El atentado de Barcelona nos ha devuelto a la realidad de una guerra global de la que hasta ahora habíamos creído escapar alimentados por un cándido triunfalismo frente a lo que sucedía en otros lugares de Europa. Pero tras trece años sin atentados yihadistas con resultado de muerte, volvemos a sufrir ese horror. Pero, ¿qué es lo que ha cambiado con respecto a aquel terrible 11-M?
Sin duda, la mayor diferencia entre ambos atentados es el modus operandi, mientras que el de Atocha fue una masacre que requirió un elevado nivel de organización y recursos, en el que se utilizaron técnicas muy elaboradas en el manejo de explosivos y una coordinación prácticamente militar para simultanear las explosiones, en el caso de Barcelona se trata de un atentado de baja preparación, empujado por las circunstancias y sin necesidad de conocimientos técnicos muy elevados (la explosión de la casa de Alcanar lo confirma) y que imita los últimos atentados ocurridos en Niza o Londres.
La segunda disimilitud es el objetivo. Los trenes son lugares de concentración de población civil pero poseen inconvenientes como la necesidad de acceder a través de pasos obligatorios (las estaciones, taquillas, andenes) con una mayor probabilidad de ser descubiertos por elementos como el personal de seguridad o las cámaras. Además la población objetivo fue principalmente trabajadores y en su mayoría españoles. En el de Barcelona se elige un objetivo especialmente blando como es una calle peatonal que además no tenía obstáculos preventivos y una población mayoritariamente extranjera y turística (que es la habitual de la zona y que en el caso de Cambrils se repite el patrón). Por tanto, aunque se trate de dos matanzas indiscriminadas, la de Barcelona perseguía un impacto preferente sobre el turismo lo que multiplicaría su repercusión internacional.
En cuanto a los terroristas, la célula de Atocha era una trama compleja que no tenía una cabeza “religiosa” al frente y no estaba basada en lazos familiares tal y como ha sucedido en el atentado de Barcelona, una dinámica que se ha observado en las ultimas redes donde el factor de pertenencia familiar (padres e hijos, hermanos) juega un papel importante. Otra cuestión a destacar es la escasa “profesionalidad” de los terroristas de Barcelona mucho mas fanatizados y jóvenes, auténticos “novatos religiosos” manipulados por un imam (esta circunstancia habría favorecido el aumento de las generalizaciones estereotipadas con respecto a los musulmanes especialmente en las redes sociales)
Respecto de las similitudes la primera es el componente marroquí de los terroristas que se repite y el hecho de que abandonaran el lugar del primer atentando sin inmolarse.
La segunda similitud seria el momento elegido. En ambos casos en momentos de crisis política, en el caso de Atocha a cuenta principalmente de la Guerra de Irak y en el de Barcelona en un momento crítico del proceso secesionista, si bien en el caso de Atocha el fin era claro (derribar al gobierno tal y como recoge la sentencia del caso) en el de Barcelona no emerge un objetivo político evidente pero resulta incuestionable que tendrá un efecto difícilmente predecible sobre este proceso secesionista, toda vez que las autoridades de la Generalidad han buscado hacer de su gestión de la masacre un escaparate internacional.
En el tema de la reacción política y mediática, es en este aspecto donde resultan más evidentes las diferencias entre ambos atentados. En el caso del 11-M se hizo un uso político inmediato del atentado desde la oposición de izquierdas, incluido el PSOE que tuvo un especial protagonismo (la rueda de prensa de Rubalcaba resultó paradigmática) así como de sus terminales mediáticas. No se respetó el dolor de las victimas (casi 200 muertos y miles de heridos y mutilados) y se pasó a la acción directa cercando las sedes del PP y responsabilizando al gobierno español de la masacre por su supuesta implicación en la segunda guerra de Irak (Aznar fue tildado de asesino). En el caso de Barcelona, nadie se ha preguntado porque han matado en esta ocasión (a nadie parece interesarle) diluyéndolo en el mejor de los casos en un inevitable ataque del yihadismo a occidente (con la excepción de las minoritarias y delirantes CUP que responsabilizan al Rey y a Rajoy). Se pide un escrupuloso respeto por las victimas considerando inhumano cuestionar o referirse a las repercusiones políticas del atentado y catalogando de explotadores del dolor ajeno a los que recuerdan los posibles fallos derivados de la ignorancia de las recomendaciones de Interior, con el ánimo evidente de silenciar las criticas. Tampoco hay manifestaciones frente a la Generalidad responsabilizándola del atentado (algo absurdo pero que se ha hecho en este país).
Las actuaciones policiales también han tenido un trato mediático diferenciado respecto de casos similares. Se ha alabado la acción de los Mozos de Escuadra y se han minimizado los fallos más llamativos de su actuación desde lo ocurrido en la casa de Alcanar al hecho de que el conductor de la furgoneta escapara a pie. En todo caso, es evidente que esos fallos pueden producirse en cualquier otro lugar y circunstancia, no existe la infalibilidad (pese a que el gobierno autonómico trata de venderlo como gran éxito), lo que si resulta sorprendente es el profundo silencio que desde la izquierda y el nacionalismo se ha hecho respecto de que los terroristas fueran abatidos a pesar de que no iban armados y las bombas eran simuladas. Como bien se ha recordado, cuando la Policía Nacional o la Guardia Civil han abatido a un terrorista de ETA, estas mismas fuerzas políticas y mediáticas han exigido una investigación. En este caso ninguna recriminación ni cuestionamiento lo que resulta sorprendente cuando hace tan solo unos días se tildó de desproporcionada la actuación de la Policía Nacional cuando redujo a un individuo que atravesaba la frontera de Melilla gritando “Ala es Grande” y blandiendo un cuchillo (simplemente arrojándole un separador vial de plástico). Otra novedad ha sido la difusión por parte de grandes medios de comunicación de impactantes imágenes del cadáver ensangrentado del último abatido, algo inaudito en el periodismo español siempre muy cuidadoso con estos aspectos.
Por último y respecto de la actuación de las autoridades autonómicas y locales solo dos apuntes, por un lado se ha incumplido de forma flagrante y expresa la Ley 39/1981 sobre uso de banderas en sus artículos, 3, 4, 5 y 6 al aparecer solo la enseña autonómica sin estar acompañada de la nacional en prácticamente todos los actos públicos y comparecencias de los responsables autonómicos y locales. Y dos, en cuanto al uso del catalán (una cuestión que requeriría un artículo monográfico), se ha hecho un uso prácticamente exclusivo de esta lengua en las comparecencias oficiales a pesar de que según datos de la propia Generalidad, la lengua habitual de más de la mitad de los catalanes es el español, con la finalidad principal de demostrar ante el mundo el hecho diferencial con respecto del resto de España y bajo el lema “una nación, una lengua, un estado”. También se han intentado acallar las críticas a estas actitudes de fuerte calado simbólico bajo la apariencia de humanidad (“son asuntos irrelevantes frente al dolor ajeno”) aunque es evidente que para los nacionalistas si es una cuestión importante dado el empeño mostrado.
El terrorismo se diferencia de otras acciones violentas en que tiene un objeto político. Hasta la fecha el terrorismo que hemos sufrido, ya sea de corte separatista o yihadista, ha conseguido tristemente su objetivo: evidenciar la profunda división de la sociedad española.
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