Categorías: Opinión

Al héroe de Tazaruk, González Tablas

Coincide este artículo con el número 800 de los que llevo publicados sólo en El Faro de Ceuta. Comprendo las dificultades que deben tener mis posibles lectores para leerme siendo tan extensos mis artículos, que cada lunes llenan toda la página 19 de El Faro. Baltasar Gracián advertía que: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Y está claro que como lo mío nunca es breve y, quizá, tampoco bueno, pues puede resultar siendo hasta dos veces malo. En cierta ocasión me propuse reducirlos a la mitad; pero no lo consigo, porque por propia naturaleza prevalece en mí el análisis sobre la síntesis, hasta el punto de que, tras escribirlos, no hay uno solo que no necesite ser reducido para que pueda tener cabida en toda la página. Sin embargo, otras veces se siente uno recompensado al saber que, aun así, hay algunos sufridos lectores que tienen la santa paciencia de leerme y seguirme hasta desde lugares remotos, como es el caso del reciente correo electrónico que me ha sido enviado por Dª Paloma Mansfield desde Boston (EE.UU.) a través de terceras personas de Ceuta a las que quedo agradecido. Ella es sobrina del valiente Teniente Coronel González-Tablas, héroe de Tazaruk. Y ha querido hacerme llegar su agradecimiento por haber hecho unas meras referencias a su tío, al que de verdad que antes de recibirlo ya tenía en expectativa dedicarle un artículo en exclusiva, por los grandes servicios que prestó a España, siendo por ello su memoria tan digna de ser honrada.
Que González-Tablas tuvo una estrecha vinculación con Ceuta se ve con sólo hacer una breve reseña de su trayectoria militar. Nació en Pamplona el 9-02-1879. Era hijo del Teniente General Ramón González-Tablas y de Dª Javiera García-Herreros y Escartín. Ingresó en la Academia de de Toledo el 31-08-1894. En 1898 ascendió a Teniente y solicitó ir voluntario a Cuba donde ya destacó en numerosas acciones de guerra, principalmente, en la batalla de Lomas de Rubí, siendo condecorado con dos Cruces Militares. Ascendió a Capitán en 1904. En 1909 solicitó voluntario a Melilla que entonces estaba en plena guerra. Participó muy destacadamente en la toma de Zeluán y Beni Bu-Ifrur, siendo condecorado con la Cruz de María Cristina. El 20-11-1911 fue destinado a la Península. En 1912 volvió voluntario a Melilla. El 24-06-1913 ascendió a Comandante por méritos de guerra. Fue Ayudante de su padre. El 23-06-1915 fue destinado voluntario a Regulares nº 3 de Ceuta, aprendiendo el árabe con Sobresaliente. El 24-10-1919 ascendió a Teniente Coronel por méritos de guerra. Por su heroico comportamiento en el combate de Jandak-Zinat el 13-05-1919, donde fue herido gravemente, fue condecorado con la Laureada de San Fernando, máxima distinción militar, y nombrado por el Rey Alfonso XIII Gentilhombre de Cámara con uso de Llave. En junio de 1920 contrajo matrimonio en Ceuta con la ceutí Dª Carmen Cerni y Mas, hija del que fue su alcalde. En Ceuta nacieron sus hijas Carmen y  Victoria Eugenia. El 20-06-1920 tomó el mando de Regulares nº 3 de Ceuta, con cuyo Grupo participó heroicamente en 1921 en la salvación de Melilla, junto a la Legión, cuando Abd El-Krim se disponía a ocuparla, y también después en la recuperación del territorio perdido en el Desastre de Annual.
Regresó a Ceuta y se incorporó de nuevo a las operaciones de la Zona Occidental para la toma de Tazaruk y expulsión del cabecilla rebelde El Raisuni. Cuando mandaba en vanguardia extrema  el asalto a Tazaruk su Grupo de Regulares fue fuertemente atacado por los rifeños. Una explosión le hirió de muerte recibiendo dos tiros en Ain Grana el 12-07-1922, en el abdomen y en una mano.  Enseguida se percató de su gravedad exclamando: “Me han matado”.
Lo trasladaron al Hospital de campaña de Amaán, donde fue intervenido por el Dr. Gómez Ulla que le esperaba con su equipo quirúrgico preparado. Al llegar al Hospital, González-Tablas manifestó al prestigioso cirujano: “Marianico, llego tarde a tus manos, nada puedes hacer por salvarme la vida”. Tras ser operado, el médico no pudo ya hacer nada por su vida porque había sufrido perforaciones y tuvo que extirparle el brazo. Falleció el día 13 a las 9 horas, sin haber recobrado el conocimiento, pero delirando llamaba a sus hijas pequeñitas. Antes de ser operado, pidió que sus tropas no supieran de su gravedad para que no se desmoralizaran en el combate. El día 15-07-1922 llegó su cadáver embalsamado a Ceuta. La capilla mortuoria fue instalada en su domicilio de pabellones de la Alhambra.
La presencia de su esposa y familiares ante el féretro fue una escena lo más conmovedora de pena y dolor. El pueblo ceutí le tributó un multitudinario homenaje y hubo una gran manifestación de duelo. Los comercios cerraron y la vida de Ceuta se paralizó. Las tropas le rindieron honores y al entierro asistieron las autoridades civiles y militares. Fue enterrado el día 16, a las 11 horas, en el cementerio de Santa Catalina de Ceuta, en el Panteón de la familia de su esposa. El General que presidía el duelo, dijo ante el féretro: “Que la historia del nunca bien llorado González-Tablas, sirva de ejemplo para cuantos vestimos el honroso uniforme de soldado, y copiemos sus altas virtudes cívicas y militares”. El Rey Alfonso XIII envió el siguiente telegrama: “Uno mi dolor al de ese brillante Cuerpo por la pérdida del heroico Teniente Coronel González-Tablas, que ha sabido terminar su vida con un final digno de ella. Sírvanos de ejemplo y honremos su memoria. Vuestro Rey, Alfonso”. El monarca concedió el Marquesado de González-Tablas a su viuda. Congreso y Senado también le rindieron un sentido homenaje.
El lugar donde cayó mortalmente herido es una cadena de altas montañas que rodean Tazaruk, que está abajo en el fondo, donde El Raisuni tenía su palacio-escondite inexpugnable. Los cabileños se apostaban en las alturas disparando hacia abajo parapetados en un terreno muy empinado que los españoles tenían que escalar, siendo extremadamente peligroso su acceso. En dichas alturas murieron muchos cientos de soldados españoles, ya que el enemigo no tenía más que esperarlos escondido entre peñas, arbolado y maleza  del terreno para dispararles a bocajarro. Muy próximo al lugar donde cayó González-Tablas, también resultó herido el 7-03-1927 mi paisano de Mirandilla (Badajoz), el Capitán José Ledo Rodríguez, otro valiente en África que estuvo en la misma zona más de diez años jugándose la vida de combate en combate.
También le quedan en Mirandilla dos sobrinas, Isabel y Francisca Ledo, que como nacieron tras su muerte, ni siquiera conocían los destinos de su tío, los servicios tan destacados ni los numerosos peligros a que había estado expuesto, hasta que recientemente lo investigué en mi libro nº 11.
González-Tablas, mi paisano Ledo Rodríguez y otros muchos Oficiales, pertenecieron a una generación de valientes militares del primer cuarto del siglo XX conocidos por los “africanistas”, porque permanecían en África voluntarios, lejos de sus familiares queridos y jugándose la vida todos los días en los campos de batalla. África era entonces la gran escuela de guerra práctica. Los Oficiales más destacados eran los predilectos de Alfonso XIII; por ejemplo, en diciembre de 1921 el Rey invitó a almorzar con él en el Palacio Real al mismo González-Tablas, Millán Astray, Pablo Martín Alonso, Arturo Gorostegui, Varela y el Teniente Sanz Prieto, comunicándose frecuentemente con ellos y otros como prueba de su aprecio y gran afecto. En aquellos tiempos se rendía gran culto al valor, al honor, a la dignidad, a la Patria, a la moral y las buenas costumbres, que hoy tanto brillan por su ausencia. La única recompensa que recibían los que realizaban auténticas heroicidades era la de ascender por méritos de guerra o ser condecorados si superaban un riguroso “juicio contradictorio” en el que se valoraban tanto méritos como deméritos. Pero a ello se oponían las Juntas de Defensa, especie de sindicato militar, que querían que sólo se ascendiera por antigüedad, de manera que tuvieran los mismos derechos de promoción los que a diario se jugaban la vida con las balas silbándoles por todas partes y los demás, también muy dignos, pero que preferían permanecer muy tranquilos en destinos de guarnición sin apenas peligro y llevando una vida más confortable. A los de las Juntas les llamaban los “junteros”, que basta analizar las numerosas críticas que recibían para ver que distorsionaron la auténtica naturaleza del Ejército, dando lugar a numerosas disfunciones y falta de operatividad.
La muerte de González-Tablas produjo gran eco y honda impresión en toda España. Ciudades y pueblos dieron su nombre a calles, se celebraron actos de solidaridad, se publicaron editoriales realzando su figura, y en Ceuta - ciudad siempre agradecida - se le erigió un monumento por suscripción nacional inaugurado el 8-08-1931, ante el que los ceutíes lo siguen honrando todos los años el 13 de mayo. Al bilaureado Varela,  que también prestó heroicos servicios en Regulares y a España, le impresionó mucho su muerte; escribió una carta al hermano del finado, Ángel González-Tablas, Comandante de Infantería, además de para transmitirle su condolencia, también culpando indirectamente de la muerte a dichas Juntas, porque razonaba que González-Tablas no hubiese muerto si no se hubiesen opuesto a los ascensos, dado que antes había sido propuesto para Coronel por méritos de guerra y, de haber ascendido cuando se propuso, le hubiera cogido ya en el empleo superior y en otro destino menos peligroso. Ángel González-Tablas contestó a Varela con una carta en la que también late cierto resquemor hacia las Juntas. En ella se lee: “Honda emoción me produce el sentimiento general que en toda España ha producido, pero no encuentro consuelo posible, pues considero que su muerte ha sido injusta y prematura, no hay que olvidar que si sus meritísimos servicios hubieran sido recompensados a tiempo, su puesto hubiese sido otro y por consiguiente no hubiera caído donde cayó, como jefe perpetuo de la extrema vanguardia. ¡Que la responsabilidad de su muerte recaiga sobre aquellos a quien corresponda!.  Está V. en lo cierto al no creer que en sus últimos momentos decayese en su espíritu; murió como vivió, con la tranquilidad que da el exacto cumplimiento del deber”.
      También la oposición de las Juntas perjudicó a mi paisano José Ledo Rodríguez, al que por las mismas fechas le fue incoado expediente de “juicio contradictorio” para su ascenso por méritos de guerra a Capitán cuando de Teniente mandaba una Mía de la Policía Indígena, porque con su arrojo y bravura, yendo siempre a la cabeza combatiendo  y alentando a sus tropas, tomó al asalto varias posiciones estratégicas; pero la férrea obstrucción de los “junteros” hizo paralizar su acenso, que luego alcanzó por antigüedad en 1925. Ledo, como tantos otros valientes, también moriría años más tarde en combate, siendo ascendido a Comandante por méritos de guerra. El gran estadista Emilio Castelar, aseveró: “Las naciones que olvidan los nombres de sus mártires, no merecen el inapreciable bien de su independencia”. Pues, modestamente, vayan para todos los que murieron por España mi recuerdo a su memoria, junto con la gratitud, el reconocimiento y el respeto que merecen.
                          

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