El 2015 se antoja un año movido en cuanto a citas electorales. Los partidos ya han entrado en campaña electoral. En estos días discuten quiénes serán los integrantes de la lista de elegidos para representar sus respectivas propuestas políticas y cuál será el programa electoral que van a presentar a la ciudadanía para intentar captar su voto. Cada partido lo hace a su manera. Unos con reuniones sectoriales, y asambleas en las
calles; otros con documentos expuestos en la red, abiertos a las sugerencias de los ciudadanos; y algunos contactando directamente con los agentes sociales, económicos y cívicos para conocer sus inquietudes y demandas. Nosotros fuimos invitados por un partido político, UPyD, para que les expusiéramos nuestra opinión sobre los principales retos ambientales a los que se enfrenta la Ceuta del siglo XXI.
El primero de estos retos, como venimos insistiendo desde hace muchos años, es el de la sobrepoblación. Tal y como expusimos en nuestro informe sobre la evolución demográfica de Ceuta, la capacidad de carga del territorio ceutí está desbordada. La capacidad de carga corresponde a la posibilidad que una ciudad presenta para hacer frente “al exceso de presión por parte del hombre: autodepurándose, absorbiendo y reciclando los residuos, restableciendo recursos, manteniendo intactas las calidades no renovables, entre las que también está el bienestar social”. Sobre este asunto el grupo de expertos de ‘Ciudades Sostenibles’ que trabaja para la Comisión Europea viene insistiendo en los documentos que ha redactado sobre la necesidad de que “reconozcan la capacidad de carga del medio ambiente a nivel local, regional y mundial como principios de referencia dentro de los cuales se pueden discutir otras consideraciones”.
Hablar de capacidad de carga es hacerlo también de límites, ya que todo, como ya decía Aristóteles, tiene un límite mínimo y uno máximo, más allá del cual la vida es imposible. Lewis Mumford declaró hace más de medio siglo que “las limitaciones en lo que se refiere al tamaño, a la densidad y al área son absolutamente necesarias para lograr un intercambio social efectivo y, por lo tanto, son los instrumentos más importantes del proyecto racional, cívico y económico. En el pasado se ha puesto resistencia para establecer esos límites y ello se ha debido principalmente a dos hechos: la suposición de que todos los cambios “hacia arriba” en magnitud eran signos del progreso y automáticamente “buenos para los negocios”, y la creencia de que esas limitaciones eran esencialmente arbitrarias, por el hecho de que proponían “reducir la oportunidad económica” –esto es, la oportunidad para hacer ganancias mediante la congestión– y detener el curso inevitable del cambio. Todas esas objeciones se basan en la superstición”.
Queda claro que si no somos capaces de discutir y consensuar un plan para reducir la excesiva carga poblacional que soporta Ceuta nuestro futuro inmediato no pinta nada bien. Bajo los actuales parámetros de crecimiento demográfico y urbano nuestro consumo de capital natural va a seguir siendo muy elevado. Hasta la fecha, nuestra transformación del entorno no ha respetado la singularidad y la belleza de Ceuta. Y aún se quiere seguir consumiendo suelo y alterando nuestros paisajes, algunos tan singulares como el Monte Hacho, para mantener a flote un sistema económico fagocitador e insaciable. Esta patología metabólica que nos hace consumir más y más terreno, sin importar las consecuencias, se agudiza con la anarquía que caracteriza al urbanismo ceutí. Las viviendas ilegales han ocupado arroyos y espacios naturales causando, en muchos casos, un daño irreparable a nuestro medio ambiente.
Entre los márgenes del escaso territorio ceutí se representa una tragicomedia pantagruélica, bajo los lemas “Haz tu voluntad” y “despilfarra como puedas”. Una voluntad egocéntrica que nos lleva a consumir de manera compulsiva y a movernos de una manera nefasta. Los ceutíes tenemos unos pésimos hábitos de movilidad. No se entiende que en una ciudad tan pequeña la gente haga un uso tan excesivo de los vehículos privados. Claro que también las administraciones no hacen nada para ofrecer alternativas más sostenibles de movilidad urbana, como la habilitación de carriles para bicicletas.
El “despilfarra como puedas” es nuestro lema favorito. Estamos a la cabeza de consumo energético por habitante. Nada de extrañar teniendo en cuenta que en Ceuta todo el año es feria a tenor del excesivo alumbrado público que ilumina las calles del centro urbano. Una feria decorada con plantas ornamentales que son necesarias reponer cada quince días y regar a diario. ¡que agua no falte!. El despilfarro de agua ha sido literalmente de juzgado de guardia. Hemos llegado a acumular unas perdidas en la red del 60 %, lo que ha supuesto un coste económico y ambiental elevadísimo. Pero, claro, como era el Estado quien pagaba, ¡qué más daba! No fue hasta que le advirtieron de que le iban a cortar el grifo, nunca mejor dicho, cuando las administraciones decidieron emprender un ambicioso plan de renovación de la red de distribución que está dando los frutos que eran previsibles dieran en términos de ahorro y eficiencia hídrica.
“El despilfarra como puedas” se traduce, del igual modo, en unas tasas de producción de residuos muy elevadas, una de las primeras de España, acompañadas con una gestión tradicionalmente ineficaz, improvisada y desastrosa. Hay que reconocer que ha mejorado en los últimos años, pero aún seguimos sin contar con un Plan Integral de Gestión de Residuos que permite reducir nuestro nivel de generación de residuos, así como incrementar los niveles de reutilización y reciclaje de todos los materiales que hasta la fecha terminan en los vertederos o en las vaguadas y montes ceutíes. No es tolerable ni asumible que en el siglo XXI, y en una ciudad europea, el entorno se vea salpicado, aquí y allí, por todos los residuos que individuos desaprensivos, incultos, insensibles y maleducados vierten sin pudor ni vergüenza.
El “haz tu voluntad” es el lema preferido de los que disponen –con la connivencia de la administración local– terrazas en espacios acústicamente saturados, sin importarles la salud y el bienestar de las personas que residen en su entorno inmediato. O de los que construyen donde les da la gana, aparcan donde quieren, expulsan gases contaminantes desde sus vehículos o vierten hidrocarburos desde sus instalaciones o desde las tuberías que administran. Hacen lo que quieren porque les importa un pito el bien común y porque saben que las administraciones son bastante laxas a la hora de exigirles que cumplan con unas mínimas normas de convivencia ambiental.
Ya ven que queda mucho por hacer para sustituir los lemas “haz tu voluntad” y “despilfarra como puedas” por los de “Piensa por los demás y tu entorno” y “consume con moderación e inteligencia”. Si algún partido político, además del referido, quiere escuchar nuestro diagnóstico de la situación y conocer nuestras propuestas para resolver los retos ambientales de Ceuta estamos a su entera disposición. Ojalá todos los partidos que concurren a las próximas elecciones den la importancia que merece a los asuntos ambientales en el pensamiento y la acción política y cívica. Nos va en ello nuestro futuro.
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