Opinión

Un amor de ayer

Escribir aflorando sentimientos fue mi primera gran afición. Lo hacía desde muy joven y los poemas de entonces, se quedaron en un cajón arcaico… porque eran poemas nacidos de unos sentimientos muy profundos hechos desde un corazón sano. Pero poco a poco, se fueron quemando entre los ilimitados trazos que proponía la vida, esa vida que nunca tuvo un destino para que fuera reconocido. Recuerdo de una preciosa chica que me hizo una poesía. Recuerdo que su nombre era Mercedes. Pocos días más tarde, dejé de sentir sus pasos cerca de la comisura fresca y fría de nuestros bellísimos y sensuales labios. Fue entonces cuando pude sentir lo que era el amor. Se tuvo que ir de noche porque… porque ya no la volví a ver. Mis sentimientos hacia ella iban más lejos de lo imposible, esperaba cerca del portal de su casa para alimentar mis ojos. Creo que ella lo sabía y se hacía la interesante. Pero la verdad es que me sorprendió con aquella poesía de tan alto nivel. En ella, aunque no expresaba claramente sus sentimientos, si dejaba claro que me consideraba como un ser superior, que tenía el carisma suficiente para conseguir mis propósitos. Fue éste un hecho que no me esperaba, que en verdad no estaba preparado para recibir aquella misiva con cantos poéticos. Y yo me sentí morir, aunque nunca llegué a saber si me amaba, si me quería o era simplemente un brindis al sol. En las escaleras que daban a su casa, cerca de la glorieta del Teniente Reinoso, crucé unas bellas palabras con ella y lo hicimos labio con labio, intenso: -Quiero decirte que te amo, que ya no puedo vivir sin ti y me gustas mucho-. Ella se sintió muy halagada y creo, si creo, que nuestros labios llegaron a tocarse. No sé, posiblemente fuera un sueño o es que yo estaba tan perdido que ya casi lo he olvidado. Pues sí, ahora no recuerdo si aquello fue una realidad.

En un día de lluvia con el sol brillando en el cielo, cuando la luna se abrazó a mí para decirme que me quería, debajo de una bolas de granizo parecidas a un silencio adormecido, cuando en la esquina de mi corazón se estrelló la humedad ingrata de una noche sublime vestida de blanco, me decidí a subirme al tejado de su mansión para desearle un sueño donde yo fuera el protagonista, que contara con los sonidos maravillosos que surgen cuando una caracola se besa con la orilla de una playa desértica, en ese lugar dónde morásemos ella y yo montados en una ola gigantesca y voluminosa, en ese mundo rosado de corolas verdosas, de una mano que agarra otra mano y suena el hilo musical de una canción que no habíamos escuchado jamás… que la amaba de una manera venerable para dormir agarrado a esa estrella que tenemos reservada en el cielo azul que paso a paso, se carga de locura, de amor casi herido por una nube blanca que recorre aquel camino que nunca llegó a existir.

Luego de sentirme lamentablemente inservible, pude comprobar que de aquellas olas gigantescas que me dotaban de melancolía, pálido ante el azul y blanco de la luna que mordía los símbolos de unos días perdidos en el tiempo, que de aquella caracola que cantaba canciones cuando nadie la escuchaba, llegué a percibir que en los bajos de mis sueños empezaba a descorrerse una cortina blanquecina y oscurecida por un rayo de sol sórdido, un aviso de que ella no sería mía nunca porque nuestros corazones estaban rotos, en consonancia con aquella edad juvenil que nos impediría transitar por el rugido mágico de la vida.

Este escrito, cargado de melancolía, no intenta deslumbrar al lector. Solo es un alegato en favor de aquellos tiempos donde el amor era la fuente de nuestras vidas, casi la vida de todos. Mi impresión sobre la actualidad de los jóvenes de hoy no se puede comparar con aquellos tiempos. Ahora tenemos chicos y chicas de muy corta edad que, es posible que no sea culpa de ellos, se desarraigan con facilidad de aquellos bellos momentos, no dándole importancia al amor y donde hoy les gusta uno y mañana sienten simpatía por otro. Con todos estos argumentos, que no son utópicos, son la expresión cargada de tristeza por los derroteros a los que día a día nos llevan estos extraños tiempos.

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