Andrés Carrera, ejemplo de lucha

Me comunicaron el fallecimiento de Andrés Carrera sobre las doce de la noche. El compañero sabía que le tengo un cariño especial. Un cariño que se ganó con gestos, con detalles y por el apoyo incondicional que nos dio a todos los guardias civiles. Andrés fue un ejemplo para los que tomamos el camino de luchar por los derechos de los funcionarios de los Cuerpos de Seguridad del Estado.

Fue sindicalista cuando ser sindicalista en el Cuerpo Nacional de Policía era impopular, peligroso e incómodo, y luchó como nadie para que los policías lograran unas condiciones laborales aceptables e inmejorables. Los policías están en deuda con él, porque todos y cada uno de los logros conseguidos tiene una pincelada de Andrés Carrera. Fue secretario general del Sindicato Unificado de Policía, pero era representante de todos los policías, porque sabían que Andrés nunca los dejaría tirados, independientemente al sindicato que pertenecieran.
A nivel personal me dio buenos consejos, entre otros, me dijo "cuando te pregunten por algo que no puedes contestar, nunca digas no contesto, responde lo que te de la gana, aunque no tenga nada que ver con la pregunta. Los periodistas tienen la obligación de preguntar y nosotros la de responder, pero que la respuesta no te acerque al precipicio". Era un experto en comunicación y siempre estaba acertado cuando se trataba de defender a los policías y, por supuesto, al Cuerpo Nacional de Policía, porque en más de una ocasión me comentó que no se podía ser un buen sindicalista si no se era un buen policía y si no se quería al Cuerpo Nacional de Policía. Querer lo mejor para los policías, pero también para la Policía. Un argumento válido para todos los que quieran defender a una Institución. Tampoco se puede ser un buen guardia civil si no se quiere a la Guardia Civil.
Cuando puso en marcha la escuela 'Andrés Carrera', lo primero que hizo fue ofrecerla a los hijos de los guardias civiles, porque no entendía la competencia y el distanciamiento que algunos tratan de construir entre ambos Cuerpos policiales. Allí se preparó mi hijo para ser guardia civil y lo hicieron como nadie puede hacerlo, porque se hacía desde el altruismo absoluto, pero con el máximo compromiso y la mayor atención. No se pagaba nada, pero se exigía como en ninguna, porque la Academia lleva el nombre y la filosofía de un ser humano extraordinario, exigente, bondadoso e inteligente, pero sobre todo, lleva el nombre de un hombre solidario y honrado.
Andrés propicio el primer encuentro de miembros de una asociación de guardias civiles con un delegado del Gobierno. Fue con Luis Vicente Moro cuando denunciamos el trasiego de drogas desde Ceuta a la península. Denuncia que no gustó, porque ya habíamos hecho público el famoso informe 109 que tanto presumió tener el delegado del Gobierno, aunque nunca llegó a poseerlo. Andrés se enfadó y dio un golpe en la mesa, en una mesa que en esos momentos pocos se atrevían a dar golpes. Yo pensé "Dios mío, menudo jaleo". Andrés cerró la conversación diciendo: "Lo que se dice es cierto y lo sabe todo el mundo, hay que buscar y actuar contra el ladrón no contra los que denuncian". Salí de aquella reunión con la tranquilidad que da saber que Andrés selló cualquier posibilidad de réplica. Siempre estuvo a mi lado, apoyándonos cuando lo necesitamos.
Hombre con carácter, humano, un serio gracioso, buen conversador y su voz inconfundible destellaba autoridad, costaba cuestionarlo. Pero como Aquiles, tenía su punto débil y lo mostraba sin darse cuenta, sus hijas. Un día en la academia esperando para recoger a mi hijo se lo comenté. Andrés se te ha visto el plumero, se te caen las babas con tus hijas y riendo me reconoció, es verdad es mi punto débil, me pongo hablar de ellas y al final, como has dicho, se me ve el plumero.
Es difícil asumir que Andrés nos deja, sobre todo a su mujer e hijas, pero ellas han tenido la suerte de disfrutar de un extraordinario ser humano, querido por todos, un padre orgulloso y futuro abuelo consentidor de los que necesitan babero. Un abuelo que permanecerá en el corazón de la familia y de sus nietos, porque ellas les hablarán de esa gran persona que fue, por esa razón los hombres como Andrés jamás mueren porque permanecen siempre en el corazón de todos los que tuvimos la suerte y el honor de conocerlo.