Causó gran revuelo en Ceuta la publicación en El Confidencial del artículo ¡A las armas, ceutíes y melillenses! del conocido periodista y escritor Ignacio Cembrero, aunque en la lectura del citado trabajo, quedó claro enseguida que se trataba de acudir a las armas jurídicas, sobre todo a través de la Unión Europea. La verdad es que Cembrero viene siguiendo desde hace tiempo las vicisitudes de las dos ciudades norte africanas y no solo a distancia, sino visitando cada una de ellas, participando en foros y conferencias e incluso manteniendo reuniones con los políticos locales de turno.
Ciertamente estoy de acuerdo en que es preciso dejar de quejarse en el interior de Ceuta o Melilla e incluso en Madrid y procede elevar el punto de mira a instancias superiores, pero esto no se hace de pronto, sino que debería estar en marcha desde hace tiempo. Bruselas ha pasado de las dos ciudades al no integrarlas en la Unión Aduanera, a soportar la presión sobre sus fronteras, pasando por dejarlas fuera de los Planes de Desarrollo Regional (POSEI) establecidos para Canarias y otros territorios extra europeos, incluso por realizar inversiones no productivas, aguantar la exclusión de los sucesivos Interreg, hasta ver sin intervenir, como los lobbys europeos actuaban impunemente, junto a otros temas. Ceuta y Melilla no pueden pretender que una organización supra nacional como la Unión Europea, hoy formada por 27 países, se ocupe de un pequeño territorio de menos de 20 km2, sino que es preciso estar presente cerca de dichas instituciones europeas reclamando soluciones. Y esto no se consigue a distancia, sino informando y ejerciendo presión en la misma capital de Europa. Veamos los antecedentes.
En diciembre de 1994, hace 26 años, invitado por la Cámara de Comercio que entonces presidía, invitamos al Catedrático y Decano de la Universidad Carlos III de Madrid Rafael Illescas que pronunció una conferencia sobre “La importancia de las representaciones institucionales de las Comunidades Autónomas ante la Unión Europea en Bruselas” El profesor Illescas, tras anunciar que la Comunidad Europea ha reconocido el hecho regional de Ceuta antes de contar con un Estatuto de Autonomía, consideró imprescindible que nuestra ciudad dispusiera de representación institucional en Bruselas para que, conectada con Ceuta, pudiera aportar eficacia, información y, como consecuencia, resultados al Ayuntamiento o al ente autonómico ceutí.
La sugerencia y el informe del profesor Illescas parece que dieron sus frutos porque el 16 de enero de 1995 el Partido Popular presentó una Moción de Urgencia que fue aprobada por unanimidad especificando que se facultaba al Alcalde-Presidente “para que, a través de la Sociedad Municipal de Fomento, PROCESA, promueva lo pertinente para contar en Bruselas con una oficina de representación de los intereses de este Ayuntamiento ante la Comisión Europea, conforme a las características que para la misma se especifican en la parte expositiva de esta propuesta en cuanto a cometidos a desempeñar -según los señalados para otras de igual naturaleza - y medios necesarios a emplear, resolviendo, en este último punto, entre las dos alternativas que al respecto se plantean”.
Para apoyar todo lo antedicho, publiqué un artículo en El Faro de Ceuta el 27 de enero de 1995 en el que, entre otras cosas, decía que no cabe duda que reconocida la importancia y conveniencia del proyecto, es necesario decidirse por una representación modesta pero eficiente, utilizando personas introducidas en Bruselas para hacer “lobby” allí, pero que conozcan a fondo la realidad y peculiaridades de Ceuta.
Añadía que es de tal importancia el montante económico y la información que se puede conseguir de la Unión Europea que el coste de esa representación resultaría muy rentable. Hay que tener en cuenta que en esa lejana época, ya estaban representadas, entre otras, Murcia, Navarra, Valencia, Andalucía y otras Comunidades Autónomas. Y varias estaban preparando su desembarco en la capital belga, ya consumados después.
Las fórmulas de representación eran muy variadas, desde las oficinas en edificios propios, fundaciones como Galicia-Europa, el sistema de Cataluña a través del Patronato Catalán por Europa, formado por el Gobierno de la Generalitat, sector privado financiero, industriales y la patronal catalana o la representación a través de especialistas externos como Navarra.
En el caso de Ceuta, no se trataba de crear una estructura costosa como la mayoría de las nombradas, sino de contratar las instalaciones, servicios especializados y profesionales con un despacho ya acreditado en ambas ciudades, con sus estructuras y expertos, apoyados por las representaciones de las Cámaras de Comercio y de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) en Madrid y Bruselas para temas puntuales.
Hice las gestiones oportunas ante Cuatrecasas Abogados para que presentaran una oferta al Concurso Público que se convocó, porque este importante despacho disponía de oficinas en siete países, pero sobre todo en Madrid y Bruselas. Por ello, se establecerían Oficinas de Representación de Ceuta ubicadas inicialmente en las citadas oficinas de Cuatrecasas en ambas ciudades y una en Ceuta de coordinación.
Así en Madrid, la Oficina de Ceuta mantendría permanentemente contacto con la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas de Asuntos Exteriores, así como con los departamentos de los distintos Ministerios y otros Organismos Públicos encargados de temas comunitarios. También, realizaría cuantas gestiones le fueran encomendadas frente a órganos de la Administración Pública española en los asuntos de interés para el Ayuntamiento de Ceuta. Esto ahorraría de paso muchos viajes para gestiones en Madrid que realizaría la citada Oficina.
En Bruselas, la Oficina de Representación de Ceuta ante la Unión Europea mantendría permanentemente contacto con la Representación Permanente del Reino de España, el Consejo, demás Instituciones y, muy especialmente, ante la Comisión de la Unión Europea, representaciones en Bruselas de otras Comunidades Autónomas, incluso con desplazamientos al Parlamento Europeo, siempre que ello fuera necesario.
En cuanto a los costes, el montante anual de los servicios que se ofertaron fue de veintinueve millones de pesetas de entonces, unos 175.000 euros y comprendía las representaciones citadas, los dos licenciados universitarios que deberían atenderlas bajo la supervisión de Cuatrecasas, viajes Bruselas-Ceuta y otros gastos. Sin embargo, el Concurso Público fue declarado desierto, en mi opinión porque hubo presiones en contra y el acuerdo plenario no se llevó a cabo. Después hubo otra convocatoria fallida en 1997 y no fue la última.
Por eso, en julio de 2002, escribí un artículo reproducido después en el libro “Ceuta en su laberinto”, donde decía que “tampoco se comprende muy bien que una ciudad con tantos problemas en el horizonte cuya solución puede estar en Bruselas, se mantenga aislada de la capital europea, solo unida a ella por el cordón umbilical de la diplomacia que debe atender a todas las autonomías existentes en España. Mientras que cualquier rincón del país dispone de representantes propios ante la Unión Europea que defienden directamente cada proyecto y cada euro, Ceuta y Melilla que viven en gran parte de los presupuestos comunitarios, carecen de representación en la lejana Bruselas… Incluso un experto en la materia comentó que en Bruselas se obtienen más resultados tomando un café con el funcionario de turno que enviando sesudos informes por correo. Quizás el ejemplo fuera voluntariamente exagerado, pero indicaba que las relaciones públicas, el seguir de cerca los asuntos, el hacer lobby, son factores imprescindibles para obtener resultados en la Unión Europea. Pero es que además los posibles representantes de Ceuta en Bruselas deberían realizar una importantísima labor informativa. Si a veces hay desconocimiento en el resto de España de nuestra realidad, imaginemos lo que ocurre en la capital de Europa. Funcionarios que son claves en nuestro futuro, ignoran el status que tenemos, nuestro aislamiento geográfico, la situación de primera línea en que vivimos en el tema de inmigración, los peligros que acechan al sistema económico local… Naturalmente, la representación de España que debe atender a Comunidades Autónomas más poderosas, no pueden dedicarse a lo que debería ser nuestro trabajo”.
Pasó algún tiempo y en julio de 2003 y Marzo de 2005 reiteré a la Ciudad Autónoma la necesidad de retomar el viejo proyecto de las representaciones en Madrid y Bruselas, también para propiciar el establecimiento de una Aduana Comercial de parte marroquí en la frontera. Incluso, el 16 de marzo del mencionado 2005, se publicó una Resolución del Ministerio de Administraciones Públicas por la que se reconocía la participación de las Comunidades Autónomas en los Grupos de Trabajo del Consejo de la Unión Europea e incluso Ceuta y Melilla firmaron esos acuerdos, pero sin representación en Bruselas, la oportunidad no fue suficientemente aprovechada. Y ya en julio de 2005 todavía se aplazó de nuevo el proyecto de la “eurosede”, mientras la Confederación de Empresarios de Ceuta recordaba la urgencia de contar con una representación en Europa.
Por todo ello, el artículo de Ignacio Cembrero me ha recordado las gestiones realizadas y las medidas acordadas en aquel Pleno Municipal de 1995, porque estoy de acuerdo con el periodista en que desde Ceuta y Melilla no se resuelve nada, entre otras cosas porque en Bruselas no tienen constancia directa de los problemas de estas ciudades, ni disponemos de profesionales que sobre el terreno defiendan los temas para que, apoyados puntualmente por las representaciones empresariales citadas e incluso la de Junta de Andalucía, pongan sobre la mesa de la Unión Europea los especiales problemas que tienen a Ceuta y Melilla que se encuentran al borde de la ruina, como afirma el periodista de El Confidencial.
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