La primera jornada de lluvia del otoño dejó caer ayer sobre Ceuta unos 55 litros por metro cuadrado, la mayor parte concentrada en una franja temporal de poco más de una hora, entre las 14:00 y las 15:00.
Fue en esos momentos cuando los efectivos del SEIS tuvieron que afrontar el 80 por ciento de las 50 salidas que registraron durante el día por culpa de la meteorología adversa. Como consecuencia de esa tromba inesperada, que obligó a elevar a naranja la alerta amarilla que ya había declarado por la mañana la Agencia Estatal de Meteorología, la ciudad registró en varios puntos inundaciones de viviendas de planta baja, algún que otro desprendimiento de cascotes y otro puñado de casos sin más incidencia. De la escasa gravedad de esas actuaciones da fe que ninguna de las casas afectadas tuviera que ser desalojada ni sus ocupantes trasladados, recuperándose la normalidad en todos los casos apenas unas horas más tarde.
Es conveniente recuperar ese relato de los hechos para frenar las tentaciones de quienes atisban la más mínima oportunidad para intentar obtener rédito político, más aún ahora que la ciudad parece haberse sumido en una precampaña adelantada y casi eterna que no encontrará fin hasta que allá por mayo de 2015 se llame a las urnas a los ciudadanos para renovar la Asamblea. Un ejemplo de ese alarmismo innecesario fue la crítica vertida ayer por la diputada Fatima Hamed, que en un comunicado lanzado a los medios encontraba explicación a las zonas anegadas en el deficiente estado de las arquetas y del resto de la red de saneamiento y de evacuación de aguas. La realidad parece dibujar otra cosa: la Ciudad, a través de la Consejería de Presidencia, Gobernación y Empleo, coordinó desde primera hora la respuesta a las inclemencias meteorológicas y movilizó incluso a los efectivos del SEIS de descanso. Acemsa, blanco también de sus críticas, desplazó a su personal hasta el Tarajal, una de las zonas más castigadas por la lluvia, para abrir vías de evacuación del agua que solventaron en parte el problema. Y los técnicos de una empresa privada a la que también acusaba estuvieron presentes en varios puntos de la ciudad desatascando alcantarillas. Las tormentas, las meteorológicas, pueden ser más o menos previsibles, pero las políticas deberían circunscribirse a parcelas en las que la inacción política sea más acreditable que en el supuesto atoramiento de un desagüe.