La consejera de Trabajo y Familia de la Generalitat catalana ha vuelto a demostrar esa especie de mirar por encima del hombro que es santo y seña de us formación política ERC. Por supuesto, cuando la opinión contra Ceuta y Melilla se ofrece en el Parlamento como hace unos meses uno de sus senadores, que obligó a contestar a los pocos días al parlamentario ceutí Guillermo Martínez, todavía estamos hablando de cuestiones políticas, pero si quien habla lo hace ya ejerciendo unas competencias oficiales como consejera de un Gobierno autónomo, aunque a ella le gustaría que fuera independiente, entonces termina haciendo el ridículo. Más o menos vino a decir que todos los niños que esnifan pegamento en Barcelona están llegando de Andalucía y Ceuta.
El desprecio con el que se trata a las demás regiones de Despeñaderos para abajo es desde luego de un desdén digno de dejarla con la palabra en la boca. Pero no puede culpar a los demás de no hacer sus deberes, cuando resulta que hablamos de dos autonomías, como son Ceuta y Andalucía que son de las más castigadas en el tema de la atención a los menores por la presión que sufren tanto una como otra en función de sus propias posibilidades.