En estos días de incertidumbre política y de generalizada preocupación por el próximo futuro de España, pienso que lo más adecuado para conseguir, al menos, unos momentos de distensión y algunas sonrisas, es relatar la por ahora breve historia de mi sobrina Ángela, que aún no ha cumplido los dos años de edad.
Ángela del Carmen (pues ese es su nombre de pila) es hija de mi sobrino Daniel, lo que en puridad la convierte en sobrina-nieta, sevillana de nacimiento y residencia, está demostrando una curiosa inclinación por la comida que merece la pena relatar.
Cuando solamente caminaba a gatas, Ángela ya solía meterse debajo de la mesa donde comían los mayores en busca de cualquier pedacito de alimento que pudiera haber caído con el fin de llevárselo a la boca.
Este pasado verano, durante el día en el que su familia vino a visitarnos en la casa de Ronda, pude comprobar personalmente, mientras comíamos en una venta, cómo, ya andando, iba de una mesa a otra con similar propósito, aprovechando cualquier descuido de su madre.
Pero las hazañas más divertidas las ha realizado durante las recientes fiestas navideñas. La familia completa (padres y cuatro hijos) asistió a misa. Como es costumbre en tan señaladas fechas, al concluir la ceremonia el sacerdote oficiante se situó a los pies del altar sosteniendo una imagen del Niño Jesús para que los fieles que quisieran fuesen pasando a besarla en señal de veneración. Todos los componentes de la familia se acercaron para hacerlo, pero cuando le tocó el turno a Ángela cuantos miraban pudieron comprobar, perplejos, cómo la niña, en lugar de besar, lo que hizo fue darle un bocado a la imagen. Evidentemente, la encontró apetitosa
Aún hay más. La noche de Reyes, como es costumbre en muchos hogares españoles, la familia preparó y dejó en el salón un piscolabis para obsequiar a Sus Majestades, con tres copas de anís y tres polvorones. Algún tiempo después, los padres volvieron a entrar en el salón y vieron, con sorpresa, que de los polvorones solo quedaba la envoltura. Tras haberse colado subrepticiamente ¡Ángela se los había comido!
Quede constancia de que la niña está sana y perfectamente alimentada. Cuando existen pequeños a los que resulta preciso perseguir y mimar para conseguir que tomen una cucharadita, pienso que Ángela, en ese sentido y en muchísimos más, porque, aparte de comilona, es simpática y cariñosa, resulta una auténtica “sonrisa del destino” como la frase que dijo textualmente Pablo Iglesias cuando, tras ser recibido por el Rey pese a haberse presentado en mangas (remangadas) de camisa, aludió a la posibilidad de que Pedro Sánchez llegue a la Presidencia del Gobierno, con él de vicepresidente. Ahí es nada; quiere formar el “Gobierno del 29 de junio”, San Pedro y San Pablo, aunque estos dos bien poco tienen de santos. Fue San Ignacio de Loyola quien afirmó aquello de que en tiempos de tribulaciones no hay que hacer mudanzas, pero ahora resulta que algunos sueñan con mudarse a la Moncloa, echando a otros de allí.
No quería, pero resulta que he recaído en aquello que hoy pretendía evitar: tratar de política. Y, encima, eso de la investidura no le preocupa absolutamente nada a mi sobrina-nieta Ángela. Así se puede ser completamente feliz, como ello lo es y le deseo que, con la ayuda de Dios, lo siga siendo siempre.
Ahí la tienen, tan bonita, en una reciente fotografía, disfrazada de enfermera para asistir a una fiesta de su guardería.
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