Categorías: Opinión

Alberto M. Caliani Cuando la intriga se hace historia

El escritor ceutí Alberto M. Caliani nos vuelve a sorprender con una gran  novela, La conspiración del Rey Muerto. En su presentación manifestó… «Quiero conseguir un reto, escribir una novela histórica que no defraude a los amantes del género y que enganche como la heroína a quienes jamás han leído una». ¿Lo he conseguido? preguntaba el autor.

Por supuesto que lo ha conseguido, las ventas se dispararon en las primeras semanas de estar en la calle y el boca a boca funciona perfectamente. Tal es así, que la segunda edición salió a la venta al mes del lanzamiento de la novela.
    La novela desde un primer momento te atrapa, nos retrotrae a un 4 de agosto de 1578. «El rey Sebastián I de Portugal es dado por muerto tras sufrir una derrota aplastante en Alcazarquivir a manos del ejército del moribundo jarife Abdelmalik. Cuatro meses después, el ataúd que contiene sus restos mortales llega a Ceuta. Todos lloran la muerte del monarca menos Alonso Teixeira, un superviviente de Alcazarquivir que afirma haber visto a Sebastián con vida después de la batalla. Es entonces cuando una misteriosa organización le ofrece unirse a la tripulación de la Cruz do Sul, la carabela del Duque de Alandroal, para localizar al rey desaparecido, rescatarle y devolverle su corona.
Pero no son únicamente ellos quienes buscan a Sebastián: Andrea Gasparo Corso, un implacable agente al servicio de Felipe II, y su brazo ejecutor, Urko Aguirre, intentarán por todos los medios frustrar los planes de esos iluminados que se llaman a sí mismos sebastianistas. Muy pronto, ambas facciones entrarán en un juego cuyo único final es la muerte.
Viaja de la mano del autor de "El secreto de Boca Verde" a través de 25 años de guerras, amistad, romance, intrigas y traiciones. Desde los campos de Berbería hasta Lisboa, pasando por Ceuta, Gibraltar, Sanlúcar y Madrid, acompañarás a Alonso Teixeira, a su fiel amigo Tomás O'Donnell, a fray Antonio Expósito y a la tripulación del duque de Alandroal en una travesía llena de peligros, donde conocidos personajes históricos se mezclan con otros ficticios en una trepidante ópera cargada de sorpresas».
Sin duda, una nueva forma de acercarnos a la historia y creo que no me equivoco al recomendar este libro a todo el mundo. Escrito por este ceutí con firmes conocimientos sobre el tema, lo que le otorga autoridad a la hora de contar las miserias y tragedias. Hay párrafos en los que describe grupos de heridos o resultados de enfrentamientos, y cada tres palabras es una descripción de la forma de morir, ser herido o sencillamente perder en una batalla.
     La novela nos alcanza desde la primera página: «El sol madrugó la mañana del 28 de julio de 1578. Desde horas muy tempranas, su calor asfixiante recibió a la flota portuguesa frente a las costas de Arcila. Aún faltaba para el mediodía, pero el astro rey brillaba con tanta fuerza que los frailes que viajaban a bordo de los barcos lusos rezaron el ángelus a las diez de la mañana.
     Apoyado en la borda de la carabela que le había traído de Lisboa al norte de África, Alonso Teixeira contempló el ir y venir de barcazas de las que desembarcaban a toda prisa hombres, bestias y provisiones. La actividad en el puerto era frenética. Una vez descargadas las barcazas, estas regresaban a los barcos a por más…
     La ciudad norteafricana de Arcila había sido tomada en 1471 por los portugueses, quienes la transformaron en un fuerte de inexpugnables murallas plagadas de cañones que vigilaban el mar con celo. Siendo paso obligado de la ruta del oro sahariano, la plaza se mantuvo próspera y cosmopolita, por lo que sus habitantes aceptaron con gusto su nueva bandera. Ahora, un siglo después de su conquista, Arcila recibía en sus muelles a una fuerza invasora sin precedentes.
—¡Soldados, no os durmáis! ¡No tardaremos mucho en desembarcar!
Quien así habló fue Ferrante Avalos, el cabo al mando de la escuadra de arcabuceros a la que había sido destinado Alonso. Ferrante era un combatiente veterano, de mandíbula cuadrada, patillas hirsutas y cejas espesas. Sus treinta años parecían cuarenta, como si el ejército le hubiera arrebatado la juventud a mordiscos. Era un soldado ejemplar, con carisma suficiente para que su sargento y alférez consultaran con él muchas de las decisiones a tomar. A pesar de tratar a sus hombres como un padre o un amigo más que como un superior, había algo en él que imponía respeto. Los nueve arcabuceros que formaban su escuadra obedecían sus órdenes sin cuestionarlas: si el cabo lo decía, no había más que hablar…»

Segunda edición, al mes de su presentación

Al mes de la presentación del libro tuvo que salir la segunda edición debido al éxito alcanzado y el nivel alcanzado en ventas, todo un record. Con el libro ya leído, puedo afirmar que se trata de una perla literaria que debería estar en todo hogar. La novela La Conspiración del Rey Muerto sumerge al lector, por medio de un suspense que no decae en sus numerosas páginas. No creo que haya otra obra de la literatura española en la que palpite tanta historia y tan cercana. De todo ello se brindan ilustrativos debates entre los protagonistas y, junto a ellos, las disputas internas de sus vidas. Lo que se percibe en los capítulos es una simbiosis de personajes perfectamente encajados en la historia. Por medio de una narración atrapante, los lectores aprenderán toneladas de la historia y percibirán las discusiones y debates de lo que pudo ser y no sucedió. En esa fina línea nos mantiene Alberto M. Caliani. No es casual su éxito editorial. El final es de antología detectivesca, y me encuentro entre los lectores que fueron sorprendidos, tanto en el plano de la relación entre los protagonistas como desde el punto de vista de los datos históricos que revela al concluir. Recomiendo, ver la presentación que se realizó en la Casa del Libro de Gran Vía de Madrid, en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=IoTaQIueaZw

La conspiración del Rey muerto, en aquella Ceuta de 1578

La conspiración del Rey Muerto nos sumerge en siglos pasados. Detrás de cada página existe un gran trabajo en archivos y bibliotecas. La novela histórica ha sido uno de los géneros más populares de la literatura, y hoy su vigencia es aún innegable. Alberto M. Caliani nos ofrece un orden en las tramas caóticas de esa parte de nuestra historia. Ha sabido elegir lo relevante y descartar lo superfluo, a emprender la investigación necesaria, a recurrir al tipo de narrador más conveniente, a solucionar problemas de ambientación o a decidir el registro de lengua adecuada.
    Alberto M. Caliani resume cómo fue el embrión de esta magnífica historia: «Parece que fue ayer cuando mi amigo José Miguel Recio me comentó que tenía una idea para una novela histórica basada en la leyenda del rey Sebastián de Portugal. Quedamos un día en casa y me trajo los primeros folios del manuscrito. Al empezar a leerlos, vi tal exceso de información, de fechas, de datos, de linajes… en definitiva, de detalles superfluos fruto de una exhaustiva documentación, que aparté los papeles y le pregunté, a bocajarro, si quería escribir un libro de texto o una novela. Me respondió que una novela y le dije que, tal y como veía aquello, sería complicado enganchar a un gran sector del público con algo así. Entonces le pedí que me contara la historia que bullía en su cabeza, y eso hizo.
     Me habló de algunos de los personajes, de un arcabucero llamado Alonso Teixeira que asistió a Sebastián de Portugal en la Batalla de Alcazarquivir (también conocida como la Batalla de los Tres Reyes); me habló de la vida castrense en la Ceuta portuguesa, siempre alerta a los ataques bereberes y azotada por la peste; de un amigo irlandés del protagonista, que se convierte en su sombra; de su relación con una vieja mora —en aquella época, este término no tenía ninguna connotación despectiva—y de un mercader judío en una hermosa historia de convivencia entre tres culturas distintas; me explicó quiénes eran los sebastianistas, las profecías de Bandarra, los agentes de Felipe II…
      Aquello me fascinó tanto que le propuse escribir yo la novela junto con  él  Ese día, allá por 2011, comenzó a forjarse «La conspiración del rey muerto». Me inundó de documentación, que luego completé a base de investigaciones propias y viajes a algunos de los escenarios donde se desarrolla la novela. Filtré mucha información y descarté muchas de las subtramas  que José Miguel Recio me proponía porque, si llego a hacerle caso, sería algo parecido a los Episodios Nacionales de don Benito Pérez-Galdós.
     Intenté que los datos históricos aparecieran durante conversaciones o descripciones de pasada para no atosigar al lector ni distraerlo de la trama. Traté de mezclar los personajes históricos con los ficticios y darles una personalidad propia a los primeros, a veces tomándome ciertas licencias, ya que no olvidemos que esto es una novela.
     Así mismo, tras mucho discutir entre nosotros, decidimos darles voces algo más modernas a los personajes, que sin parecer completamente actuales tampoco se prodigan en diálogos carga-dos de excesiva retórica, propios de tiempos pasados. Mientras que José Miguel cuidaba el rigor histórico para que yo no sacar los pies del tiesto, traté de recrear la historia de forma que los lectores no tuvieran problemas a la hora de seguirla, en una fórmula que ya me funcionó muy bien en El secreto de Boca Verde. «La conspiración del rey muerto» es de los dos, es nuestra obra conjunta. Por último, compartiré con vosotros una pregunta que mis allegados me formulaban a menudo: «¿Pero qué haces escribiendo una novela histórica, si ni siquiera eres lector de ese género?»

Capítulos repletos de historia

Leer cualquiera de sus capítulos nos sumerge en la historia más real:  «Desde su posición privilegiada en lo más alto del cerro, Vincent le Blanc contempló el simple —y a la vez formidable— orden de batalla de los moros. Poco a poco, la naciente luz del sol descubrió a decenas de miles de jinetes, arcabuceros y lanceros que amenazaban con cernirse sobre los tercios cuadrangulares del rey Sebastián.
El centro de la media luna lo formaban treinta mil hombres a pie armados con arcabuces y alfanjes, entre ellos los temibles jenízaros al mando de Mohamed Taba, que encabezaba la fuerza de elite más poderosa de la infantería musulmana. Detrás de ellos, veinte mil jinetes, dispuestos de dos mil en dos mil, aguardaban a que las armas de fuego agotaran su munición para entrar en acción.
El ala derecha era dirigida por el hermano de Abdelmalik, Muley Ahmed, que comandaba a mil escopeteros a caballo, precedido por diez mil lanceros a pie. El ala izquierda, casi un reflejo idéntico de la derecha, tenía a Mohamed Zarco al frente. En la lejanía, los estandartes se elevaron al cielo. Las tropas del rey Sebastián comenzaron a moverse.
Hasta los oídos de Vincent le Blanc llegaron órdenes en árabe, y esta vez fueron los estandartes de la media luna los que se elevaron. El sol, recién salido de su letargo nocturno, alargaba hasta el infinito las sombras de los dos ejércitos.
Las tropas comenzaron a avanzar. Lo hicieron despacio, sin prisa, como dos amantes que caminan a su encuentro. Dos amantes que pronto se enzarzarían en un abrazo de dolor y destrucción.
A la luz del amanecer, Vincent le Blanc mojó la pluma en el tintero y comenzó a escribir los prolegómenos de la batalla».

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