San Martín ha colgado en las paredes de la pinacoteca municipal del Revellín, sus últimos trabajos. Con ellos, ocupa parte de los espacios que, en época pretoriana, cumplió las funciones de pabellón castrense. Menos mal que el caserón se salvó de la piqueta homicida, tan usada en este pueblo y que, en muchas ocasiones, nos dejó huérfanos de patrimonio ceutí; el mismo cuya ausencia se ha querido suplir con una estatuaria algo caduca, o reemplazando lo perdido con falsas imitaciones, las que se etiquetan como horripilantes “pastiches”, que solo pueden ensimismar a gente con una dudosa sensibilidad. Lo contrario de lo que ocurría en otros momentos y que llenaba de orgullo a los paisanos. Fue cuando Ceuta se pavoneaba de ser pueblo, pero auténtico; y no aprendiz de urbe veraniega, de las que no provocan ninguna vibración estética.
La exposición de San Martín tiene sus días contados. La clausura está próxima. Es obligatorio visitarla. No ha sido el momento idóneo para disfrutarla. también el maldito virus la castigó. Pero, como decía, aún podemos recrearnos con los hermosos acrílicos, tan constantes en la producción del artista. Pienso que, con ellos, el espectador se sentirá inmerso en un estallido de color, en una apoteosis cromática, logrando evadirnos a la manera romántica, y alejarnos de los múltiples fantasmas que nos acechan. El arte en cualquiera de los dominios que se manifiesta, además de cumplir su función catártica, en ciertos momentos puede servir de antídoto y calmar los conflictos que nos asaltan.
La pintura de Antonio San Martín (y no me caso de reiterarlo), siempre testimonia el fenecimiento de algo que ya conocíamos, y anuncia otros rumbos, aunque sin desechar nada de lo que le ha precedido. En San Martín, cada una de sus exposiciones lo viejo y lo nuevo es un todo, pero jamás irrumpiendo bruscamente lo que calificaríamos de creacionismo novedoso. Es, como apuntaba, todo un reciclaje de cosas ya probadas aunque surjan con otros sesgos que nos parecen, porque lo son, innovadores. En esto radica la clave de su estética y las raíces de su pintura. Ambos presupuestos explican las abstracciones que nos oferta y en las que hallamos la representación de la multiplicidad de su mundo existencial. Y es a la manera en que nos lo comunica, cuando el pintor vuelve a darnos, como tantas veces, toda una lección de pedagogía artística. En San Martín no hay que buscar sumisión a lo propio y a lo ajeno. Impera la ruptura de todo creador aunque revistiéndola de una hermosura difícil de lograr en otros. A uno de mis maestros en Estética le oí decir que cuanto de más belleza nos rodeemos, más evolucionaremos. Mi amigo Antonio lo viene demostrando en cada ocasión como en esta muestra tan hermosa.
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