Opinión

Al cabo primero desaparecido Fernández Mayorala

Como todos los años, el Comandante General de Ceuta y en su nombre el Coronel Jefe del Regimiento de Ingenieros nº 7 me invitan a los actos de la festividad de San Fernando, Patrón del Arma de Ingenieros que se celebra el próximo día 30.

Y también como cada año, dedico a sus componentes un artículo de recuerdo, afecto y admiración, por haber cumplido la vieja “mili” en Transmisiones de Ceuta.

Por consiguiente, les expreso mi gratitud y hago llegar mi afectuosa felicitación a quienes lucen en las solapas de su uniforme el emblemático castillo que representa a los Ingenieros militares, también a las Damas de San Fernando y demás personas e instituciones relacionadas con el patronazgo.

El rey Fernando III, además de Santo, fue uno de los mejores monarcas de España, modelo de acrisoladas virtudes tanto civiles como militares.

Reconquistó gran parte de Andalucía, y fue una persona sencilla, austera y humanitaria, del que admiro mucho el enorme respeto que sentía hacia sus mayores.

“Cada año suelo resaltar alguna figura relevante del Arma de Ingenieros”

Cuando algunos dignatarios de la Corte le sugirieron que, por ser rey, no debía mostrarse públicamente tan respetuoso con su madre, él les replicó que antes que rey fue hijo, y una de sus principales obligaciones mientras lo siguiera siendo era ser respetuoso con su madre, a la que tributaba fervoroso cariño y filial respeto.

Cada año suelo resaltar alguna figura relevante del Arma de Ingenieros, pero hoy voy a dedicar este artículo, principalmente, a un modesto Cabo Primero de Ingenieros desaparecido en la batalla de Edchera (El Aaiun), a Pedro Fernández-Mayorala Ruíz, del que desde hace 60 años no se ha vuelto a saber nada, teniéndosele por desaparecido, y también a los 41 legionarios españoles que en ella muertos. Y me ha movido a hacerlo la lectura hace meses de un artículo aquí en El Faro, titulado: “La guerra de Sidi Ifni 1957/58. El misterio de un Cabo Primero de Transmisiones”, publicado por Antonio Herrero Andreu quien, con la aportación testimonial del que también fuera Cabo Primero, Francisco Parra Vidal, y con la colaboración del periódico La Razón, reconstruyeron el relato de su infausta pérdida y presunta muerte. Resumo aquel artículo: “Un joven con vocación militar, el Cabo Primero Mayorala, nacido el 5-07-1934 en Vallecas (Madrid), ingresó como voluntario el 1-02-1953 en el Regimiento de Transmisiones de El Pardo. Ascendió, sucesivamente, a Cabo y Cabo Primero, teniendo aprobado el curso de Sargento, cuyo ascenso estaba ya esperando.

Pero sin que desgraciadamente pudiera lucir los galones porque el 4-11-1957 su Compañía recibió la orden de trasladarse a Ifni con material de Transmisiones, entre cuyos expedicionarios figuraba. El 13-01-1958, dos “Dodge Comando”, uno con estación de radio MK-II, y otro con dos MK-II para comunicar “tierra-tierra” y “tierra-aire”, uno mandado por el Cabo Primero Parra y el otro por el Cabo Primero Fernández-Mayorala, salieron con la XIII Bandera de La Legión a reconocer el terreno.

En el momento de salir, Fernández-Mayorala sugiere a Parra cambiarse de coche-radio, aduciendo que él era menos experto en transmisión y en el manejo de claves.

Parra accedió a la permuta, haciéndose éste cargo de las transmisiones en retaguardia con el Comandante Jefe de la Bandera, Rivas Nadal, mientras Mayorala salía en vanguardia con el Capitán Jáuregui. Cada coche-radio llevaba como dotación un Cabo Primero jefe de Estación-radio, ayudante y conductor. En la mañana de aquel día la Bandera realizó un reconocimiento del terreno introduciéndose por Saguia el Hamra, (Edchera), manteniendo enlace cada diez minutos entre ambos coches-radio.

En determinado momento, se oyó a Mayorala transmitir que el Capitán Jáuregui deseaba comunicarse con el Comandante Rivas, jefe de la Bandera, a quien informó: “Estamos recibiendo fuego aislado del enemigo y lo estamos repeliendo. Vemos algunos elementos hacia Saguia”.

El Comandante le contesta: “¡Bien Jáuregui, duro con ellos!”. La Estación directora de malla del Aaiún ordena a Parra mantenerse en escucha permanente. Al momento, Fernández-Mayorala vuelve a comunicar: “¡Estamos recibiendo mucho fuego, intento seguir al Capitán, nos disparan intensamente!”.

La directora de El Aaiun comunica entonces: “Que el coche-radio no siga, que retroceda, que no continúe, que se vuelva”. “¡Mayorala, no sigas, atrás, atrás, que vuelvas atrás, contesta, cambio!”.

Pero Mayorala no volvería nunca más a contestar ni a saberse de él. Sólo llegó desorientado el Soldado ayudante que iba con él, al que con el chófer les había mandado a pedir ayuda al otro coche-radio mandado por Parra, porque las balas enemigas habían acribillado las ruedas dejándolo inmovilizado, habiéndose quedado Mayorala sólo en el vehículo defendiéndose”. La batalla de Echera fue como un infierno cruzado de balas; una lucha cuerpo a cuerpo llegando hasta la bayoneta.

El combate duró hasta el día siguiente, con el resultado de los 41 legionarios fallecidos y 50 heridos. Y me pregunto: ¿Por qué no se investigó el paradero del Cabo Primero Mayorala, único desaparecido, por una posterior comisión rogatoria a Marruecos o por otros medios de inteligencia militar o civil?.

¿Por qué Mayorala se quedó sólo y mandó al ayudante y al chófer a pedir ayuda sin haberla solicitado por radio?. El coche-radio fue encontrado con las ruedas destrozadas a balazos, sin Mayorala, sin la emisora y sin las baterías. Todo fue un misterio.

No es extraño que aquellos sucesos los calificara la opinión pública de guerra “silenciada”. En las Diligencias Previas incoadas por el Juzgado Militar del Regimiento de Transmisiones de El Pardo, de 11-02-1958, consta: “Desaparecido un mosquetón 101.224, 1 machete,3 mantas, 3 cantimploras, 1 gorro montañero, 1 cartuchera, 1 correaje. Una estación de radio 1474-W.S. 19.

Una batería 12 voltios. Un toldo comando. Una tienda campaña”. Un equipo de herramientas”. Todo, sin que se sepa que se hiciera alguna indagación para su localización.

Los prisioneros capturados afirmaron no haber visto que fuese hecho prisionero. Al leer aquel artículo, vi de alguna forma reflejada la casi idéntica trayectoria militar de Mayorala con la mía pasada.

Aunque en distintos tiempos, ambos ingresamos voluntarios en Transmisiones, en la Compañía de Radio, cursamos las especialidades de Radiotelegrafista y Teletipista, manejamos estaciones de radio MK-II, que fueron aprehendidas a un barco ruso como contrabando de guerra, los dos estuvimos destinados en Transmisiones en El Pardo, mi Unidad de Ceuta igualmente envió equipos de radio a aquella guerra sólo meses antes de mi ingreso.

“Al él le truncó esa ilusión su desaparición cuando ya tenía el curso aprobado”

Y porque mis padres - con muy prudente criterio - no me permitieron ingresar cuando todavía aquella guerra continuaba, si no, hasta pudimos habernos encontrado los dos en Echera, y también ambos vimos frustrada nuestra misma ilusión durante años acariciada de ascender a Sargentos para hacernos profesionales del Ejército. A él le truncó esa ilusión su triste desaparición, cuando ya tenía el curso aprobado y esperaba el ascenso a Sargento.

A mí me ocurrió algo parecido; porque a pesar de haber estado en puerta para que me convocaran al curso de Sargento, con el número uno de mi promoción de Cabo Primero de Ingeniero del antiguo Ejército del Norte de África (Ceuta y Melilla), sólo meses antes de cuando ya me correspondía asistir, cerraron las Academias de Suboficiales (la de Ingenieros por dos años).

Y, después de llevar casi seis años consumiendo lo mejor de mi juventud encerrado entre las cuatro paredes del cuartel, opté por no esperar varios años más y reorienté mi futuro opositando al Ministerio de Hacienda en la Administración Civil, donde pude promocionarme desde la inferior categoría equivalente a auxiliar administrativo hasta la categoría y niveles más altos del Cuerpo Superior, tras haber cursado dos carreras universitarias y haber superado cuatro oposiciones en dicho Ministerio, siempre alternando los estudios con el trabajo.

Sin embargo, con su lamentable desaparición, ambas vidas paralelas se tornarían luego totalmente divergentes ante la peor suerte y el más triste infortunio por él corridos.

La batalla de Edchera en la que desapareció Mayorala se libró el 13-01-1958. Reconozco lo extraño que quizá resulte que, tras haber transcurrido 60 años, venga ahora un civil que nada tuvo que ver con aquella guerra a dedicar un artículo a Mayorala y los fallecidos.

Pero he tenido mucho interés en publicarlo porque creo que, si Mayorala y los demás que murieron hoy vivieran, se sentirían honrados de que alguien del pueblo llano les tribute este sencillo y modesto homenaje.

Y es que creo que, tanto el desaparecido como todos los fallecidos, lo tienen más que merecido sólo por haber dado su vida por España. Más, en el caso de Mayorala, quiero poner en valor su firme empeño y decidida determinación de que quisiera ir en vanguardia en vez de en la retaguardia a la que en principio fue destinado y que, de no haberla pedido él, seguro que se habría salvado como su compañero Parra.

Eso, por sí solo, entiendo que sería mérito suficiente para que se le hubiera reconocido y premiado con alguna condecoración que honrara su memoria ante el Ejército, compañeros y familiares, que ignoro si se le otorgó.

Como imagino que si Mayorala viviera se sentiría satisfecho de que aproveche la ocasión para resaltar los excelentes servicios que los Cabos Primeros han prestado al Ejército y a España. Y en esta parte, igualmente dedico mi artículo a los Cabos Primeros.

La Ley de 21-06-1940 que creó dicho empleo a propuesta del entonces Ministro del Ejército, bilaureado General Varela, justificaba su creación por los motivos siguientes: “Las necesidades que la guerra impone de disponer de un elevadísimo número de clases subalternas, que no puede ser satisfecho con los sistemas hasta hoy en vigor, ya que la capacidad “económica” de la Nación no podría resistir la pesadísima carga que su crecido número representa.

Por otra parte, las remuneraciones que las necesidades de la vida aconsejan asignar a los Suboficiales y clases profesionales, contrastan con las que la categoría de Cabo tiene asignadas, estableciéndose así un notable desnivel con el empleo de Sargento.

Todo ello aconseja dar estado oficial a lo que la necesidad obliga periódicamente, esto es, crear un empleo intermedio de Cabo Primero que, desempeñando las funciones tácticas de Jefe de Pelotón o similares, salve aquellos inconvenientes y sea un estímulo a la justa aspiración de los empleos inferiores del Ejército”.

Y en su artículo 2º se dispone: “La misión táctica de los Cabos Primeros será la de Jefe de Pelotón o similar a ella asignada a los Sargentos que se determina en sus correspondientes Reglamentos tácticos y de servicio”.

Aquella Ley asignó a los Cabos Primeros las mismas funciones que a los Sargentos, pero sólo para realizar servicios, porque continuaron como tal clase de tropa. Con ello, se dotó al Ejército de miles de nuevos “Sargentos operativos”, con capacidad y solvencia para prestar idénticos servicios que los Sargentos efectivos, pero por la entonces exigua remuneración de Cabos Primeros. Mandan un Pelotón, realizan los mismos servicios que los Sargentos de semana, de guardia, de retén, de visita de hospital, etc, puestos todos indistintamente desempeñados por Sargentos o Cabos Primeros.

Estos últimos, aun llevando entonces entre 5 y 10 años de servicio, ni siquiera podían vestir de paisano cuando estaban libres de servicio, debiendo pernoctar en el cuartel junto a la tropa con la que permanentemente tenían que convivir y, a la vez, tenían que mandar y hacerse obedecer; que eso era difícil.

El Ejército, creando el empleo de Cabo Primero, hizo la mejor “inversión económica”, como su misma Ley creadora perseguía.

Entonces, llevaban muchos años desempeñando funciones de Sargento sin serlo y sin ser remunerados como éstos; pero asumiendo la misma carga de trabajo, responsabilidad, esfuerzo, entrega, dedicación, capacidad de mando en la toma de decisiones, solvencia, lealtad y espíritu de servicio, tal como la Ley creadora les exigió, y como el Cabo Primero Fernández-Mayorala acreditó, permutando el lugar menos expuesto de retaguardia que en principio se le asignó, por otro de mayor riesgo y peligro que él buscó. Por eso, en memoria del Cabo Primero Fernández-Mayorala y de todos los valientes que en Edchera murieron, vayan mi gratitud, admiración y reconocimiento para todos ellos. Y a todos los Ingenieros militares, MUCHAS FELICIDADES en la festividad de su Santo Patrón.

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