La exploración y conservación de la naturaleza marina africana se enorgullecen gracias a la culminación de unos trabajos de investigación malacológica, en forma de tesis doctoral que, centrados en las islas atlánticas y en especial en Canarias, se ha presentado recientemente.
He tenido la suerte de compartir campañas de muestreo y vivencias con los investigadores implicados y nuestra ciudad y el Museo del Mar hace unos años han podido disfrutar de sus descubrimientos. Las especies Doto caballa y Doto alidrisi fueron dedicadas a nuestra ciudad y al museo pues ellos no pierden tiempo para donar denominaciones de especies a lugares y personas mostrando su generosidad de espíritu. Este mestizaje vitalista y ausencia de complejos cientifistas que exhiben les permite dedicar especies a personas memorables, entre ellas a la gran reina de la morna caboverdiana Cesarea Évora.
Practican un tipo de ciencia humanística al alcance de muy pocos, pues los más andan tan concentrados en sus especializaciones que han olvidado las bondades del generalismo cultural, necesario para que se abran los entendimientos y se alcance una vida más plena. Es un raro caso de investigadores ilustrados que agradaría a nuestro admirado filósofo Javier Gomá. Los profesores Juan José Bacallado y Jesús Ortea (Checho y Kankel respectivamente para sus amigos) han sido mentores infatigables de Leopoldo Moro, el recién doctorado, que ha realizado una tesis al alcance de muy pocos. En mis años de impartición de clases prácticas en la Universidad de La Laguna nunca vi un talento más claro y diáfano para el naturalismo en general y el marino en particular. Como las almas del mismo pellejo se reconocen, y las aficiones unen mucho, en seguida nació la empatía entre nosotros y desde entonces llevamos colaborando fructíferamente. Sobre el profesor Bacallado no sabría ni por donde empezar a hablar, con tanta producción y caminos abiertos en los estudios de ciencias zoológicas de Canarias, por cierto siete islas maravillosas con un frágil territorio que muchos se empeñan en transformar en una inmensa autopista que abastezca el zafio negocio turístico de masas sin gracia ni tino. La producción de Checho es tan amplia y franca que incluye desde conocimientos entomológicos (su especialidad inicial) hasta variados estudios de aves y de multitud de grupos de invertebrados marinos. Y sus publicaciones más divulgativas nos permiten sumergirnos en la casa de Darwin y las Islas Galápagos (encantadas tanto para Checho como para Herman Melville), recorrer con él los Parques Nacionales de Canarias y pasmarse gustosamente ante su excitante y creativa obra “El Zoo Erótico de Gaia” en la que colaboraron nada menos que Mario Benedetti y Joaquín Araujo. Checho es un naturalista ilustrado fuera de lo común, que además de impulsar y dejar funcionando el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife (tarea hercúlea e ingrata) y de dar clases inusuales y gratificantes en la Universidad de La Laguna ha hecho tanto por este sistema de conocimientos que tiene moralmente otorgado todos los premios, se les concedan estos materialmente o no. Editor-Director de la Revista de la Academia Canaria de Ciencias y Presidente de la asociación “Amigos del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife” ha tenido el gesto de incluir la cuenca de Alborán y Ceuta dentro de los ámbitos geográficos de esta publicación científica y publicar un precioso artículo divulgativo sobre naturaleza ceutí.
Conseguidor de financiación incansable, ha posibilitado muchos estudios en Canarias y fuera de las islas apoyando a numerosos investigadores, incluido quien escribe estas líneas que además disfruta de sus chistes y divertidos comentarios y ocurrencias de buen parrandero y miembro fundador de los Sabandeños. Jesús Ortea es posiblemente el malacólogo marino más eminente de nuestro país y una autoridad mundial en su ámbito de estudio. Envidiado por mediocres que enmudecen de miedo ante sus capacidades, no han aprendido que el apoyo mutuo de Kropotkin es más adaptativo y humano que ese darwinismo social, manipulación inaceptable de la obra de Darwin, al que rinden culto y no atisban a entender que la vida se abrió camino cooperando más que compitiendo como nos muestra Margulis en su extensa obra. Además de sus incontables artículos científicos quiero destacar de Kankel el programa de para-taxónomos que puso en funcionamiento allá en Costa Rica. Gracias a este gesto se motivó a las personas de la selva y se dignificaron los conocimientos indígenas sobre biodiversidad selvática, consiguiendo unos resultados magníficos de catalogación. Personalmente me siento muy honrado de que estos dos talentosos naturalistas se conmovieran por mi trabajo de doctorado bastantes años atrás cuando ambos eran miembros del tribunal que juzgó mi trabajo de investigación. de Kropotkin ANTES AÑOS ATRlayataxñlis ial al que muchos rinden cultoido que el apoyo mutuo de Kropotkin ANTES AÑOS ATR
Hay mucha madurez en la tesis de Leo, bello compendio de hermosas y enigmáticas especies, además de un ingente trabajo de exploración, análisis zoológico y recopilación. Naturalismo en estado puro, enhorabuena a Leo y a esos dos imprescindibles mentores que le han acompañado en este camino. Es un gran trabajo en el que se detecta la emoción y la elevación espiritual necesarias para concebir y llevar a cabo esta preciosa, compleja y difícil obra zoológica plagada además de imágenes de gran dificultad y sé de lo que hablo, pues he sido testigo de su arte en este ámbito, del que se ha beneficiado mi último trabajo sobre diversidad de corales africanos. Como bien refleja S. J. Gould a lo largo de sus obras, no es nada fácil ni asunto menor dedicarse a la clasificación de especies, ni las descripciones morfológicas bien orientadas están al alcance de muchos intelectos. En fin, toda esta fructífera colaboración entre naturalistas tiene reflejos indudables de los proyectos cívicos de Geddes (botánico y humanista universal) y un gusto a humanidad que nos dirige inexorablemente a la persecución de la plenitud vital, derecho inexcusable de todo ser humano. Son todas labores intelectuales e intencionadas para rentabilizar los conocimientos y ponerlos a disposición de las gentes de toda condición para regocijo del alma y animación colectiva de la causa ética de la conservación de la biosfera, el ámbito imprescindible dónde se desarrolla nuestra trascendencia. Reconozco egoístamente que estoy especialmente arrebatado con todo esto porque en un futuro próximo podremos contar con un catálogo de babosas marinas de nuestra región de Ceuta gracias a la colaboración con los naturalistas antes mencionados, ya se están organizando las ideas para materializar la obra científico-divulgativa. Tenemos suerte de contar con ellos. En estos momentos de tanta discordia y enfrentamiento político creo que merece la pena poner de manifiesto, por comparación, las bondades y beneficios de la sana cooperación entre científicos y naturalistas como un ejemplo más del enorme divorcio existente entre la sociedad y los partidos políticos. Es verdad que existe mucha riña de gatos entre los científicos pero también hay buenos ejemplos de cooperación edificante, mientras que en el ámbito de los partidos políticos la beligerancia y el narcisismo esterilizante es prácticamente la única divisa.
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