Ha sido “un cruce complicado”. Ana María Romero atravesó el pasado jueves el Estrecho, según Antonio Montiel, patrón del barco de la organización que la acompañó, “como es, no una travesía descafeinada”. “No se encontró nada a favor y se lo tuvo que trabajar porque las condiciones de corrientes fueron casi todo el camino adversas, con lo que se lo ha ganado a pulso porque otras veces resulta mucho más sencillo”, ha elogiado.
La gaditana, afincada en Ceuta desde hace años, partió desde la isla de Tarifa y llegó a la costa marroquí en las inmediaciones de Tánger en 6 horas y 5 minutos para recorrer 17,5 kilómetros con un viento de Poniente de fuerza 2-3. Toda la travesía la hizo con corrientes adversas (de 0,7 a 1,5 nudos, especialmente en la mitad sur del trayecto) que le impidieron avanzar a una velocidad “normal”.
Para Romero se trata de “un reto conseguido” a través de una experiencia “alucinante desde el primer minuto que pasé en el agua hasta que llegué a tierra”. “Me he hartado de nadar, más de seis horas sin parar, esperando encontrar algo a favor en el Estrecho que no hallamos pero estaba preparada, sobre todo a nivel mental, para superar lo que fuera sin rendirme”, valora la nadadora, que durante el último año no ha dejado de echarse al mar hasta cuando los barcos no podían llegar a Algeciras.
Romero contó durante unos minutos con la compañía de cuatro delfines (le faltó “la ballena”, bromea) cuyo recuerdo todavía la deja casi sin palabras varios días después de la hazaña, en la que “en ningún momento” pensó en abandonar pese a que durante “mucho” tiempo (más de una hora), aunque pidió no saber de minutos ni de kilómetros recorridos, estuvo “atrapada” en una corriente que le impedía avanzar. “El equipo organizador del cruce es sobresaliente, para quitarse el sombrero, me cuidaron todo el camino muy pendientes de mí y todo eso es de agradecer”, destaca la psicoterapeuta. “Sí se puede, también con fibromialgia como yo, hay una luz y el mensaje que yo quería transmitir a todos los enfermos es ese, que sí se puede”, ha valorado.
Romero hizo la travesía con el apoyo de Marian de Ceuta y Manolo de Benalup, su ciudad natal, y recuerda con especial emoción el momento en el que “no podía más” pero vio a Fernando, la persona que pilotaba la zódiac que la acompañaba, ponerse el silbato en la boca: “Ahí dije ‘ahora sí, lo has conseguido, campeona, se puede’ y fui llorando hasta la costa”.
La deportista, que pocos días antes había superado varias crisis de su enfermedad, tuvo ayer palabras de agradecimiento para sus médicos, su entrenador (Javi Bonet), su club (Tridingo), su pueblo (Benalup), sus amigos, sus pacientes, su familia “y para todos los que me han ayudado a hacer realidad que el mensaje ‘Con fibromialgia sí se puede’ se conozca y se ¿extienda?”.
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