Algo que les caracteriza

Si algo tienen en común todos los que se han ido es que son manipulables aunque los perfiles son muy dispares.

Los tres fallecidos en Siria
Se fueron hace más de un año y tras tres meses, anunciaron la muerte del primero

Hace más de un año, concretamente el doce de junio, se conocía la muerte del taxista Rachid en tierras sirias. Partió hacia allí con otros dos amigos, Tafo y Piti, como todos les conocían. Todos menos uno dejaban familia e hijos pequeños y trabajaban en el sector del taxi. La muerte del que fue considerado “el primer mártir español de la guerra siria” fue comunicada a su familia, residente en Príncipe Felipe, una semana después de que se produjese y a través de una llamada telefónica a un familiar. El emisor de esa noticia fue su propio compañero de viaje, el otro ceutí y amigo desde la infancia con el que llegó, junto a otro amigo, hacía casi tres meses. Los familiares aseguran que desconocían el motivo del viaje. Se conocían al haber trabajado juntos en el taxi y compartir el mismo coche. Precisamente ese vehículo de servicio público fue robado la noche antes de que decidieran marchar a la península, diciendo uno de ellos a su pareja que iba a Alicante a comprar otro coche. Ya con ellos fuera de Ceuta, comenzaron los rumores sobre posibles viajes a Siria. Rumores que terminaron siendo ciertos, pero que sus allegados aseguraban no creerse. El vecindario comenzaba a murmurar, primero, que uno de ellos había fallecido en el mar; después, que estaba detenido en Marruecos; y al final que se iba a Siria a combatir. En las conexiones telefónicas que tenían con su familia, lo desmentían todo. La penúltima vez que habló con su mujer, Rachid lo hizo desde Portugal, donde le explicó que había decidido alargar el viaje a Alicante con unos amigos con los que se había reunido en el  país lusitano. La última vez que se puso en contacto con ella, lo hizo ya a través de internet con una llamada a su mujer en la que ni siquiera quiso contestarle si era verdad que estaba en Siria. Ella supo que sí, porque buscó el prefijo de la llamada y correspondía a ese país árabe. Poco después las familias de los tres recibieron las llamadas en que anunciaban que habían fallecido. De uno de ellos, los que le conocían, decían que “todo lo que tenía de grande lo tenía de bueno” y que podría ser manipulable. Él reconocía ver en la televisión informaciones sobre la guerra en Siria y lamentar todas las matanzas que ocurrían entre mujeres y niños. Fuentes Gubernamentales aseguraron que mientras sus dos compañeros de viaje murieron en combate, él lo hizo inmolándose y dejando un video de despedida cuya imagen se puede ver sobre estas líneas.

Con 16 años
Pidió a sus padres que le perdonaran cuando llegó

El caso de Nordin fue quizá uno de los que más impactó en la opinión pública. Tranquilo y buen chico para todos los que le conocían, sus padres no podían creerse la llamada que recibieron dos días después de su marcha. “Cuando nos llamó por teléfono estaba tranquilo, sereno, parecía un hombre mayor”, explica su padre. “Me dijo que lo perdonáramos varias veces, que estaba en Turquía y se iba a Siria y que ya no iba a volver”.
El próximo mes cumplirá 17 años y desde aquella llamada no volvieron a tener noticias. Hijo de una familia modesta que vive a los pies de Príncipe Alfonso y cuarto de sus cinco hijos Nordin no dijo nada ni dió muestras de que se iba en ningún momento. “Era un niño normal, bueno, que me ayudaba en el trabajo”, explicaba su padre reconociendo que la noche que se fue, era la primera en su vida que no durmió en casa. Se fue con un chico de Castillejos. En el pensamiento de todos, la Operación Duna y la noche que se llevaron al padre detenido, algo que aseguran destrozó a la familia.

De entre 19 y 27 años
Algunas familias reconocían que eran chicos con poca personalidad y buenos

El pasado viernes 5 de junio se marchó un grupo de cuatro ceutíes de entre 19 y 27 años a Siria. Fueron los últimos de los que se tiene constancia. Entre ellos Hamza, un joven huérfano de 19 años estudiante de Bachiller en el Abyla y que soñaba con ser profesor. Criado junto a su hermana por su abuela Fatima, ella explicaba que no podía creerse que se había ido a hacer la guerra porque era miope y nunca había hablado en casa de ese tema. Salió con otros tres vecinos de la barriada. “Es un niño bueno que no vale para hacer la guerra”, decía entre lágrimas. “Somos pobres pero no le faltaba de nada. No sé por qué se ha ido, con su mejor amigo... su abuelo le daba siete euros al día, vestía bien, tenía nuestro cariño...”. A Mohamed, el mayor del grupo, tampoco le faltaba el cariño de los suyos. Todos pensaban que estaba pescando pero a medida que pasaba el tiempo decidieron ir a poner una denuncia.  Dejó, con 27 años, dos hijos y una mujer que tampoco se explicaba cómo podía haber tomado esa decisión. “No era radical, él nunca vestía con chilaba, iba muy moderno con su chándal, su gorra para atrás, siempre solía estar en casa, jugando con los niños y a la Play, lo normal de cualquier chico de 27 años”, repetían sus familiares mientras su tío aseguraba que al recibir la llamada del que crió como un hijo, Mohamed no dejaba de llorar y decía que quería volver pero no podía y pedía que cuidasen de sus hijos.
El último grupo que partió al país sirio no lo hizo vía Casablanca sino que utilizaron una nueva ruta. Todos cogieron el primer barco y a las 14:30 un avión en Málaga que les llevó hasta Turquía. Así lo reflejaban las cámaras del aeropuerto donde se les vio por última vez, tal y como informaron a los familiares en su momento las fuerzas de seguridad.
Un mes antes de que partiera este grupo, se marchaba Abdelhuaed, un vecino del Príncipe que residía en el Recinto y que dejaba mujer y dos hijas pequeñas. Su madre reconocía que “es un chico bueno, normal, aunque no es muy inteligente”, por lo que no le parecía descabellada la idea de que se dejara llevar por otros ya que “siempre le ha faltado personalidad”.