Sin paliativos! después de más de cuarenta años de centralismo, Andalucía es la tierra con peores datos de pobreza, desigualdad y desempleo del territorio español e, incluso, de toda la Unión Europea. Además, no contento con lo anterior, también, poseemos los barrios más marginales de todo el panorama nacional. Asimismo, según camina el siglo XXI parece ser que el sendero socioeconómico andaluz no va a cambiar mucho por más que desde el Gobierno nos quieran vender “NEXT GENERATION” y ODS, promulgados por la UE y la ONU, respectivamente.
La ecuación es muy fácil de explicar tanto para Andalucía como en cualquier país considerado “subdesarrollado”; es decir, el centro produce productos de alto contenido tecnológico y el resto agricultura y si tienen suerte de que la naturaleza le haya dotado de buenas playas y otros bellos paisajes pues turismo. Eso sí, los recursos naturales y el capital que genere esas actividades económicas del sur son propiedad de los señores y señoras del norte no vaya a ser que los pueblerinos éstos de Despeñaperros para abajo (y de otros lares del hemisferio sur) se vengan arriba y quieran tomar decisiones para redistribuir la riqueza entre su gente.
Con esta práctica el resultado es más que conocido puesto que los empleos de calidad son adquiridos por las regiones del centro (en nuestro caso, Catalunya, País Vasco, Comunidad de Madrid, entre otros) mientras que los trabajos de pésimas condiciones laborales van directo hacia Andalucía..
Al igual que los países poderosos después de la Segunda Guerra Mundial cogieron una escuadra y un cartabón y se repartiendo los recursos naturales de África dibujando países, sin importar si dentro de ellas existían tribus enfrentadas –de ahí se explica parte de los conflictos bélicos de hoy- , para beneficio exclusivos de ellos. Pues en Andalucía, prácticamente, hicieron lo mismo. Firmaron un Tratado de Maastricht, se creó la UE y los países con mayor influencia nos marcaron una socioeconomía poco competitiva para no restarle posición económica. Por ello, Andalucía hoy es agricultura y turismo.
En este caso, solo basta con acceder al informe del Economistas Consejo General donde señala que Andalucía es penúltimo en el índice de competitividad regional (2020), de todo el territorio español (sólo superamos a Extremadura ¡Ay! Si no tuviésemos sol y playa). Esto supone que somos una tierra que apenas genera oportunidades socioeconómicas a su población.
También, este índice manifiesta que contamos con las peores cifras de productividad, I + D + i, eficiencia empresarial, entorno económico y mercado de trabajo, entre otros elementos. Este panorama vislumbra que apenas tenemos industrias y los productos que exportamos no ofrecen un gran valor tecnológico.
En este caso, al no ofrecer productos de alta tecnología, el mercado laboral que ofrecemos es de subalternidad y la relación real de intercambio, cociente entre el precio de las exportaciones y el precio de las importaciones, es ridícula. De ahí, salir de la trampa de la desigualdad en la que estamos inmersos, gracias al centralismo actual es prácticamente imposible.
Así que el centralismo nunca será una solución para Andalucía como queda demostrado tanto en el tiempo como en los datos socioeconómicos actuales. Sin embargo la realidad se acrecienta cuando; por un lado, Andalucía no tiene ninguna representación política en el Congreso de los Diputados. Esto significa que no existe ninguna voz andalucista en los sillones del Parlamento español y esto no permite denunciar nuestros “dolores” socioeconómicos como mencionaba Blas Infante.
Y, por otro lado, tampoco, somos participes en la configuración de los Presupuestos Generales del Estado. Así que los destinos de las inversiones no tendrán un final feliz andaluz.
En esta línea, estamos totalmente abandonados a nuestra suerte y al igual que otros territorios del hemisferio sur encima nos acompaña el San Benito de que nuestra situación socioeconómica es originada por ser vagos y maleantes.
La tesitura es clara, Andalucía y centralismo son como el agua y el aceite, puesto que por historia y actualidad es un binomio totalmente incompatible que sólo nos generan desigualdades en todas las esferas (económica, laboral, sexual, geográfica, genero, etnia, raza).
Andalucía y centralismo son como el “agua” y el “aceite”, ya que cómo es posible que en plena circunstancia de sequía se permita utilizar el “agua” de manera insostenible e irresponsable para actividades relacionada con el turismo; y cómo se puede explicar que siendo Andalucía el mayor productor de “aceite” del ámbito nacional se consiente que tal bien esencial de nuestra dieta tenga los precios tan elevado repercutiendo negativamente en el poder adquisitivo de los de siempre. Simplemente, la respuesta se llama centralismo y este contexto irrisorio del “agua” y del “aceite” es una paradoja para explicar que el binomio Andalucía y centralismo es un fracaso socioeconómico.
Ahora bien, agua y aceite no se ve reflejado, únicamente, en la pareja Andalucía-centralismo ya que el dúo andalucismo y no considerar Andalucía como nación es un error que también naufraga en el andalucismo de hoy.
Si no se habla desde partidos alternativos de izquierda de signo andaluz de Andalucía como nación; entonces qué diferencia tenemos, por ejemplo, con Sumar. Os puedo asegurar que no existen grandes diferencias con respecto a los programas socioeconómicos si no hacer una comparación rápida con el chat GPT.
Si seguimos titubeando en defender Andalucía como una nación el sueño de la conquista de oportunidades sólo se verá cumplido para aquellas tierras que si cabalgan bajo tal inquietud de nación por sus calles. Por ello, en Andalucía si no sentimos nuestra tierra más allá de una Comunidad Autónoma solo viviremos con la pesadilla del desempleo y la migración.
Por último, quizás el andalucismo necesita reflexión ya que, como se ha visto en las últimas elecciones, no somos atractivos sobre todo para los más jóvenes. Necesitamos de nuevos mensajes que calen mejor en la sociedad andaluza y con un enfoque más pedagógico dejando muy claro de la necesidad andalucista.
No podemos quedarnos con la palabra soberanía en términos abstractos sino que hay que explicar y concretar a la sociedad su significado. Por ejemplo, el andalucismo considera que la soberanía es recuperar y gestionar todos los elementos de la cesta de la compra para que las familias puedan legar a fin de mes. De lo contrario, las palabras sólo quedarán guardadas en los diccionarios y bibliotecas.
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