La celebración, mañana, del día mundial del refugiado, cobra mayor significado si cabe en Ceuta. Una ciudad que se encarga de recibir a decenas de sin papeles que huyen por distintas causas de sus países de origen arrastrando historias. Y entre esas historias arrastran también una cultura distinta a la nuestra.
Detrás de esos números que forman parte de las crónicas diarias de la inmigración hay personas con nombre y apellido: hombres, mujeres y niños que tienen en común un mismo sueño. Mientras intentan alcanzarlo pasan los días en el CETI, que se ha convertido en un auténtico conglomerado de costumbres, de ideas y de artesanía.
Mañana, con motivo de los actos organizados por el día del refugiado, esa artesanía saldrá de los muros del campamento, burlará las cámaras y las concertinas de seguridad colocadas para impermeabilizar un centro que ha atravesado periodos convulsos, y copará la plaza de los Reyes.
Desde las doce del mediodía hasta las nueve de la noche, la plaza se transformará en un escenario de productos y actividades ‘made in CETI’. Danza, baile, música (con presentación incluida de nuevos repertorios), talleres de henna, coro de voces y hasta realización de esponjas y pulseras artesanas conforman uno de los atractivos más emotivos de la jornada. En el CETI son muchas las horas y demasiado el tiempo, y los inmigrantes se ven en la necesidad de expresar su cultura para, de paso, ganarse un dinerillo para los gastos personales que no se contemplan en la manutención y servicio diario que se les ofrece en el centro del Jaral.
Sher Khan Khan, el sastre, Ousmane Faye y Landiny Sarr, ‘fabricantes’ de esponjas o Halima Khadraoui, una auténtica artista de la henna, serán algunos de los protagonistas con nombre y apellido que se encargarán de mostrar a los ceutíes quiénes son, qué hacen y cuál es su historia. Una forma ésta de visibilizar la inmigración que constituye ya una de las culturas de Ceuta. El CETI ha dado el primer paso por sacar a la calle lo que tiene dentro, ahora toca que el ciudadano dé el suyo, haciendo un esfuerzo por conocer que en el fenómeno migratorio además de conceptos como la presión o la clandestinidad existen otros como el esfuerzo por conseguir una integración tras dejar atrás unas historias que tuvieron su origen para, después, escupir un punto y final inesperado para quienes son, sin duda, sus víctimas.
Sher Khan Kahn, el sastre del CETI, capaz de hacerte un remiendo en tiempo récord
ESCAPADA DE AFGANISTÁN.
A sus 40 años, Sher Khan Khan espera terminar en la península una vida azarosa que le llevó a escapar de Afganistán por los problemas surgidos don las guerrillas y los talibanes. Lleva ya diez meses en el CETI, en donde pronto supieron que era un auténtico manitas en eso del empleo de la aguja y el hilo. Es el sastre del campamento, capaz de hacerte un remiendo con su máquina de coser que le cedieron para sacar de más de un apuro a los compañeros. En su país era carnicero pero también hacía sus apaños en este oficio. Arrastra una minusvalía en una de sus piernas debido a una enfermedad. Sher Khan no olvida los conflictos que le llevaron a abandonar su país, en donde dejó a dos hermanas. Su conocimiento del español va mejorando con los meses en ese camino hacia la integración en el que participan los inmigrantes acogidos en el CETI. Mañana Sher Khan mostrará a los ciudadanos lo que hace, cuál es su profesión y cómo así es capaz de sacar de más de un apuro a los compañeros que acuden a su habitación para pedirle el pespunte oportuno.
Halima aprendió la técnica de la henna en Argelia. Lleva dos meses en el CETI junto a su marido y mañana la mostrará
Halima Khadraoui sacará mañana su taller de henna a la calle. Lo hará junto a otra argelina del CETI, Khedidja Kadak, mostrando al público cómo hacen paso a paso la henna. Es una técnica que Halima aprendió en Argelia, en donde trabajaba de ama de casa. Ahora en el campamento del Jaral, en donde lleva dos meses con su marido, pone en práctica este auténtico arte a quienes le reclaman. En el CETI son muchas las mujeres que hacen este tipo de tintes que forman parte de la cultura árabe. Tradicionalmente la henna se ha utilizado para adornar el cuerpo de las mujeres antes de determinadas celebraciones. Halima guarda en su habitación del campamento todo el material y hasta dispone de diseños con motivos diferentes según el dibujo que se le pida. Esta argelina también se decora sus propias manos, que todavía conservan parte del dibujo con el que se las decoró. Durante el día de mañana esta inmigrante argelina que huye de su país acompañada de su marido intentará mostrar su arte al ciudadano, dando a conocer qué es capaz de hacer con un contado apoyo material y demasiada paciencia. Halima puede tardar poco más de diez minutos en hacer, por ejemplo, las manos. Detrás de esta técnica hay mucha historia. La henna está vinculada a la celebración de los días santos, a la victoria en las batallas o a los festejos de los nacimientos, cumpleaños o bodas simbolizando la buena suerte. Para Halima hacer la henna en el CETI supone también ganar algo de dinero. Su pequeño taller es su sustento económico mientras espera que su caso sea resuelto como el de otros inmigrantes que llegan a la frontera de Ceuta buscando el apoyo tras conflictos políticos en sus países de origen. El día mundial del refugiado pretende poner la nota en historias reales, dando a conocer al ciudadano qué hay detrás de esos hombres y mujeres que se ven obligados a escapar de su país. Halima y su esposo guardan una historia común de refugiados. Mientras ésta se resuelve la henna aparece como una evasión a la rutina de un sistema del que ellos forman parte. En el CETI la comunidad argelina se ha convertido en una de las minoritarias ante la mayor presencia de subsaharianos que se produce ahora.
Con cordeles como hilos hacen unas esponjas que duran toda una vida. Se encargan de venderlas a los inmigrantes
Ousmane y Landiny, junto a su compañero Ousseynou, se encargan de hacer esponjas. Pero no como las que se utilizan comúnmente para el baño, estas son artesanas. Están hechas a base de hilos como cordeles de los que usan los pescadores. Los van hilando hasta que forman una gran madeja que termina dando forma a una esponja. Ousmane y Landiny llegaron a Ceuta hace ocho meses y lo hicieron como la gran mayoría de subsaharianos, a bordo de balsas playeras. Atrás dejaron Gambia, lugar común de nacimiento. Se conocieron en el periplo clandestino que ambos decidieron seguir, tras coincidir en Marruecos. Ahora en el CETI se ganan algún dinerillo haciendo esponjas y vendiéndoselas a sus compañeros. ¿Cuántas hacen al día? Confiesan, sonrientes, que “según el pedido” que tengan. Hay días de más trabajo y otros de menos. Al final alcanzan un producto que tiene mucha demanda en el campamento. ¿A cuánto venden cada una? A cinco euros. ¿Caro? Si se cuenta el tiempo que duran, no. Sus fabricantes aseguran que una de sus esponjas le puede durar “hasta diez años”. La demostración de lo que son capaces de hacer se verá mañana en la plaza de los Reyes. Estos subsaharianos, que dejaron atrás sus países por problemas familiares, y se enfrentaron a una de las travesías más comunes pero a su vez más complicadas, dedican su tiempo en el campamento a intentar conocer el español, aprender algo y, de paso, mostrar su artesanía a los demás compañeros. Con los ingresos que pueden tener vendiendo esponjas obtienen beneficios para sus gastos personales: teléfono móvil, ropa y aquellos alimentos que no se dan en el régimen interno del campamento. En el taller de esponjas se dará a conocer el trabajo que hay detrás de un producto común que las fábricas se han encargado de hacer artificial, dejando de lado unas tradiciones artesanas que en España son desconocidas pero que en los países de origen de estos artesanos todavía siguen en vigor. La historia la trasladan ellos.
Rastas, tronquitos y peluquería a base de trenzas... los modelos más lucidos
DIONE PAPE Y GLORIA.
Dione Pape es de Gambia y lleva diez meses en el CETI. Dejó su país para poder terminar sus estudios y desarrollarse profesionalmente, dejando atrás los problemas y las inestabilidades. Dione es un experto en hacer rastas y así lo mostrará mañana junto a Danielle Nicole. Ahora el ‘negocio’ no pasa por los mejores momentos. Los subsaharianos se ponen rastas o tronquitos para estar guapos en las salidas a la península, que las viven como una auténtica fiesta. Con estas salidas ahora bloqueadas, la demanda al servicio que ofrece Dione no es muy elevada. En su país ganaba dinero haciendo este tipo de peinados a los turistas que llegaban y ahora consigue algo para sus gastos acicalando a los compañeros del CETI. Por cinco euros hace unas rastas en las que puede emplear más de dos horas según el peinado demandado. Si las rastas son más duras o más ligeras costará más tiempo hacerlas. En Gambia hacer este tipo de peinados puede costar alrededor de 60 euros. Junto a Dione también estará, en otro taller, Gloria Vevine. También es de Gambia y lleva seis meses en el CETI. En su país era peluquera y en el campamento hace así sus trabajitos para ganar algo de dinero. Confiesa que tiene mucha demanda, y aunque en el CETI hay muchos subsaharianos que practican esta técnica cada uno tiene su estilo. Las manos de Gloria dan lugar a un tipo de peinados bien distintos de los que hacen sus compatriotas. Junto a Gloria estarán Esther Biamina y Mou Mou Manchanga haciendo todo tipo de trenzados. De los tronquitos se encargará otro subsahariano, Nzulu Ngwele. Los subsaharianos también hacen peinados a los ceutíes que acuden a la playa de Benítez, ya que en verano es la temporada alta para ellos consiguiendo así invertir el tiempo en algo que además les va a aportar cierto beneficio. Mañana en la plaza de los Reyes se podrá conocer la cultura de estos inmigrantes a través de la forma que tienen de hacer sus propios peinados. Lo bueno es que duran mucho tiempo.
Ahmet Yonwa hace pulseras de todo tipo ideando modelos bastante sorprendentes
EL ARTE EN LA MUÑECA.
Ahmed Yonwa lleva sólo dos meses en el CETI, a donde llegó dejando atrás su tierra, el Chad. En el campamento se dedica a hacer pulseras de todo tipo. Ya lo hacía en su país para ganarse un dinero, así que ahora, en Ceuta, lo único que hace es continuar con el arte de saber decorar las muñecas de los demás. En su habitación del CETI Ahmet guarda varios modelos y reconoce que trabaja en este arte por encargo. Igual hay días en los que no le piden pero en otros los pedidos se le acumulan. Los subsaharianos también gustan de acompañar sus salidas al centro con algún detalle y en el caso de Ahmet sabe idear modelos diferentes. En su país supo del oficio gracias a su abuela. Fue ella la que le enseñó a hacer estas pulseras de colores vistosos. Mañana Ahmet estará junto a su compañero Joseph Pambé haciendo pulseras en la plaza de los Reyes, visibilizando el arte que tienen los refugiados que también acoge Ceuta, y que copan ya las 500 plazas que dispone el centro de estancia temporal de inmigrantes. Las pulseras que hace Ahmet tienen una historia. Son formas de identificar a los pueblos, por eso cada uno tiene una simbología diferente. En el Jaral hay varios grupos de inmigrantes que se dedican a hacerlas, de hecho hay un grupo de unas 50 personas que pasan las horas ejerciendo esta práctica ideando con sus manos muñecas y brazaletes. Ahmet invierte, según el tipo de pulsera, más o menos una hora. Va hilando los colores hasta dar con el resultado, luego las vende a tres euros. Cuida mucho de tener el material a punto en su habitación: que no le falten los hilos de colores es fundamental para no fallar en los pedidos. Mañana tendrá todo a punto, como sus compañeros, participando en una jornada en la que han estado coordinadas varias oenegés con representación en la ciudad. El día mundial del refugiado tendrá especial significado en la ciudad autónoma. El martes habrá además una jornada de puertas abiertas en el CETI con exposiciones de fotografías incluida.