La Cofradía de Pescadores de Ceuta atraviesa unos días llenos de incertidumbre en lo que la entidad considera un problema que se repite cada año: no saben si van a poder salir a la almadraba, su fuente de ingresos. Necesitan que el CECAM remita un informe al Ministerio de Medio Ambiente, y demostrar que el Centro de Estudios y Conservación de Animales Marinos de Ceuta dispone de unas instalaciones adecuadas para recibir a las tortugas que rescata.
“Aquí el problema que hay es entre la Administración y el CECAM, que el CECAM pide unas buenas instalaciones y por lo visto no se las ponen. Entonces, ¿quién es el perjudicado aquí? Los pescadores de la almadraba”, afirma Rafael Ariza Sánchez, presidente de la Cofradía. Con esta parálisis burocrática, se reduce el número de días que pueden salir a faenar. Estos trabajadores caballas suelen empezar la primera semana de mayo, pero en años como este, podrían haberse adelantado a abril, en una temporada que se extiende hasta mediados de diciembre.
La Cofradía, confiesa su presidente, de 73 años, está “mal”. Las pérdidas del año pasado alcanzaron los 200.000 euros. Primero tuvieron que esperar el permiso y la pesca fue escasa. A todo esto se sumaron otras cuestiones que socavaron sus ingresos, pero tienen que asumir una serie gastos inevitables: “Son miles de euros que tenemos invertidos en mercancía, materiales, barcos, cables; eso es deuda. Este año ya vamos por 45.000 euros. Todavía no hemos empezado y lo tengo que pagar. ¿Y de dónde lo pagamos si no pescamos?”.
De estas cuentas salen los sueldos de los pescadores y todas las personas que envuelve este arte de la pesca y la posterior comercialización de la captura. Desde la persona que gestiona el hielo para conservar los peces hasta los buzos que acompañan a diario a estos ceutíes. De la almadraba, sostiene Ariza, dependen “32 o 33” familias de forma directa y entre “60 y 70” de manera indirecta”. Pero la luz y el agua de las dependencias de los pescadores y, sobre todo, el mantenimiento de los materiales suponen una inversión que se está volviendo inabordable. Disponen de once barcos; tan solo dos para llevar la captura. El resto resultan necesarios para preservar las redes y todas la instalación de la almadraba. “Embarcaciones que cada año tienes que sacar, pintarlas, reparar... porque todas las cosas en el mar se oxidan y se deterioran”, puntualiza José Francisco Foncubierta Rivera, de 52 años.
La Cofradía de Pescadores no dispone de un lugar donde conservarlas al resguardo del mal tiempo fuera de temporada.
Foncubierta recorre el puerto pesquero y señala con sus dedos curtidos todos los materiales que hay distribuidos por el suelo. Las boyas, los “perros” —unas boyas grandes que “aguantan los cimientos” de la almadraba—, las redes, las anclas. También han sacado algunos barcos al agua. Llevan un mes y medio preparándose para salir a faenar, pero no saben si van a obtener el permiso ni si el año que viene van a pasar de nuevo por esta incertidumbre.
Se plantean, confiesan los pescadores de la Cofradía, si “conviene tener el negocio o hay que cambiar”. Lo único que sostiene las cuentas es la almadraba. “Lo que queremos es que la Autoridad Portuaria y el CECAM lleguen a un acuerdo”, reivindica Ariza Sánchez. “No nos pueden aprisionar tanto con esto”, añade.
Porque a las trabas burocráticas se añaden otros problemas. La pesca que viene de Marruecos y se vende más barata. La bajada de las ventas en los mercados como consecuencia de la pandemia. No poder llevar la pesca en el ferry a la Península. Y las veces que han de perder lo capturado porque se ha colado una especie que tienen prohibida.
“Nosotros hemos pedido varias veces al Gobierno de España por lo menos que los atunes accidentados que nos dejen cogerlos, pero cero”, lamenta Rafael Ariza. El presidente de la Cofradía admite que no están “preparados” para capturarlos: “Pero si viene un atún, ¿qué hacemos?”. La ley les obliga a soltarlos. “Al tenerlo que liberar, los demás pescados, que son los que nosotros comercializamos, también se van. Porque para soltar uno de esos tienes que abrir las redes”, refiere Foncubierta.
Por esta cuestión y el control de las tortugas, así como para controlar el estado de la almadraba bajo el mar, los pescadores salen cada día con unos buzos. Cuando encuentran uno de estos simpáticos reptiles marinos, avisan al CECAM para que lo recoja, compruebe su estado y se haga cargo si el animal sufre algún problema. Llevan un registro diario que Manuel Vara García, secretario de la Cofradía de 62 años, muestra a FaroTV. Los pescadores cumplen con la normativa, transmiten. Reclaman una solución para no perder su trabajo y un arte que, si sigue expuesto a esta incertidumbre, sin ingresos, puede desaparecer en Ceuta.
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