Ana Griott llegará este miércoles a la Biblioteca Pública del Estado Adolfo Suárez para hacer disfrutar de una doble actividad. Por un lado, participará en una reunión del Club de Lectura que versará sobre el libro El hombre Cebú y la hermana pequeña y otros cuentos de las niñas de Madagascar a las 18.00 horas. Seguidamente, impartirá una sesión familiar de cuentacuentos.
¿Cómo definiría a Ana Griott?
Yo creo que soy una persona que ama las buenas historias y sobre todo escuchar. Escuchar a la gente que encuentra difícil ser escuchada porque es gente que pensamos que no tiene voz y tiene más voz que nadie. Toda esta gente que son los depositarios de la tradición oral, de la literatura en la mayor parte del mundo. Yo creo que soy eso, ¿no? Soy editora, escritora y narradora oral también. Todas, las tres cosas, giran un poco en torno al arte de contar y de escuchar.
¿De donde viene su interés por la narración oral?
Nací en León y cuando era pequeña mi padre me llevaba a casa de una señora que nunca jamás me contó un cuento, era mi abuela. Ella no me contó un cuento porque vivimos en un momento histórico donde la consigna era no significarse. Y mi abuela, como muchas personas en esa época, tenía miedo porque el miedo es algo propio de las dictaduras. Así que guardaba silencio y jamás me contó un cuento.
Me tocó aprender a escuchar en silencio y querer a la gente que no tiene voz y que no cuenta, pero que cuenta más que nadie.
"Me tocó aprender a escuchar el silencio y querer a la gente que no tiene voz y que no cuenta"
Mi madre tampoco me contó cuentos porque ella era gallega, no había ido a la escuela, que era donde se aprendía el castellano en un momento en el que en este país las lenguas que no eran castellano estaban prohibidas, eran lenguas de paletos, de gente inculta. Así que mi madre, cuando se casó con mi padre, iban camino de León y mi padre dijo, ¡Socorro!, que así se llamaba mi madre, “ni una palabra de gallego” y mi madre guardó silencio también y nunca me contó un cuento.
Pero ella cantaba y cantaba en gallego, porque las mujeres silenciadas cantamos. Ese fue el primer contacto que tuve con la literatura y ese contacto con la literatura, la poesía, las canciones que mi madre analfabeta cantaba... ha sido como una espina dorsal en todo mi trabajo de investigación y de visión y también de escritura.
Ha viajado por muchos lugares para recopilar la narración oral de esos sitios. ¿Qué se lleva de esos lugares?
Me quedo con la gente siempre. Con esas manifestaciones literarias de la gente que no escribe, que es la mayor parte del mundo, y que tienen una literatura oral, una historia oral, religiones orales y un montón de valores que tienen que ver con todo eso que son el respeto de los ancianos y de vivir de una manera sin depredar el medio ambiente. Y todo eso lo aprendo viajando sobre todo a África.
"Creo que todos nacemos con una biblioteca debajo del brazo que son esas historias familiares"
¿Cree que todo el mundo tiene algo que contar?
Sí, sí lo creo. Creo que todos nacemos con una biblioteca debajo del brazo que son esas historias familiares que nos acompañan en nuestra infancia y que nos construyen como personas. Y creo que es muy importante, además, escuchar las historias de todos y darle importancia a todas las historias que cada uno de nosotros tenemos que contar.
Tiene una editorial que se llama Libros de las malas compañías. ¿Qué nos puede contar sobre ella?
Yo fui editora 25 años en Ediciones Ciruela y en 2014 pensé en hacer algo un poco diferente. Somos una editorial única en el mundo porque viajamos a lugares donde, por eso nos llamamos Malas Compañías, tu esposo o tu padre no te dejarían ir seguro a escuchar a la población del sur de Senegal, a la selva de Camerún, a Mozambique.
"Hay que darle importancia a todas las historias que cada uno de nosotros tenemos que contar"
Nos vamos también a los campamentos de refugiados en Tindúf, donde la población saharaui lleva casi 50 años olvidada y en campamentos en una tierra ocupada ilegalmente, según la ONU. Y también nos vamos a Madagascar a escuchar a las niñas que viven en el sur de la isla, las primeras desplazadas climáticas de este mundo. Vivían en una zona donde llevan 40 años de sequía y han sido desplazadas a una tierra que también es bastante inhóspita.
Y allí, muchas de ellas caen en las redes de prostitución infantil. Y hemos ido con una ONG que se llama Agua de Coco a las residencias que ellos construyen para que estas niñas tengan estudios, una comida, atención y una red que las soporte y las cuida.
¿Cómo se siente porque el club de lectura de Ceuta haya elegido un libro suyo para su reunión?
Súper afortunada porque normalmente los clubes de lectura apuestan mucho más por la novela y no tanto por recopilaciones de cuentos. Así que me parece maravilloso que el Club de Lectura de la Biblioteca de Ceuta haya elegido este libro.
"Vamos a Madagascar a escuchar a las niñas que viven en el sur de la isla"
Yo voy feliz de poder mostrarles, voy con audios para que escuchen la voz de las niñas, con fotografías de esas personas que han contado los cuentos, cómo hemos hecho el proceso de ilustración, porque hemos bordado con las niñas los cuentos que nos han contado sus abuelas, sus abuelos.
Y tengo muchas ganas de enseñarles todas estas cosas que hemos hecho en Madagascar con los niños y las niñas, con una ayuda de residencia del Ministerio que nos permitió llegar allí y estar con ellas durante más de un mes, escuchando sus historias, conviviendo con ellas, empapándonos de su cultura, de sus tradiciones, de su forma de ver el mundo. Es una cosa absolutamente increíble.