Para todos aquellos que buscan el amor en cualquier parte.
Voy camino a Barcelona persiguiendo una voz, no he seguido el consejo de Ulises porque no me importa que las sirenas me dejen sin alma, sin aliento, sin brazos para abrazarte o labios para sentir lo prohibido, la manzana robada del paraíso que no he probado. Me acompaña la serpiente de Eva, el pecado y no temo nada, nadie; ni la ira de Dios, ni las siete plagas, ni la amenaza del infierno, ni el desprecio de los dedos acusadores que me señalarán.
No escapo de nada ni nadie, he dejado de ser el fugitivo, el prófugo, la persona más buscada en los carteles de las comisarías sociales.
Aunque me convierta en estatua de sal y pase la eternidad con la mujer de lot seré un mar cristalizado con las olas dibujadas en mi rostro.
Esa voz a ti debida, esa sonido que pronuncia mi nombre en el aire, en la nube informática del corazón de mi ordenador.
Así te he conocido sin conocerte, sin cuerpo, sin unos ojos azules como los mares de piratas.
Eres alguien, no sé dónde te encuentras ni dónde seguir tus huellas porque son invisibles en una playa invisible.
Estás en la red de una aplicación, eres fruto de mi imaginación enferma, colgada en el armario más de 50 años. Ahora salgo a la luz, escapado de la caverna y orgulloso de haber roto los grilletes con la fuerza de titanes.
Ahora voy a verte, a conocerte, a darte abrazos que no te di, los besos refugiados, a pasearme por tu cuerpo para descubrirte, para que me descubras, para descubrimos.
Y seremos lo que nos daba terror imaginarnos lo que nos que ni nos atrevimos a soñar.
Estoy llegado a la piel que habitas, a tus manos levantadas que me hacen señales. Veo una sombra lejana y acelero el paso a ritmo de los latidos del corazón. La adrenalina, el sudor de la esperanza, la lengua pegajosa y seca no desaceleran mi marcha.
Supe de tí en las redes y caímos en la trampa, pero la fuerza que nos teníamos rompió todos los hilos tejidos por las normas de una sociedad en decadencia.
Me he resistido a los consejos alarmante, he empujado a los agoreros, a los que tañen las trompetas del apocalipsis.
Me has preguntado mi nombre.. Sí, soy yo, Carlos. Y así, después de cincuenta y cinco años y un día he conseguido la libertad porque tú me has hecho libre, nos hemos libres y la tierra prometida será nuestra nueva casa.
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