Categorías: Opinión

Algo huele mal en ese viaje a Siria

La historia del taxista y sus amigos, que aparecieron, por fin, en Siria, no hay por donde cogerla, es infumable. Huele por todos los lados a actividades inconfesables. Un tipo, taxista, al que, dice, le roban el vehículo de servicio público y se marcha con un amigo a comprar otro vehículo a ¡Alicante, pero pasando por Portugal! Ahí es nada. Se dice también que pasaron por Holanda y que acabaron en la frontera sirio-turca. Que unos sirios de Granada habían venido a Ceuta y, al parecer, aquí habían contactado con ciertos ceutíes. Que unos marroquíes de Castillejos afines al partido Justicia y Caridad también se dispusieron a hacer el misterioso viaje. Por fin, uno de ellos, el tal Rachid, telefonea a su esposa y no quiere contestarle si era verdad que estaba en Siria. Ella, la esposa, supo, por el prefijo, que la llamada era desde el citado país árabe. Le dijo entre otras cosas que volvería y que no se preocupara y que ya había comprado unos regalos. Luego, la esposa declara a este medio que había partido ¡sin más pretensiones que conocer el país! Finalmente, el compañero de Rachid llamó desde Siria y le dijo a la familia que Rachid había fallecido. ¡Esto es de locos! Las circunstancias de la muerte del taxista siguen siendo confusas y oscuras, así como el motivo de su viaje a un país envuelto en una auténtica guerra civil. Todo muy sospechoso.
Según hemos leído, “las familias están dolidas con las Fuerzas de Seguridad” porque las propias mujeres se enteraron por este medio de lo que sucedía y de que desde hacía tiempo el CNI estaba sobre la pista, y eso les daba tranquilidad. Asimismo, desde que se les anunció la muerte de Rachid, dicen que no han recibido ni una llamada oficial, ni una sola mención por parte del Ministerio de Interior, Embajadas o Delegación del Gobierno, –¿Rachid comunicó su viaje a Siria a alguien?–. Los familiares lamentan que quizá “no se les considere españoles por llevar barba o ser musulmanes”. ¡El victimismo de siempre! Quienes les conocen aseguran que “rezaban a diario, pero  de ahí a ser considerados radicales…”. ¡Cómo que las familias están dolidas con las Fuerzas de Seguridad y que se quejan de que no han recibido noticias de ningún estamento oficial! ¿Y no están “dolidas” con sus maridos que se fueron sin decir que se iban a Siria? ¡Esto es el colmo! El sitio de ellos era, obviamente, su casa y su familia, y me temo que se dejaron llevar por veleidades religioso-fundamentalistas.
¿Le puede caber en la cabeza a alguien que un día un tipo –casado y con dos hijos menores– se levante de la cama y diga que le han robado el taxi –¿hizo la denuncia?– y que se marcha con otros a Alicante, nada menos, a comprar otro vehículo, y que las familias, esposas incluidas, se traguen el camelo y no traten de evitar, visto el comportamiento religioso de los sujetos, que se larguen sin dar más explicaciones? Es más, ¡y que luego llame desde Siria y se niegue a decir que está en ese país árabe! Todo muy sospechoso y oscuro, y apesta a actividades inconfesables de tipo fundamentalista, visto, además, que eran muy religiosos y se habían dejado crecer esa barba equívoca de los, digamos, iluminados por la fe.
Se dice, asimismo, que todos ellos eran defensores del ‘salafismo’, corriente ultraconservadora del islam. “España es el anillo final del salafismo en Europa”, escribe Pilar Rahola en su libro “La república islámica de España”. “El salafismo es una ideología que sirve de base teórica a la inmensa mayoría de las corrientes yihadistas del mundo, tanto violentas como ideológicas”. “El islam de los “salaf´”, es decir, el islam de los compañeros del profeta, de ahí, la palabra ‘salafista’. Así la palabra ‘salaf’ significa “primer musulmán o predecesor”, “e históricamente designa a todos  aquellos musulmanes que murieron en los primeros cuatrocientos años después de la muerte del profeta”. El salafismo se basa en tres principios simples e inflexibles (según Rahola): El tawhid, la existencia de un dios único y verdadero. La negación de toda innovación en la interpretación del Corán y la Sunna. Y ninguna persona o palabra puede prevalecer por encima de los texto sagrados.
Parece ser que Ceuta va camino, en efecto, de convertirse en un nido de gente fanatizada por la religión y dispuesta –no importa a qué precio– a embarcarse en actividades yihadistas violentas en cualesquiera países en los que haya que defender, con la espada, la causa del islam. ¡Feo futuro nos espera en estos 20 km2 escasos! Recuerde, amigo: “El exceso de religión enloquece”.

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