La señora Montserrat Bayés ha cumplido 81 años y ahora se recupera en un hospital de Barcelona de un trasplante de riñón.
Como todos los que esperan un trasplante, la vida comienza a sujetarse a un hilo muy fino, un tejido de esperanza, de solidaridad, de resistencia, de contínuas visitas al equipo médico y de días pendientes a un teléfono para recibir esa noticia esperada.
Durante 24 horas se respira un tiempo que se agota en una carrera cuya meta no logra verse. El reloj de arena hace visible todos los instantes que desaparecen en una cuenta atrás.
A Montserrat hace dos años que se le diagnosticó un cáncer maligno. En una primera instancia, los médicos habían logrado extirpar el cáncer y llevar a cabo su objetivo.
En las visitas posteriores, los nefrólogos se percatan que los riñones comenzaban a atrofiarse. En Enero de 2023 Monserrat sufre dos pulmonías seguidas y es trasladada al hospital.
Los valores de la sangre comienzan a caer empicado, riñones empiezan a dejar de funcionar. Sin dilación ingresa en el hospital de Moyet (centro de referencia de nefrología de la comarca). Tiene que someterse a una diálisis de urgencia.
Martes, jueves y sábado tendrá que ir a Barcelona a sesiones de diálisis: 51 kilómetros diarios desde San Celoni (residencia habitual).
La alternativa de ir a Granollers, cuya distancia es de 23 kilómetros ofrece la ventaja de hacer un recorrido más corto.
Montserrat ingresa en lista de espera. El sábado pasado una llamada indica que hay un posible donante y que tiene que presentarse en el Hospital del Mar en Barcelona. Comienzan las pruebas, hay dos candidatos para el trasplante.
Ya entrada la noche los facultativos encuentran un problema de incompatibilidad y, de nuevo, hay que repetir todas las pruebas. El trasplante se realizado con éxito y, al parecer no hay evidencia de rechazo. El riñon de un donante comienza a funcionar en otro cuerpo.
Donantes, médicos, organización de trasplantes, coordinación, trabajo en equipo; todo ello hace posible rescatar vidas, volver a tener una segunda oportunidad cuando todo parece perdido. La lucha interminable logra ganar la partida.
En las redes sociales Josep, el hijo de Montserrat escribía: “En ocasiones desconfiamos de las personas y de sus intenciones, perdemos la fe en la humanidad; pero no siempre es así. Gracias a familiares, amigos y gente cercana por vuestras muestras de cariño. Hoy mi alma se llena de alegría y satisfacción por estar rodeado de gente tan fantastica, mil gracias”.
Así suena el CAÑONAZO de la solidaridad, de los que siguen en pie luchando contra viento y marea, de los que no se rinden, de los que no claudican.
En alguna parte del mundo se oirá este CAÑONAZO y alguien que no conocemos vendrá al rescate.
Enhorabuena de parte de las cientos de personas que nunca te han abandonado.
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