Desde que el PP asumió el Gobierno de la Nación, el mejor modo de conocer el futuro de Ceuta es leer la prensa de Melilla. Son las consecuencias de la manifiesta genuflexión del Presidente Vivas ante el extinto Gobierno del PSOE. Su apoyo al sistema de financiación de las comunidades autónomas de Zapatero, en contra de todo el PP, sumado a una reiterativa y empalagosa connivencia, no podían salir gratis. Los aparatos de los partidos políticos funcionan mediante un sistema de equilibrios internos de fidelidades mutuas. La deslealtad no se perdona. Desde entonces, el PP de Ceuta está proscrito. Lógicamente, están muy interesados y se afanan en guardar las formas (nadie se perjudica a sí mismo conscientemente); pero el peso específico de Ceuta en el PP se ha evaporado (éste es también el origen del distanciamiento entre el Presidente de la Ciudad y el Delegado del Gobierno). Por la misma razón, Melilla, que se distinguió por su beligerancia contra el anterior Gobierno de la Nación, ocupa un lugar preeminente en la consideración de los dirigentes del partido. La opinión de Melilla es la que cuenta.
La semana pasada, el Presidente de Melilla anunciaba que, hasta el final de la legislatura, no empezarán a reflexionar sobre la posibilidad de solicitar la integración de ambas ciudades en la unión aduanera. Un nuevo mazazo. Porque éste es un elemento clave del nuevo contexto económico diseñado, en el que están depositadas las expectativas de reactivación.
No se trata de una decisión aislada. Lamentablemente, todos los objetivos políticos de cierta trascendencia que se habían planteado al inicio de la legislatura, se han ido desvaneciendo en una dramática concatenación de rechazos y negaciones.
Nuestro régimen autonómico, siempre cuestionado por el PP en la oposición, se mantiene en el limbo jurídico y en la marginación política. Nadie se ha ocupado de situar adecuadamente a Ceuta en Europa (provoca vergüenza ajena el éxtasis fingido del Gobierno por la prórroga de los veinticinco millones para siete años que en su día se justificaron por hacer de “muro de contención” de la inmigración ilegal procedente de África).
El Ministerio de Defensa sigue especulando con nuestro suelo, mientras los ceutíes sufren un hacinamiento tan pertinaz como injusto. Las aulas se masifican hasta el bochorno ante una inexistente política de construcciones escolares. La solución del sempiterno problema de la travesía del estrecho, se va a limitar a un leve retoque de un pliego de condiciones, sin incidencia real en la política de precios.
La verdad del PP se desnuda. Tras un bien construido decorado de compromiso con esta tierra, se esconde una política muy similar a la que defiende y aplica el PSOE. Para los llamados partidos de la alternancia (y sus respectivos entornos), Ceuta no es más que un incómodo quebradero de cabeza.
Nos conciben como una inextricable mezcolanza de conflictos siempre en el límite. Por ello su única intención (obsesión) es evitar cualquiera de los potenciales estallidos, gestionando con la mayor habilidad posible todos los resortes del poder, entre los que destacan especialmente los presupuestos del estado. La reducida dimensión de Ceuta y Melilla permite un amplio margen de tolerancia en las cuentas públicas, en cuyo marasmo nuestras dotaciones pasan desapercibidas. Otra cosa, muy diferente, es afrontar los problemas de fondo. No. Infranqueable No. Traicionero No.
Todo intento de recomponer la dignidad perdida de Ceuta y Melilla, se interpreta como un desafío a Marruecos que nadie está dispuesto a asumir.
A modo de alternativa, reparten migajas y limosnas como señuelos que alimentan nuestro silencio. Sojuzgados por el miedo y la impotencia, asistimos como paradójicos espectadores a un maquiavélico viaje hacia el más cruel de los desastres posibles. Nos están derrotando. Sin encontrar la menor resistencia.
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