El orden habitual de los sucesos ha llevado a que los delincuentes cometan primero el crimen para, después, entrar en escena una Policía que sea capaz de desandar el camino recopilando pruebas que visibilicen esa autoría. Pero hay ocasiones en las que la historia se escribe al revés: la Policía se antepone a la comisión del delito hasta el punto de evitarlo porque previamente ha reunido los indicios suficientes para ello.
Tres personas permanecen en prisión acusadas de conspiración, tenencia ilícita de armas y tentativa de asesinato después de que, en junio del pasado año, fueran detenidas por la UDYCO en el transcurso de una investigación paralela, lo que evitó que se llegara a realizar un encargo que contaba con sus autores intelectuales y su ejecutor, un joven de 19 años.
El Juzgado ha levantado ya el secreto de sumario que pesaba sobre esta causa lo que permite saber ahora cómo se gestó un crimen por encargo que iba a terminar sumando un nuevo asesinato a las crónicas de sucesos que han marcado la reciente historia delictiva de Ceuta.
De las investigaciones policiales presentadas en el Juzgado, y tras el análisis de las intervenciones telefónicas conseguidas, se supo que el encargo para asesinar a un ceutí se llevó a cabo en la madrugada del 13 de junio.
Los protagonistas de esta acción eran dos hermanos con una enemistad manifiesta con la víctima elegida y un presunto autor material, a quien la Policía estuvo siguiendo los pasos las horas posteriores a interceptar el encargo telefónico del crimen.
Todo estaba preparado: la entrega del arma, la fecha del crimen y la coartada. “La acción debía ejecutarse antes de que” uno de los presuntos autores intelectuales del crimen “regresara de la península, lugar al que se había marchado para establecer una coartada y no ser vinculado con el asesinato”.
El presunto sicario iba a recibir “una importante cantidad de dinero” por este acto. “Vas a pasar un buen verano a costa de la gente”, es el mensaje recogido por la Policía en una intervención y es el que consideran como la ‘frase encubierta’ para referirse al encargo del asesinato.
El nivel de las conversaciones iba en aumento así como la tensión recogida de unas confidencias que llevaban a un único final: una persona iba a morir a disparos y esos disparos tenían fecha y precio.
“En la noche del 17”, días después de interceptarse el mensaje, “la investigación llevó un cambio significativo”, dice la UDYCO en su informe presentado en el Juzgado. Había nervios porque quien debía ejecutar la acción se había marchado a la península y, a pie de calle, seguían las enemistades entre familias, auténtico leit motiv de la agresión que pretendía desencadenarse.
“Él va a tener su problema”, se comunican entre los dos hermanos, garantizando que el asesinato no solo se iba a cometer sino que, en el momento de llevarse a cabo, cada uno tendría su coartada.
Uno, estando en la península; otro, pasando toda la noche en un salón de juegos con el objeto de ser captado por las cámaras. La fecha estaba marcada en rojo: el día 18.
El presunto sicario viajaría esa misma noche de Algeciras a Ceuta para proceder al encargo, pero esa ‘jornada D’, nada más desembarcar en la ciudad, sería detenido por agentes de la UDYCO para, de seguido, acudir a registrar su domicilio e intentar conseguir la prueba erigida en clave de esta historia escrita desde un final para evitar un principio no deseado: las armas.
En la entrada y registro de su casa ubicada en La Reina, la Policía encontraría un arma y munición escondidas en una caja dentro de un armario, además de una escopeta, hachís, otra caja que contenía una pistola modelo Brownin, tres cartuchos reales y 9 de fogueo así como un silenciador. Junto a las armas se halló un chaleco antibalas, un bate de béisbol, un puño americano y unos grilletes.
Todo un arsenal preparado y, a juicio de los investigadores, listo para ser empleado esa misma noche en la que se iba a escribir la comisión de un nuevo crimen en la ciudad.
Arrestado el presunto ejecutor, esa noche su teléfono no dejó de recibir llamadas perdidas, signo de “que estaban esperando la confirmación de que había realizado el trabajo-encargo”, aumentando su enojo “al creer que lo había dejado tirado con la misión” cuando lo cierto es que estaba entre rejas.
Después se procedería al arresto de los considerados autores intelectuales. Uno, a su llegada a Ceuta, otro ya en la ciudad. Ambos niegan tener algo que ver con el encargo ante una hilera de indicios ya judicializados.
Llegar hasta lo que terminó siendo un suceso pretendido formó parte de un camino investigador que terminó dividiéndose en tres salidas, porque de los seguimientos a las personas que estaban detrás de la quema de vehículos propiedad de agentes de la UDYCO se llevó al conocimiento de que se estaba encargando, preparando y gestando un asesinato.
A esto se sumó otra investigación distinta por tráfico de inmigrantes en motos de agua. Todos estos casos están judicializados y distribuidos en piezas distintas con conclusiones diferentes.
Para la Jefatura Superior, lo realmente importante de esta historia es que se evitó que asesinaran a una persona y se enlazaron una serie de datos que venían a sostener esta idea.
Algo que se encargarán de negar las Defensas de los tres investigados, a los que les toca desmontar toda esta teoría que nació de unas escuchas, que pasó por el hallazgo de material apto para la comisión de delitos y terminó conociendo en qué podía haber terminado una disputa entre familias de la misma barriada que quería zanjarse con el lenguaje de las balas.
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