Escribir sobre la Virgen de África termina siendo complicado. Contar algo nuevo de la cofradía o sobre la Patrona se convierte una tarea especial por dos motivos: se ha contado (casi) todo sobre el asunto y exige una precisión de bisturí para no maltratar lo que es sagrado. En estas, el cronista tuvo la suerte de visitar el camarín de la Patrona, un privilegio permitido para contarle a los caballas cómo son los aposentos de la devoción principal de la ciudad.
Al camarín de la Virgen se accede desde el ábside del templo. Una escalera semicircular desembarca en el antecamarín. Según narra el mayordomo de la Cofradía, César Gómez-Hörn, “el arquitecto que lo restaura, Francisco Pérez Buades, concibe ese lugar como un resumen de toda la devoción a la Virgen”.
Proyectado sobre cerámica portuguesa, aparecen representadas la historia y la leyenda de una devoción seis veces centenaria. Junto a estos detalles, los maceros de la corporación local, como Alcaldesa Perpetua y custodiando la entrada al camarín, dos ángeles ceroferarios.
Tras las puertas, la Virgen reposa sobre una elevada peana en mitad de un espacio ovalado, revestido en mármol. Desde la altura del ‘dormitorio’ de la Virgen se contempla la belleza apacible del templo que la cobija.
Esta improvisada visita, se convierte en especial porque la Virgen acaba de ser ataviada de luto por el triste fallecimiento de Eduardo Gallardo Salguero, quien fuera hermano mayor de la corporación. La Virgen está más triste que otros días porque entre los suyos, falta un hijo destacado.
Como volando, dentro del camarín, dos ángeles sostienen la corona de la Virgen y el espacio parece convertirse, por momentos, en un pedacito de cielo donde está domiciliada la devoción de muchos ceutíes.
Sin embargo, el momento más emocionante de la visita a la ‘casa’ de la Virgen se produce cuando, después de recorrer su historia y su iconografía, se contempla con calma la serenidad de su presencia bajo el manto estrellado que la arropa.
Los aposentos de la Virgen de África son el resultado de la devoción de Ceuta en forma de joyero para su mayor tesoro. Especial esmero se puso en las protecciones necesarias para que la imagen pudiera encontrarse a buen recaudo en todo momento. Por eso, una vez acabada la visita, el camarín se sella aislándola del fuego. Abajo el telón.
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