Varios inmigrantes subsaharianos expondrán y ofrecerán desde hoy y hasta el domingo los trabajos manuales que han elaborado en un stand ubicado en el Revellín. Todos los ceutíes están invitados Algunas, como Anie, angoleña de 42 años que dejó tres hijos tras de sí y una triste historia que prefiere no recordar, llegaron hace apenas unos meses. Laly, a pesar de su buen nivel de español, pisó Ceuta hace tres. Sin embargo, enseguida encontraron la manera de rentabilizar las interminables horas de espera que transcurren implacables entre las paredes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Sandra, técnico de Ocio y Tiempo Libre de Cruz Roja, tiene buena parte de culpa. Ella es quien cada fin de semana les reúne en torno a una mesa y trata de descubrir y extraer lo mejor de las destrezas de los residentes que se implican en su taller. “Como no podemos tener clases todos los días me piden que, por favor, les deje materiales para trabajar ellas por su cuenta durante la semana”, comenta la responsable de un taller de manualidades y artesanía que pretende ser mucho más.
Por eso, para celebrar los tres meses de trabajo del taller, los responsables del CETI han organizado, como empieza a ser habitual en los últimos años, una actividad que acercará las destrezas del grupo de residentes que participa él al resto de la ciudadanía caballa. “Este fin de semana vamos a instalar un stand de exposición y venta de todo tipo de objetos artesanales elaborados por los residentes en el paseo del Revellín, frente a Zara”, explica Juan Miguel Blasco, jefe de Servicio del CETI, “para todo ello vamos a contar con la colaboración del servicio de Seguridad, que estará por la zona de día y noche, y la de Cruz Roja”. La hora prevista de inicio está fijada para, aproximadamente, las 14.00 horas de hoy viernes, mientras que el cierre se llevará a cabo el domingo a primera hora de la tarde.
Ayer era momento de ultimar detalles y elaborar los últimos productos que hoy pondrán a la venta. Sobre la mesa pulseras, collares, pendientes, horquillas, cojines, cajas, camisetas y telas de diferentes tamaños coloreadas con tintes de alegres colores... “Absolutamente todo está elaborado de forma manual, ellas son los artistas”, afirma Sandra. Ellas, por su parte, se sienten halagadas cada vez que uno de los trabajadores del CETI las felicita. “Va a ser muy bonito poder mostrar y que la gente admire lo que hacemos aquí dentro”, opina Germaine, congoleña que arribó a Ceuta hace cuatro meses a bordo de una zódiac. Su pelo trenzado, como el de la jovencísima Magalie, muestra otra de las técnicas que hoy pondrán en práctica a los ojos de todos los viandantes del Revellín. “Hacemos trenzas de muchas maneras, finas, gruesas, con todo el pelo o solo con parte, con extensiones y trenzas de colores... ¡al gusto del cliente!”, explica las chicas. Todas coinciden en los beneficios de estas actividades manuales, que además de permitirles aprender técnicas hasta ahora desconocidas para ellas como la del teñido de telas, el fimo o el fieltro, les ayuda a mantener la mente ocupada.
Sobre la mesa también destacan varios lienzos que revelan que en el centro hay algún maestro del pincel. “Son de Job Essemé”, afirman al unísono. Hace casi dos meses que Job no reside en el CETI, ahora está en Madrid acogido en unas instalaciones de Cruz Roja. “Cuando vendamos sus cuadros le enviaremos el dinero que se consiga, trabajó muchísimo y pinta muy bien, ¿verdad?”, dice Laly que, a través del teléfono, sigue en contacto con su ex compañero. Hoy el grupo, que por las entradas y salidas que se producen a menudo es muy variable, solo hay un chico, Fulmate. No le importa, pues la diversión y el buen clima de trabajo que se genera entre ellos no entiende ni de sexo ni de nacionalidad. Este taller es, para todos ellos, una oportunidad ideal para ocupar el tiempo y obtener unos pequeños ingresos por su trabajo que no les viene nada mal. Fulmate tiene claro en qué invertirá el dinero: “Para recargar el móvil y poder llamar a mi familia”.
“Mi abuelo me enseñó a hacer las pulseras como distracción” Actualmente es el único varón del grupo, pero no es algo que le resulte inconveniente. Fulmate, natural de Chad, proviene de un pequeño pueblo de apenas 200 habitantes. Allí fue donde aprendió su especialidad, el tejido de pulseras de lana. “Me enseñó mi abuelo Mohamed, a él le gustaba mucho hacerlas, decía que le servía como distracción”, explica en un buen español aprendido en apenas nueve meses. Fulmate es el perfecto ejemplo de que, si se pone interés, hay muchas posibilidades dentro y fuera del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Por su participación en este taller de Ocio donde, además de elaborar y enseñar a sus compañeros a crear pulseras con varias técnicas diferentes, ha aprendido a coser (dicen que la sastrería también se le da bastante bien); y porque ha obtenido diplomas en informática y se ha presentado al DELE que acredita su buen nivel de castellano. Su sueño es ser futbolista, pero sabe que es complicado, así que no cierra puertas a un futuro mejor. Para él y para el otro hermano con el que emprendió, hace dos años, esta aventura: “Él está en Fez, esperando, porque llegar a España ahora está más complicado que nunca”.