Llevamos una semana soportando una tremenda ola de calor. Según los telediarios, una de las más fuertes de los últimos años. Según las opiniones de algunas personas a las que se les entrevista, algo habitual en este tiempo. Me llamó la atención lo que contaba una anciana sevillana al entrevistador de la televisión. ¡Hasta 50 grados hemos llegado a tener por aquí!, dijo la buena señora. Añadiendo: ¡Habrá que aguantarlo!
Yo me entretuve en medir la temperatura días atrás, justo cuando comenzaban a sentirse los efectos más intensos del calor. Lo hice en varios puntos de nuestra casa, para compararlos con el exterior. Lo que obtuve fue, cerca de 40 grados en la calle; 37 grados en el jardín de entrada, que está protegido por enormes parrales, una higuera, y otras plantas verdes y frondosas; 35 grados en el punto de venta de la panadería; 33 grados en el obrador y 27 grados en el pasillo central de la vivienda, la cual está protegida por gruesos muros de piedra y barro, como se hacían antiguamente, y ventanas con doble acristalamiento, cierre hermético y persianas blancas, como toda la vivienda, para así conseguir el efecto reflector de los rayos del sol. En Granada capital hablaban de 43 grados. Y en Madrid, hasta de 45 grados.
El Quinto Informe de Evaluación del Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), vuelve a confirmar que el calentamiento del sistema climático es inequívoco y la actividad humana es causa principal del mismo. Según nos indican los científicos, ha quedado demostrado que la causa principal del calentamiento del sistema climático son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que tiene su origen en causas naturales, pero sobre todo en las actividades humanas.
Días atrás se informaba en la prensa de que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera sigue batiendo récords. Se dice en el informe anual de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU. En 2017, la concentración media de los principales gases culpables del calentamiento global —incluyendo el dióxido de carbono (CO2), el metano y el óxido de nitrógeno— alcanzó la cifra de 405 partes por millón, la más alta desde que comenzaron los registros modernos hace 38 años y también la más elevada en muestras de hielo de hasta 800.000 años de antigüedad.
El cambio climático afecta a la salud humana de varias formas. Directamente, a través de los efectos fisiológicos de la elevación de las temperaturas o del aumento de los eventos climáticos extremos. De manera indirecta, a través del incremento de enfermedades de transmisión por patógenos o producidas por la escasez de alimentos o de agua. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 150.000 muertes en el año 2000 lo fueron a consecuencia del cambio climático, previéndose un aumento de 250.000 muertes anuales para el 2040.
Pero, ¿hay solución a este desastre ambiental que nos está llegando? . Me ha gustado mucho un artículo que he leído en la revista digital CTXT “Hay vida después del crecimiento”, del eurodiputado de EQUO Florent Marcellesi (http://ctxt.es/es/20180718/Firmas/20813/crecimiento-economia-cambio-climativo-Florent-Marcellesi.htm).
Dice cosas tan interesantes como que “ El crecimiento ya no es un valor de futuro. Como reconoce hasta el propio FMI, el estancamiento de la economía tiende a ser la nueva normalidad”, o que “En este escenario, proponer una prosperidad sin crecimiento ya no es un planteamiento teórico e ideológico”. Y la más impactante “…es imposible a la vez seguir creciendo y luchar contra el cambio climático o la depredación de los recursos naturales ”. De lo que se trata, a juicio de este ecologista, es de hablar de calidad, en lugar de cantidad, de sostenibilidad en lugar de productividad, de políticas de autolimitación en vez de políticas expansivas o nuevos indicadores de riqueza socio-ambientales más allá del ya incompleto PIB.
Propuestas como estas, las escucharemos cada vez más. Debemos prestar atención a las mismas, pues son cuestiones muy sensatas a tener en cuenta en la transición que ya ha comenzado hacia una sociedad en la que el cambio climático y sus efectos se hace cada vez más presente. Sobre ellas hay mentes muy brillantes pensando e investigando.
Mientras tanto, a tenor de las temperaturas que he dado al principio, y que son datos reales tomados con el termómetro adecuado, no se puede decir que estemos muy mal en nuestra panadería. Como decía Einstein, todo es relativo. Y es necesario compararse con otras situaciones. Evidentemente, si nos comparamos con alguien que esté bañándose en la playa, o tomándose una cerveza fresquita a la orilla del mar, pues ellos estarán mejor que nosotros.
Pero si la comparación la hacemos con algún ciudadano que vive en un piso pequeño en algún barrio de Madrid, o de Granada, pues, evidentemente, vivir en el Parque Natural de Sierra Nevada, en una casa construida hace ya algunos años, con un precioso jardín y con todos los preparativos que hacían los que sabían cómo protegerse de las altas temperaturas en verano, o de los fríos del invierno, nos hace pensar que, casi, es como si estuviéramos “al fresquito”. Aunque algunas veces nos ayudemos de algún abanico, o de nuestro viejo ventilador.
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