Categorías: Opinión

Algo más que un puente

Era previsible. El cierre de uno de los carriles del puente de Nª Sª de África genera retenciones y atascos. Incluso dolores de cabeza por la descoordinación entre los cuerpos policiales responsables del tráfico en la zona, como recogía días atrás nuestro periódico. Que para la circulación rodada estas obras iban a significar un trastorno importante era algo que teníamos asumido, dado el punto estratégico del que se trata. Los ocho meses  previstos pueden hacerse interminables, especialmente ahora, cuando los dos estrechos carriles provisionales se han reducido a uno sólo.
El puente que lleva el nombre de la Patrona, cuya imagen, obra de Torvizco, preside el mismo desde 1961, hacía mucho tiempo que demandaba una seria restauración. Quienes paseamos con frecuencia por el lugar veníamos observando los daños que ofrecían sus pilares, cada vez más hundidos en el mar. No suficiente con ello, el tablero también precisaba de una atención especial. Seria problemática para una infraestructura con casi sesenta años de existencia, sobre la que no se actuaba desde 1988 y por la que pasan a diario una media de unos 30.000 vehículos, dato perfectamente contrastado de acuerdo con el contador allí existente. De ahí esa dotación de 1,2 millones de euros con la que se presupuestó esta obra, tan necesaria como urgente, por el ministerio de Fomento en la legislatura anterior y, rápidamente, puesta en marcha tras el primer Consejo de Ministros del actual ejecutivo.
Lo negativo del caso es que el verano haya cogido de por medio los trabajos, por el aumento del tráfico en esta estación, especialmente con la operación Paso del Estrecho. También sufren las obras las embarcaciones que atraviesan el Foso, afectadas por las restricciones de paso.  De abril a diciembre, son demasiados los meses de obra. Deberían haberse realizadas intensivamente, noche y día, dada la problemática existente, a pesar de las alternativas recomendadas y el obligado desvío del tránsito de los vehículos pesados.
La circulación por el estrecho istmo de la península de la Almina cruzando el foso, como único acceso directo desde la frontera y de otras zonas al centro de la ciudad constituye un serio problema. Las soluciones no parecen fáciles, a diferencia de como se hizo al otro lado del canal con el nuevo Puente del Cristo, pensando en la construcción de otro similar. Con el inevitable impacto negativo que la construcción de este puente de Nª Sª de África supuso para las Murallas Reales, hay que reconocer que, por entonces, la obra era la más viable y la menos gravosa. Actualmente, otro puente nuevo resultaría costosísimo y problemático ya que su tendido afectaría a la muralla del Caballa y a la propia playa.
La realidad es que uno de los más serios problemas del tráfico de Ceuta radica precisamente en este punto. Una vez concluidas las obras, el lugar seguirá siendo, en determinados momentos, un cuello de botella. Hoy por hoy no existen alternativas. Volver al doble sentido por San Juan de Dios hasta enlazar con el otro puente podría ser todavía peor. Totalmente imposible. Por si todo esto fuera poco, hay que reconocer que en esta ciudad se abusa demasiado del automóvil, algo que, dado el incremento continuo del parque de vehículos, podría dar lugar a restricciones en la circulación de acceso al centro, como viene sucediendo en determinadas capitales.
Un problema de operatividad y fluidez que, en distintas circunstancias y bajo otras necesidades, ya contemplaron nuestros gobernantes de hace sesenta años con la materialización del nuevo acceso a la ciudad, desde la frontera, con la construcción de la actual avenida de Martínez Catena – para los ceutíes la ‘Carretera Nueva’, entonces y ahora -, vía que remató precisamente este puente. Inaugurados con toda solemnidad puente y carretera, el 5 de agosto de 1945, por el Alto Comisario y Gobernador General de Ceuta, el teniente general Varela, el acto constituyó un destacado acontecimiento para la población. Gran obra aquella, ciertamente, pero que en el caso del puente se nos ha quedado pequeña y con pocas o nulas perspectivas de solución a corto y medio plazo vista la dramática situación económica del país.
¿Terminarán siendo inevitables las restricciones de acceso de vehículos al centro? En tal  caso, ¿dónde dejar aparcados los vehículos en sus inmediaciones tal y como se hace en algunos sitios?  Y es que como decía mi abuela, de donde no hay no se puede sacar.

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