Opinión

Alquimia interior y exterior (I)

Intento encontrar una explicación a la ausencia de referencias en los trabajos de historiadores y arqueólogos sobe los mitos y las prácticas sagradas a autores como C.G.Jung, Mircea Eliade, Joseph Campbell o Jules Cashford, entre otros. Puede que la razón estribe en la consideración de los estudios de los mencionados investigadores como poco científicos, objetivos y fiables. Se prefiere acudir a la literalidad de los textos o a la interpretación tradicional de los vestigios arqueológicos.

A mí me interesa ir más allá de lo evidente -como hicieron Freud y Jung- para adentrarme en el complejo mundo del inconsciente por la puerta que han dejado entreabierta los mitos y los ritos sagrados y mágicos. Estoy dispuesto a servirme de lo aspectos irracionales de mi psique, de la intuición y de la emoción extática en mis investigaciones.


Fue el contacto directo que establecí con la naturaleza y el espíritu de Ceuta el que me permitió vivir una experiencia totalizadora y mística que activo en mí el quinto elemento. Muy interesante a este respecto es el trabajo de Rosario Scrimieri sobre los cuatro elementos en la Vita Nuova de Dante. Según este estudio, el agua de la vida habría que entenderla como una sustancia divina que purifica la parte oscura de la conciencia y facilita una renovación en la actitud y disposición ante la vida (Scrimieri, 2006: 225).

Saco como conclusión de mi lectura de la mencionada obra de R.Scrimieri que mis escritos corresponden a la etapa “agua en aire” que acontece cuando se logra la síntesis de la intuición, el pensamiento y el sentimiento. A partir de ese instante, suelen aparecer una serie de cualidades de las que antes carecíamos; “curso seguro y encauzado del componente emocional, afluencia de la palabra que en aquel momento todavía se regía por las pautas de lo colectivo. Ahora, en cambio, el curso del río claro y fluyente se asocia al encauzamiento consciente de las emociones y a la afluencia de la palabra según el impulso de la propia inspiración” (Scrimieri, 2006: 228).

"Mi propósito es devolver el agua de la vida a Ceuta para evitar la sequedad y el endurecimiento de su genius loci"

El espíritu de Ceuta, encarnado en Sophia aeterna, ha ejercido el papel de Beatriz en la Vita Nuova de Dante. Los paisajes de Ceuta han pasado a ser para mí objeto de contemplación intelectual y estímulo de intuiciones. De alguna manera, he emprendido el camino que lleva a superar el conflicto entre la función superior (la trascendencia) y las inferiores (las sensaciones y los sentimientos) gracias al ejercicio de la imaginación y el poder de los símbolos. Me he elevado a un plano superior desde el que contemplo el significado más profundo de mi ser y de la vida. Veo con claridad que deseo llegar a la conjunción de opuestos y de los cuatro elementos que hace posible lograr la quinta esencia o agua de la vida.

La liberación del espíritu de Ceuta ha discurrido paralela a la de mi propia alma. En ambos casos, se trata de conseguir una síntesis de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego). Este proceso alquímico conlleva la liquefactio, es decir, “la conversión de algo en un líquido para liberar la prima materia, la cual a menudo se ha endurecido y solidificado en forma errónea provocando “una disolución de la personalidad en lágrimas y desesperación” (Von Franz, 1975: 172-173). En este sentido, mi propósito es devolver el agua de la vida a Ceuta para evitar la sequedad y el endurecimiento de su genius loci. Yo pretendo lograrlo vertiendo las aguas de mis percepciones y sentimientos en forma de escritos y libros (Pérez Rivera, 2019; 2020).

Si el nacimiento de mi alma ha ido dependiendo de la integración de mi cuerpo (instintos), del despertar de mis aletargados sentidos, de mis sentimientos, de la atención a las intuiciones y del cultivo del pensamiento y la imaginación, algo similar será necesario para revitalizar el espíritu de Ceuta. Puede que una cosa vaya unida a la otra. Según despertamos nuestras respectivas almas lo hace el de los lugares en el que vivimos y el de las personas que nos rodean. Nos necesitamos de manera mutua.


No cabe duda que el elemento que más me atrae es el agua. Según Jung, el agua desempeña un papel importante en el regreso del alma como “elemento vivificador” (Jung, 1993: 153; Scrimieri, 2006: 234-235). El día 21 de diciembre de 2020 entramos de lleno en la era de Acuario. Las aguas de un inagotable cántaro se verterán sobre la tierra para nutrirla y alimentarla.

Yo he experimentado un proceso alquímico de sublimación. En esta fase se pasa, de manera directa, del estado sólido al aéreo sin pasar por el estado líquido intermedio. Esto se consigue aplicando el fuego violento de una voluntad y de una exigencia de cambio.

En definitiva, tal y como estipulaba la alquimia islámica, el primer paso en la obra alquimia es la disolutio o nigrero consistente ya sea en la destrucción de la estructura del mineral (el “sí mismo” o centro del ser en el caso del microcosmos humano) mediante disoluciones o destilaciones, o bien “afianzando esta estructura según el estado deseado (coagulaciones), hasta obtener un equilibrio óptimo. Pues lo que se pretende aquí no es la producción de una materia con el máximo de energía acumulada, sino formar una sustancia perfectamente equilibrada, una, en la cual las oposiciones entre Frío y Calor, Sequedad y Humedad, denso y sutil, potencialidad y actualización se confundan en una armonía inquebrantable. Una sustancia en la que la corrupción y la muerte, procedentes del desequilibrio de elementos y energías, no estarían presentes: la comunión del cuerpo y el espíritu en una única Piedra, perfectamente homogénea y coherente, es, por así decirlo, la manifestación de un “arquetipo sensible”, de un ser divino en cierto modo, en el que lo múltiple se vuelve uno” (Lory, 2006: 30).

"Según despertamos nuestras respectivas almas lo hace el de los lugares en el que vivimos y el de las personas que nos rodean"

Hay que hacer conscientes los cuatros elementos de nuestra personalidad que podríamos describir, en términos junguianos, en valorar el peso que ejerce en nuestra personalidad las funciones psíquicas de pensamiento, intuición, sensación y sentimiento. A este labor alquimia Yabir la denominó la “Ciencia de la Balanza”. Esta Balanza “es el principio que mide las cantidades de las naturalezas de que el alma se ha apropiado para formar con ellas los cuerpos” (Kraus, 1942: 187-188; Corbin, 2003: 63). H. Corbin hizo la importante advertencia de no tomar “la palabra medir en el sentido en que lo entiende la ciencia de nuestros días, para interpretar la ciencia de la Balanza como si tuviera como finalidad reducir todos los datos del conocimiento humano a un sistema de cantidades y medidas confiriéndole así un carácter de ciencia exacta” (Corbin, 2003: 64). Se trata, por el contrario, de una medición cualitativa de determina “la intensidad del deseo del Alma en su descenso a la materia” (Kraus, 1942: 187-188). Este medición del deseo del alma del Mundo consiste esencialmente en “liberar energías psicoespirituales transmutadoras; es transferir oro, como dice Jadalkî (siglo XIV), de su mina natural a la mina de los filósofos, dicho de otro modo, extrahere cogitationem, liberar el pensamiento, la energía espiritual, inmanente al metal” (Corbin, 2003: 64).

En la tradición oriental el símbolo más utilizado para representar el peso relativo de los cuatro elementos es el mándala. Carl Gustav identificó en esta imagen arquetípica la representación de las cuatro funciones psicológicas que determinan nuestra manera de percibir y evaluar los hechos de nuestra vida. Estas cuatro funciones se pueden agrupar en dos parejas: las funciones aprehensivas (sensación e intuición) y las funciones del juicio y la evaluación (sentimiento y pensamiento). Estos nos conduce a un símbolo fundamental en la cultura occidental, el de la cruz (Campbell, 2019: 135). Gracias a este símbolo podemos visualizar la tensión de fuerzas opuestas que rigen y dibujan nuestra personalidad. En nuestra vida se oponen de manera constante el sentimiento y el pensamiento, como también lo hacen la sensación y la intuición.

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