Opinión

El ansiado regreso a la normalidad

La semana que viene se cumplirá un mes de la entrada masiva de inmigrantes por las playas de Benzú y Tarajal. Los ceutíes aún estamos impactados por el recuerdo de las imágenes de miles de personas, entre ellos un elevado número de menores, entrando a nado a nuestra ciudad o sorteando sin gran dificultad el espigón que separa el territorio español, y por ende europeo, del marroquí. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado se vieron desbordados por la situación generando una sensación de extrema vulnerabilidad. Pasaron demasiadas horas antes que el ejército desplegara sus efectivos y la Guardia Civil comenzara a contener la avalancha de inmigrantes utilizando botes de humo y otros medios disuasorios bajo una auténtica lluvia de piedras. Para cuando lograron detener la invasión ya habían entrado en Ceuta cerca de 12.000 personas, según algunas fuentes periodísticas.

La noche del lunes 17/05/2021 muchos nos acostamos abrumados, preocupados y con el corazón roto. Nuestra tierra había sido tomada por una multitud de inmigrantes alentados por Marruecos sin que nuestras autoridades consiguieran evitarlo. A todos nos preocupaba el presente, lo que nos íbamos a encontrar al día siguiente y, por supuesto, el futuro. La mayoría de los ceutíes no llevaron a sus hijos e hijas al colegio o al instituto. Los adultos con responsabilidades laborales acudimos a nuestros puestos de trabajo en una mañana en la que las calles estaban llenas de grupos de inmigrantes deambulando sin rumbo por toda la ciudad. Muchos de ellos decidieron de “motu proprio” regresar a Marruecos por el mismo espigón que habían sorteado unas horas antes para entrar de manera ilegal en Ceuta. Mientras que esto sucedía en la frontera, el Presidente del Gobierno y el Ministro del Interior aterrizaban en nuestra ciudad para reunirse con las autoridades locales y estatales y, de esta forma, demostrar con hechos la incuestionable españolidad de Ceuta y el apoyo del gobierno a los ceutíes.

La devolución de los inmigrantes continuó a buen ritmo en los días siguientes, sobre todo con los adultos. Muy distinto es el caso de los menores. Las leyes internacionales protegen a este colectivo tan vulnerable, de manera que poco se puede hacer sin la implicación de las autoridades de Marruecos. El propio rey, obligado por la presión internacional y el malestar de buena parte de la opinión pública marroquí, anunció que había dado las instrucciones oportunas a su gobierno para que los menores no acompañados regresaran a su país. Todo parece indicar que este compromiso todavía no se ha llevado a efecto, aunque también puede que se esté realizando esta devolución con sigilo y prudencia, cumpliendo, eso sí, con los protocolos internacionales. Al margen de las gestiones que está realizando nuestro gobierno, la realidad a la que seguimos enfrentándonos todos los días los ceutíes es la de una ciudad en el que por todos los rincones nos encontramos con chicos jóvenes dando vueltas y pidiendo en las puertas de los supermercados. Muchos les estamos ayudando con algo de comida, pero no parece que sea la mejor solución a la situación generada por Marruecos. Da la impresión de que hemos entrado en una especie de limbo en la que estos chicos no terminan de volver a su país, al mismo tiempo que no se les presta unas instalaciones acorde a la atención que requieren.

La alteración del paisaje humano de nuestras calles se ha trasladado de manera similar a la naturaleza. En el litoral de Ceuta y en su entorno, así como en el monte, han surgido campamentos improvisados de inmigrantes. Han ocupado antiguas galerías, como las del Sarchal, el propio fuerte del mismo nombre, la batería de Valdeaguas, la cárcel de los Rosales y un largo etcétera de inmuebles abandonados, algunos de ellos declarados Bien de Interés Cultural. La falta de condiciones higiénicas en la que viven estos inmigrantes deja como resultado un reguero de residuos y basura por toda la ciudad, en especial en las playas. El impacto visual de estos campamentos improvisados y los vertederos vinculados a ellos es más que notable. Nos preocupa, además, el incremento del riesgo de incendios forestales que supone la acumulación de residuos y las hogueras que puedan encender los inmigrantes para preparar comida o calentarse por la noche. Tanto la Ciudad Autónoma de Ceuta, como la Delegación del Gobierno, han movilizado sus recursos, principalmente las brigadas de limpieza de sus respectivos planes de empleo, para limpiar toda la basura que van dejando a su paso algunos inmigrantes. Es un trabajo propio de Sísifo, ya que lo que se limpia hoy mañana vuelve a aparecer de nuevo sucio.

El panorama general que en la actualidad muestra Ceuta es el de una ciudad sucia e insegura. A mí, personalmente, no me dan miedo unos chavales que no suelen dar problemas, pero entiendo la preocupación de los padres con niños y niñas de edad adolescente y a las personas mayores que recelan de las intenciones de estos chicos. No es justo criminalizarla a estos chavales. No obstante, es innegable que la presencia de este elevado número de inmigrantes está alterando nuestros hábitos. Me consta que hay personas que han dejado por el momento sus paseos vespertinos por el Monte Hacho y otros no se atreven a adentrarse solos por los montes ceutíes, como lo hacían antes. La única manera que se me ocurre de combatir esta sensación de inseguridad sería una mayor presencia de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado por toda la ciudad, incluyendo las zonas naturales.

Todos los ceutíes estamos deseando recuperar la normalidad después de los graves sucesos de los pasados días 17 y 18 de mayo. No va a resultar fácil lograrlo. Al menos de esta crisis hemos obtenido un inesperado y contundente respaldo de la Unión Europea y una mayor atención del gobierno central. Ceuta necesita más medios en la frontera y más recursos para atender a los inmigrantes que han accedido a nuestra ciudad. No menos importante es el diseño y puesta en marcha de un plan estratégico para Ceuta. Tal y como ha comentado esta semana el Secretario de Estado para la Unión Europea, durante su visita a Ceuta, nuestra ciudad no puede quedarse al margen de las acciones incluidas en el plan europeo de recuperación y resiliencia, cuyos dos ejes vertebradores son las políticas ambientales y la digitalización. Sobre esta segunda línea de promoción del desarrollo económico el gobierno de la Ciudad viene trabajando desde hace algún tiempo, pero apenas se ha hecho algo en el campo de la economía verde y circular. Dentro de esta esfera ambiental, la Unión Europea va a inyectar muchísimo dinero a la movilidad sostenible y al programa de rehabilitación de vivienda y regeneración urbana. No podemos desaprovechar estas ayudas teniendo en cuenta el escaso grado de implantación en Ceuta de los vehículos eléctricos, el deficiente estado nuestro parque inmobiliario o las graves carencias de muchas barriadas periféricas.

Las administraciones públicas se enfrentan a un enorme reto de gestión de los cerca de 200.000 millones de euros que nuestro país va a recibir procedentes del fondo Next Generation EU. La experiencia reciente en la ejecución de los fondos europeos pone en evidencia que España está mal preparada para absorber las ayudas europeas. En el último marco financiero plurianual sólo logramos aprovechar un tercio de todas las ayudas europeas que pusieron a disposición de nuestro país. Quienes hemos gestionado proyectos europeos conocemos la ingente y compleja burocracia que conllevan, a la que que viene a sumarse la propia de España. La mezcla termina generando un tampón en el estrecho cuello de botella de circulación de los fondos europeos. Si no se disuelve este tampón agilizando los trámites burocráticos y dotando a las administraciones de más personal y gestores bien formados, mucho me temo que el aprovechamiento real del fondo Next Generation EU va a resultar ridículo.

Las crisis vienen siempre de la mano de inesperadas oportunidades. Marruecos pasó a mediados del mes de mayo de las amenazas a los hechos pensando que España y la Unión Europea, como era habitual, no iban a dar la cara por Ceuta, pero se han equivocado. Yo he sido el primero en sorprenderme de manera positiva. Nunca antes se había logrado una condena tan mayoritaria del parlamento europeo por las malas artes de Marruecos en la frontera sur de la Unión Europea. El respaldo que ha recibido nuestra ciudad ha sido nítido y sin ambages. Esto nos permite mirar al futuro con esperanza al sentir que no estamos solos. Tenemos al lado nuestro a España y a toda la Unión Europea. El deseo de todos es restablecer las buenas relaciones con nuestros vecinos. Marruecos es un gran y bello país y sus habitantes personas hospitalarias y amables. Yo me solidarizo con nuestros hermanos del otro lado de la frontera que lo están muy mal sumidos en la desesperación y la falta de esperanza. Muchas familias han perdido su precario medio de subsistencia dependiente del paso fronterizo del Tarajal. Si su gobierno mirase por ellos no perderían ni un instante en trabajar juntos a las autoridades españolas en beneficio del desarrollo económico, social, político, cultural y artístico de toda la región del norte de África. La riqueza natural y cultural de la región tangerina y tetuaní es incalculable. Podrían convertirse en un extraordinario foco de atracción turística si todos pusiésemos lo mejor de nosotros mismos en proteger y poner en valor su patrimonio natural y cultural. Hagámoslo por el presente y futuro de los ceutíes y nuestros vecinos marroquíes, merecedores, como todos los seres humanos, de una oportunidad de vivir una vida digna.

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