Categorías: Colaboraciones

Aquellos largos inviernos de antaño

Eran largos y crueles aquellos inviernos de la posguerra. Hacía más frío que ahora y sobre todo había menos medios para evitarlo que en la actualidad. En la escuela al frío se unía la humedad.

A poco de abrir, la criada le llevaba al maestro un brasero de carbón, cubierto de ceniza que él después, cuando le parecía bien, iba abriendo con la paleta; pero los niños la única arma que teníamos para combatir el frío era lanzar el aliento hacia los dedos para evitar que se nos congelaran mientras escribíamos o hacíamos cuentas. En casa teníamos siempre la fogata encendida y, aunque en la calle estuviese helando, al lado de la lumbre no se sentía el frío. No había luz eléctrica y la única iluminación que teníamos era el candil y el resplandor de la fogata. Para hacer los deberes mi madre, excepcionalmente, me encendía el quinqué, que daba bastante más luz que el candil, y, cuando disfrutábamos de suficiente petróleo, en la cena también nos alumbraba el quinqué. Los adultos hablaban de otro sistema de alumbrado –lo llamaban luz eléctrica-, que, según decían, daba más luz que veinte quinqués juntos.
Además de frío y oscuridad también había hambre y miedo. A los niños más pobres en el comedor de Auxilio Social les daban un plato de comida, pero antes tenían que cantar, brazo en alto, el Cara al Sol y rezar todas las oraciones que se les antojaran a las beatas que los vigilaban. Si alguno se negaba lo echaban a la calle y se quedaba sin almuerzo. Ellos se vengaban llamando putas y mariconas a todas las beatas de Auxilio Social.
Muchos de los niños que iban al comedor de Auxilio Social tenían a su padre en la cárcel o en el campo de concentración y nadie sabía cuando volverían, ni si volverían; otros lo habían perdido en la guerra o en alguna de las plagas del piojo verde que siguieron a la entrada de los fascistas en el pueblo. Entonces había entierros con mucha frecuencia y, cuando eran niños, pasaban con el féretro abierto y el pequeño cadáver rodeado de flores, entre las que destacaba la carita pálida del difunto, que parecía dormido. Los adultos decían que el piojo verde atacaba más a los hombres que a las mujeres y eso hacía que hubiese más entierros de hombres que de mujeres. El padre de mi amigo Sebastián, con el que yo jugaba al salir de la escuela, no murió del piojo verde sino de tuberculosis, que era otra enfermedad que también se llevó a mucha gente. La madre de mi amigo tenía en aparcería un bancal lindero con el huerto de la casa de mis padres y allí se pasaba Sebastián el día cuidando de la cabra –a veces también del cabritillo- y sin más obligaciones que, al volver a su casa, llevar un par de espuertas y hierba para los conejos. Yo le ayudaba siempre que podía y él a cambio me regalaba los pájaros que cogía de los nidos. Cuando podía le birlaba a mi abuela una magdalena o cualquier otra golosina y se la llevaba a Sebastián que la devoraba con un hambre de siglos. En invierno, naturalmente, no había nidos, pero mi amigo se entretenía buscando caracoles y persiguiendo lagartijas. Sebastián no iba a la escuela, pero aún así sabía de la vida normal y corriente más que muchos adultos. Le gustaba mucho preguntar y así se informaba de muchas cosas.
-¿Qué habéis hecho hoy en la escuela?
-El maestro nos ha dicho que tenemos que aprendernos los nombres de los reyes visigodos. Son treinta y tres: Ataulfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, Turismundo, Teodorico…
Me interrumpió antes de que llegara al final:
- Eso es una chuminá campestre.    
-¿Por qué?
-¿Tú crees que, cuando seas mayor, te puede servir para algo saber esos nombres?
Yo me quedé pensativo, deseoso de ganarle la partida a mi amigo, pero no había manera. En el año cuarenta o cuarenta o cuarenta y uno –ahora es imposible precisarlo- tuvimos la visita de los misioneros. Los mayores decían que venían a lavar nuestras almas, -y de camino también los cerebros-, de todos los miasmas que nos habían dejado los cinco años de República y casi tres de rojería. Mi amigo no fue a ninguno de los sermones de los misioneros, pero sí se interesó por ellos.
-¿De qué hablaron los misioneros anoche?
-De la eternidad.
-Y eso, ¿qué es?
-La eternidad es un pajarito que todas las mañanas se bebe una gota de agua del mar. Cuando el mar se haya quedado completamente seco, entonces empieza el primer minuto de la eternidad.
-Eso es una chuminá como una casa.
-¿Por qué?
-Porque el agua del mar tiene sal y los pájaros se mueren con la sal.
Fue a la noche siguiente cuando los misioneros nos hablaron del pecado de la carne. Si ahora cierro los ojos aún me parece estar viéndolos y oyéndolos: “El pecado de la carne es el que más envilece al pecador y el que más detesta Dios. ¡Ay de aquél o de aquélla que cae en él: sólo le espera el infierno”.
Al oír yo estos denuestos contra tal pecado en seguida me vinieron a la mente los filetes, el chorizo, el jamón y demás derivados del cerdo. “Sin duda –pensé- para evitarnos caer en tan abominable pecado, Franco ha inventado las cartillas de racionamiento y nos tiene muertos de hambre”. Al volver a casa fue lo primero que le pregunté a mi madre:
-¿Es pecado comer carne?
-Es pecado para los que no tienen la Bula. Nosotros compramos todos los años la Bula…
Sí, la mía era una de las pocas familias que compraba la Bula. Era un papelito, con unas letras muy enrevesadas, que, pagándole al cura una cantidad, permitía comer carne todos los días del año menos el viernes santo. Me pareció injusto que hubiera que pagar para comer carne, pero ahí quedó todo. Cuando le conté a Sebastián el episodio del pecado de la carne, me dijo que sin duda eso iba por el plato de judías y lentejas que les ponían en el comedor de Auxilio Social que muchas veces llevaba el añadido de cocos y gorgojos, que tenían que retirar con la cuchara. Los niños, con humor, decían: “Hoy tenemos carne”. A él le parecía muy bien que las beatas de Auxilio Social fueran al infierno porque –decía- todas eran putas y mariconas.
Mi amigo halaba siempre con un lenguaje arrabalero, lleno de tacos y palabrotas. También usaba otras palabras que a mí no me parecían tacos y después resultaba que sí lo eran. Aún recuerdo el día en que jugaba yo en el huerto y mi madre me llamó.
-Ven, que ha venido doña Dolores y quiere verte.
Doña Dolores me dio un beso lleno de baba y, después de decir que estaba altísimo, me preguntó:
-¿Cómo no estás jugando con tu amigo Sebastián?
Yo, con la mayor naturalidad del mundo y sin la menor sospecha de haber entrado en el resbaladizo terreno de los tacos, le respondí.
-Sebastián me dijo que hoy no venía porque iba a llevar la cabra a que le eche el macho un polvo.
Vi que la beata, después de suspirar y repetir tres veces ¡Ave María purísima!, se santiguaba apresurada, que mi padre enrojecía y a mi madre un color se le iba y otro le venía. ¡Santo Dios! ¿Dónde estaba mi metedura de pata? Mi madre, muy seria, me dijo que volviera al huerto y, antes de pasar el umbral de la puerta, oí a mi padre que decía:
-A este niño hay que llevarlo interno a un colegio porque, como lo dejemos aquí, va a terminar hecho un cafre.
Aún oí la beata que repetía:
-Las malas compañías, las malas compañías…
La amenaza de mi padre se cumplió unos meses después: me llevaron interno a un colegio de frailes de Almería. Misa y rosario todos los días, confesión todos los sábados, viacrucis todos los viernes, hambre y bofetadas a todas horas…

Entradas recientes

Así son las bases del pacto de la bolsa de empleo temporal de Sanidad

Un plazo de veinte días hábiles para inscribirse o la incorporación de un comité de…

30/07/2024

Contenedores inteligentes en Ceuta para después del verano

La Consejería de Fomento, Medio Ambiente y Servicios Urbanos sigue trabajando para empezar a colocar…

30/07/2024

Nuevas calificaciones y un nombramiento en Ingesa

Ingesa da a conocer las notas dentro de los procedimientos convocados en las categorías sanitarias.…

30/07/2024

Feria 2024: la guía para no perderse en la Cabalgata

Como diría la canción, ya huele a Feria y eso se nota en el ambiente…

30/07/2024

Feria 2024: esta noche tributo a los Beatles con Abbey Road

La música de los Beatles no ha muerto. No solo sobrevive en las canciones que…

30/07/2024

¿A que no lo sabes? Día 1 de la Feria de Ceuta 2024

Primer día de la Feria 2024 y FaroTV ha vuelto al Real de Ceuta cargado…

30/07/2024