Las últimas concentraciones realizadas en la calle Ferraz han puesto en la picota las actuaciones de los antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía por dispersar a los radicales que intentaban realizar una acción fuera del marco legal.
He empleado la palabra radical porque es el calificativo que los medios de comunicación daban a los grupos de personas cuyo objetivo iba más allá del derecho legítimo de manifestación que tienen y tenemos todos los españoles con las excepciones previstas en la ley para guardias civiles y militares.
Una situación que nos puede parecer nueva si somos capaces de desayunarnos cualquier noticia sin hacer una reflexión objetiva de lo que leemos o escuchamos, porque solo tenemos que cambiar de situación, lugar o motivo de la manifestación para ver que, actúen donde actúen, los antidisturbios siempre son víctimas de medios de comunicación que giran en torno a lo que vienen a llamar líneas editoriales.
Medios que provocan una desafección de los ciudadanos hacia los Cuerpos de Seguridad del Estado. Una antipatía que no es fácil eliminar en una sociedad fácil de manipular y poco dispuesta a reflexionar.
Unos medios de comunicación que presumen de haber hablado con jefes de antiguos antidisturbios destinados ahora en otras unidades que critican la intervención de sus compañeros y la califican de desacertada pero que, por razones obvias, los medios omiten su identidad.
Curiosamente he visto en distintas cadenas de televisión a representantes policiales de varios sindicatos aplaudiendo y defendiendo sin cortapisa la actuación de los compañeros de las UIP. Esos representantes policiales no se escondían, no omitían su identidad y daban la cara.
"Tirar la piedra y esconder la mano es poco ético y devalúa la honrosa profesión de periodista, porque la mejor línea editorial es aquella que se limita a contar lo que sucede"
Nos hemos desayunado en más de una ocasión que los mismos que aplaudían a guardias civiles por el amor incondicional a la Guardia Civil meses después los insultaban porque los guardias ejercían funciones de seguridad que les impedían traspasar esa barrera infranqueable de la legalidad vigente. A partir de ese momento comenzaban las amenazas a los guardias, las peticiones del número de identificación intentando como lelos amedrentar a unos servidores públicos que cumplían ordenes legítimas. También eran víctimas de medios y de ciudadanos que los insultaban groseramente.
Tirar la piedra y esconder la mano es poco ético y devalúa la honrosa profesión de periodista, porque la mejor línea editorial es aquella que se limita a contar lo que sucede, porque un periodista debe ser un contador de cosas si verdaderamente se quiere ser periodista y no un novelista, profesión muy respetable y envidiable, pero otra profesión.
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