Categorías: Opinión

Alienaciones colectivas primaverales

Una de las peores críticas que se le puede hacer al actual hombre moderno que vive a merced de los pareceres del mercado y de las múltiples pulsiones consumistas que dominan su existencia es precisamente su ausencia de criterio y reflexión ante su propia existencia vital.

Nacemos y crecemos con la elección de multiplicarnos o de dejar de hacerlo pues a nuestra evolución cultural nos debemos, y por ello somos hijos de nuestro planeta y de una de las líneas evolutivas más exitosas desde que tenemos registros históricos del origen y evolución de la biosfera.
En el anterior artículo se hacía una reflexión organizada de varios aspectos fundamentales del pensamiento del hombre y sobre todo se exponía la necesidad de cambio interior que nos dirigiera hacia el nacimiento del nuevo hombre que se eleve de la materialidad productiva en la que vive postrado el actual. Entiéndase que la generación de un nuevo hombre pensante y reflexionante y no solo laborante y productor/acumulador de bienes, en ningún caso pretende una vuelta a la antigüedad griega o a modelos ancestrales imposibles de asumir ahora por la llamada sociedad de masas. En todo caso se trata de generar nuevas mentalidades con raíces firmes en el “holismo vital” que no desea renunciar a toda la herencia recibida por la cultura o la biosfera. De ambas se siente firmemente deudor, parte directa del entramado natural y continuador, ejerciendo distintos papeles para los que se siente culturalmente preparado.
A pesar del tono utópico de lo expuesto, algunos no pierden la esperanza de que ocurra el milagro de la reducción de la población convenientemente guiada por la razón a la vez que la capacidad de reflexión y participación inunde el espíritu humano consiguiendo que el ser humano acaricie siquiera la naturaleza encontrando el punto casi perfecto de equilibrio entre el mundo de las ideas elevadas, la cultura productiva necesaria para la supervivencia biológica y las asumidas y aceptadas pulsiones animales; nada más y nada menos que la piedra filosofal del equilibrio humano, el punto mágico en el que por fin el lenguaje matemático se funde al poético y todo cobra sentido incluidas las lejanas, frías e incomprensibles galaxias. Quizá, esto último, es demasiado optimista y haría sonreír al mismo Mumford por la pretensión, así que nos conformaremos con el poder del nuevo hombre, todavía por llegar, para hacer reequilibrar y moderar los delirios humanos basados en la creencia de los mitos, unos modernos y otros amplificados por la modernidad, de la infinitud de los recursos, de la acaparación irreflexiva de bienes y de la capacidad de la ciencia para lograr cualquier cosa sin reflexión previa. Mientras tanto, las asimetrías y los desequilibrios siguen gobernando a las ingobernables e incontables masas de seres humanos despojados de su complejidad y variedad de pensamiento y también en gran parte de su propia naturaleza político-filosófica alcanzada en la antigüedad por pequeñas ciudades estados, pero no consolidada nunca definitivamente y siempre expuesta a la simplificación de la tiranía no solo política, ahora como entonces, sino también del confort que nubla el entendimiento y debilita la mente humana no demasiado entrenada para reflexionar y pensar libremente.
La vanalidad que acompaña a la ausencia de reflexión y decisión asumiendo riesgos de cierta exclusión social hace que haya personas que sucumban al miedo de enfrentarse al marujeo cotidiano y por ello renuncien a su papel, que más humaniza según el criterio de la filosofía de Arendt, de la acción y el discurso distintivo y personal. Es precisamente por la asunción de los papeles que nos corresponden y nos diferencian a todos los seres humanos en los momentos en los que debemos asumirlos por lo que quiero y me siento muy unido a los amigos que muestran en público su sagrada e inviolable individualidad de ser humano. Quizá por ese motivo la muerte de un ser admirable por su posición en estas cuestiones me motiva a escribir algo y proporcionarle un pedacito de historia, una especie de memoria tangible.
Sin embargo, reconozco que me revuelvo y reniego cada vez que se producen actos y discursos irreflexivos que están guiados por el fanatismo de algunos y el electoralismo de otros y por supuesto el seguidismo de personas que forman parte de un entramado social determinado y que matan el tiempo libre expandiendo el folklore religioso o creando nuevas tradiciones innecesarias, contraproducentes, costosas y en algunos casos molestas para otros. En la continua fiesta política de Juan Vivas lleva años tocando la misma música de fondo cofrade que es como una gran bola de nieve que conforme baja la pendiente se hace grande y más grande hasta que finalmente se terminará desmoronando con el impacto. Al fuerte horno de la subvención se han horneado artificialmente algunos pasteles algo indigestos y ya finalmente se ha empezado a experimentar con el aleccionamiento cofrade artificioso desde la más tierna infancia. Quizá estamos siendo injustos y en nada ha tenido que ver directamente el Gobierno de la ciudad con estas celebraciones extemporáneas pero todo el apoyo innecesario que han estado fomentando en torno a la Semana Santa y a las organizaciones cofrades ha podido inflamar y hacer delirar a algunos más fanáticos en busca de notoriedad en el mundillo cofrade.
Algunos ideólogos están preparando pócimas emponzoñadas y convenciendo a los demás de que son necesarias vocaciones costaleras, de penitentes y acólitos y hasta de curas si me apura. Para ello se han lanzado a una carrera alocada hacia el exceso procesional. La Semana Santa es además de una expresión del fervor religioso un espectáculo de la bella y variada imaginería española, unos días de fiesta para todos y además una fuente de recursos económicos para algunas ciudades gracias a la afluencia desmesurada de turistas. Para las personas más religiosas son días para el recogimiento y la introspección de inspiración cristiana y merece todo nuestro respeto. Por todo ello, aludo a la reflexión de esos padres, madres y abuelos para poner un poco de orden y equilibrio en estas cuestiones, ya sé que los chiquillos están muy monos haciendo de adultos en pequeñito pero ni física ni psicológicamente los niños son adultos en pequeñito y por lo tanto no pueden ser tratados como tales y esto es algo que cualquier pedagogía seria reconoce sin ambajes. Los padres y madres deberían pensar en las consecuencias de jugar con sus hijos como si fueran marionetas en una representación teatral, cuando en definitiva se trata de un posicionamiento activo en el escenario público. El Bautizo, la Comunión y la Confirmación asientan o deberían asentar firmemente los principios de la fe cristiana entre los jóvenes de familias seguidoras de esta religión, que además por diversas circunstancias se ven atraídos a determinadas actividades cofrades asegurando la continuidad moderada de la tradición religiosa siempre dentro de los necesarios y amplios márgenes de la tolerancia hacia las demás creencias que también conviven en la pequeña y marinera ciudad. Las procesiones de niños son un innecesario acto de confusión creativa que ayuda a la alienación colectiva y relega la verdadera esencia espiritual de la religión a un artificio grotesco poco recomendable.

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