar las galerías se preparaban previamente en el cuartel de Artillería para que los minadores tan solo tuvieran que instalarlas, evitándose con ello ruidos innecesarios que pudieran poner sobre aviso a los sitiadores, mientras que el tamaño de los hornillos estaba en función de la pólvora que se fuera a utilizar, siendo la cantidad más frecuente 400 libras.
En caso de que manara agua durante la excavación, ésta se canalizaba hacia la boca de la galería, aunque en ocasiones se perforaban agujeros cada cierto trecho para recogerla o se evacuaba utilizando bombas o pozos, desde los cuales se extraía a la superficie. A finales de 1698, se formó una compañía de minadores cuya dotación estaba formada por 70 hombres y 15 capataces de minas. A pesar de que la construcción de las defensas subterráneas experimentó un nuevo avance a partir de 1709, éstas no siempre fueron suficientes para frenar los ataques marroquíes, que disponían de sendas minas en la zona de la Rocha y en el flanco occidental del reducto de Alcántara.
Por su parte, Ceuta contaba con un importante sistema subterráneo, puesto que el frente de la zona del istmo albergaba una compleja trama de minas en las que existían 22 hornillos en 1723. Algunos años después, en septiembre de 1736, se comenzó a construir una galería principal de bóveda de ladrillo de la que partirían ramales que comunicarían todas las fortificaciones de superficie entre sí, disponiéndose además de tres contraminas ⎯en el baluarte de Santa Ana y las contraguardias de Francisco Javier y de Santiago⎯ unidas entre ellas, con la galería magistral y con el complejo laberinto de túneles que se había construido en aquel entonces.
Durante aquel largo asedio ambos bandos efectuaron numerosas acciones militares, produciéndose uno de sus momentos cruciales el 30 de junio de 1695, cuando los marroquíes consiguieron sorprender a los centinelas de los puestos avanzados aprovechando la tranquilidad de un mediodía caluroso cubierto de niebla y tomaron la plaza de armas después de haberse aproximado ocultándose en la bruma para seguidamente apoderarse de los rastrillos, e incluso estuvieron a punto de cruzar las puertas principales de la ciudad, cuyos defensores lograron cerrar a tiempo.
Pero, como siempre, la guarnición consiguió rechazarlos después de librar durísimos combates, aunque sufrió tantas bajas que sería necesario enviar desde Cádiz cuatro tercios de la Armada como refuerzo. Fue un momento crítico para Ceuta en que se temió incluso que hubiera podido caer en manos de los sarracenos. A partir de entonces, el cambio de guardia se realizaría a las doce de la mañana para prevenir hechos similares.

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