Categorías: Opinión

Alfonso Murube

En tiempos de revisionismos por mor de la Memoria Histórica, nuestro estadio no parece ser ajeno a la corriente. Independientemente de los estudios que al respecto pueden estar llevándose a cabo, un sindicato se ha postulado en favor de cambiar el nombre de nuestra catedral futbolística por el de un alcalde republicano, David Valverde Soriano, como impulsor del proyecto de su construcción, logro en el que, dicho sea de paso, también fue importantísima la gestión del entonces presidente de la Federación Hispano – Marroquí, Luís Sánchez Urdazpal. A su vez, la coalición Caballas propone la figura de Nayim, célebre en su época de jugador y de quien no se olvida su histórico y espectacular gol con el que el Zaragoza ganó la Recopa de 1995.

No es fácil la cuestión. Si se cree necesario abordar una nueva nominación, sería exigible también la máxima reflexión, prudencia y objetividad cara a llevarla a efecto. Entre otras razones por cuanto que sería difícil encontrar una salida satisfactoria para la mayoría y evitar dejar espinitas clavadas en algunas sensibilidades, ideologías o simpatías.
Puestos a barajar nombres, por qué no considerar también el de José Benoliel Bentata, el indeleble presidente e irrepetible gran mecenas del fútbol ceutí.
De acuerdo que el estadio federativo de Villa Jovita lleva ya su nominación. Todo sería ahora bautizar al Murube como ‘Nuevo José Benoliel’, propuesta que, de pasada, defendí en el coloquio de la exposición ‘Tetuán entre palmeras’, aprovechando que en el acto se encontraban los consejeros Hachuel y Deu. Por cierto que al final del mismo Jacob me trasladó posibles posicionamientos del ejecutivo local al respecto que me parecieron interesantes como sensatos, aunque no coincidieran con mi sugerencia.
Estadios con nombres de presidentes que dieron periodos de gloria o prestigio a sus clubs respectivos son bien conocidos: ‘Santiago Bernabeu’, ‘Vicente Calderón’, ‘Sánchez Pizjuán’, ‘Benito Villamarín’, ‘Rico Pérez’, ‘Carlos Tartierre’, ‘Martínez Valero’, ‘Heliodoro Rodríguez López’, ‘Ángel Carro’ …
Por el contrario, campos bautizados con nombres de jugadores apenas si existen. Valga como ejemplo el ‘Alfonso Pérez’, el del Getafe, el futbolista más famoso que dio el municipio aunque nunca militase en el club de su tierra natal. O sin ir más lejos nuestro ‘José Martínez Pirri’, el antiguo ‘54’, en homenaje a uno de los más grandes jugadores que dio esta tierra, pero que no fue de la satisfacción de algunos. Me acuerdo en ese sentido del dolor que causó tal decisión a la familia de la figura Pedro Moreno Jiménez, aquella inolvidable alma mater de la Federación Norteafricana que se dejó gran parte de su vida en ese campo militar de deportes y no digamos ya en los despachos trabajando incansablemente para los clubs modestos como secretario general del ente.
Aunque sea fuera del fútbol hay que recordar los acertados cambios de nomenclatura que una corporación socialista llevó a cabo a mediados de los ochenta con determinadas céntricas vías de nuestra ciudad: General Franco se convirtió en Paseo de las Palmeras; José A. Primo de Rivera en Paseo del Rebellín; Falange Española en Real; Calvo Sotelo y 18 de julio en Paseo de la Marina; la plaza Alcázar de Toledo en Maestranza y la del General Mola en Azcárate. Sencillamente fue rebautizarlas justamente como las conoció de siempre el pueblo y como las identificaban también tantos forasteros.
En ese sentido y próximo a cumplir sus 75 años con su nombre no me imagino a ‘Alfonso Murube’ bajo otra denominación. El tiempo, la costumbre y el pasado glorioso futbolístico del Ceuta en ese estadio han terminado por imprimirle un carácter difícil de borrar, incluso más allá de la bocana. Es más, de producirse el cambio creo que durante muchísimo tiempo seguiríamos llamándole el ‘Murube’ por cuanto tal nomenclatura parece consustancial con el genoma del fútbol ceutí y su dilatada historia.
Hágase una encuesta popular y veamos cuantos conciudadanos saben quién fue aquel caballero.
Si su nombre les suena al franquismo o por el contrario a inolvidables tardes de pasión, gloria, penas y alegrías futbolísticas con nuestro primer representante o con tantos otros clubs locales más modestos que por ese estadio también desfilaron.
Alfonso Murube Yáñez Barrionuevo fue algo más que un oficial de Regulares nº 3, fallecido en el frente de Guadalajara en 1938, a los 28 años de edad. En concreto un centrocampista de exquisita técnica que durante tres temporadas deleitó a la afición del Cultura Sport, nuestro primer equipo de la época, y al que dos buenos aficionados que le vieron jugar no dudaban en comparármelo siempre con el Valenzuela de la edad de oro de la desaparecida A.D. Ceuta.
Con máximo el respeto para todas las opiniones, insisto. Serenidad, cabeza fría y, por qué no, óigase a la afición o al propio pueblo. Quién mejor, llegado el caso y no los políticos de turno.

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