No quisiera yo aburrir al respetable parándome demasiado en explicar de nuevo con detalle aquello de Sony y Marvel, que puede llegar a ser confuso para profanos en el mundillo. El asunto, y resumiendo, es que la primera compañía tiene por contrato los derechos cedidos del universo Spider-Man (antes de que Disney comprase la multinacional del cómic), y como no son idiotas, aunque más mal que bien, está explotando el filón hasta que Marvel recupere sus derechos al completo.
Así las cosas, Sony ha ha ido contando y recontando, uuuuna y otra vez, las andanzas del trepamuros, uno de los baluartes del sello dada su popularidad, y de sus páginas sale este spin-off, el también popular archivillano simbionte que con esta lleva ya tres entregas de despiporre, excesos y evidencia de falta de propuesta real como vía para el espectáculo visual, este sí, de diplomados con buena nota en cine de superhéroes.
En esta ocasión, Kelly Marcel, guionista de la trilogía (también de esta tercera entrega), parece haberse dado cuenta de que no se ha matado a trabajar precisamente, y ha optado por justificar el a buen seguro sueldazo, porque también es productora, encargándose de dirigir la película; ¿para qué contratar a alguien de fuera si tienes al “artista” dentro de casa?
Y para esta oda a un subgénero que se siente más que fatigado, la cinta, por fortuna, vuelve a contar para su papel protagonista con Tom Hardy, que tiene una sorprendente facilidad para la comedia y se antoja lo más potable del descarrilamiento general de un personaje que comenzó sus andanzas en el cine (y en el cómic) dando miedito al personal y ha acabado cantando y bailando. Como lo leen. Eso sí, la particular relación de amor/odio, enemistad/camaradería del humano con el alien huésped, sigue teniendo su gracia, en parte debido a la mencionada capacidad de Hardy para abstraerse de lo absurdo del contexto.
Y hablando de contexto, de contenido, siendo muy generosos con el término, la historia nos sitúa esta vez a la extraña pareja en el punto de mira de las autoridades, claro está, como lo dejaron en la anterior entrega, pero este “último baile” (¿lo será de verdad?), aporta una vuelta de tuerca; también hay un tiparraco megacósmico que puede acabar con el universo conocido y también el inventado, que para desatarse sólo tiene que escapar de vaya usted a saber dónde (no es que la explicación sea muy compleja, sino que por intrascendente no se le hace demasiado caso), y manda a unos terribles bichos salidos de vaya usted a saber dónde a conseguir esa alegórica “llave”, que posee precisamente el binomio Eddie Brock-Venom, por vaya usted a saber qué motivo. El caso es que todo esto, y poco más, sea el pretexto del despiporre, las escenas espectaculares de acción, los gags cómicos y socarrones, del pim pam pum, y de hora y media aproximada de entretenimiento para poco exigentes a caballo entre lo grotesco y el placer culpable. Las cartas sobre la mesa, que la propuesta, sólo hay que ver el trailer, honesta es y no engaña a nadie. Ustedes mismos…
Puntuación: 4
corleonne76@yahoo.es
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