Al asalto del cielo

Y llegó el día. Y ganó Tsipras. Y venció la coalición de Izquierda Radical (eso es Syriza) en Grecia. El pueblo griego decidió. Parece que lo hizo siguiendo la máxima aristoteliana: “la esperanza es el sueño del hombre despierto”.  Es la democracia. El tiempo dictará sentencia sobre la bondad o no de tal elección para los intereses de ese mismo pueblo elector.  En España las mesnadas de Podemos  valoran las políticas

rupturistas del nuevo primer ministro como un acto de liberación y de ruptura con el yugo opresor de Europa. El mesías Iglesias decía el lunes de esta misma semana que “aquellos que predecían el apocalipsis para Grecia se habían equivocado”. Tenía razón. Esa debacle llego solo dos días después, cuando el nuevo Gobierno (muy moderno, sin mujeres…) anunció sus medidas más inmediatas. Y fueron medidas de esas que a cualquiera le agrada escuchar: subir el salario mínimo, contratar más funcionarios públicos, pagas extras recuperadas. ¿Cuánto cuesta todo eso? 12.000 millones de euros. Nada más. Nadie sabe de dónde va a salir esa cantidad (quizás debiéramos preguntar a Pablo Iglesias que tiene respuestas para todo o al irascible Monedero que es un especialista en hacer dinero rápido). Y la bolsa se hundió, y los griegos empezaron a sacar su dinero de los bancos y... nadie sabe qué pasara ahora... Todo esto son hechos. Yo quisiera sin embargo compartir con ustedes alguna reflexión sobre el asunto.
Creo que a los ciudadanos europeos la izquierda nos ha conducido de forma premeditada al debate cerrado sobre austeridad sí o austeridad no, considerando la austeridad como un conjunto de políticas absolutas e inclementes que persiguen unas finalidades macroeconómicas en las que las personas poco importan. Eso es falso y forma parte de una visión ideologizada y reduccionista, que ha sido explotada de forma demagógica y que evita entrar en el debate esencial: los actuales sistemas públicos que financiaban nuestro estado del bienestar han devenido en insostenibles si no se realizaban las inaplazables reformas que posibilitaran (y a duras penas) la viabilidad del mismo. Y valdría con una simple prueba: nuestros estados europeos han acumulado déficit público (es decir han gastado más de lo que han ingresado) tanto en épocas de bonanza como en las de crisis.  Las reformas son por tanto esenciales (y dolorosas), exigen sacrificios para todos y sus cargas deben ser repartidas con ecuanimidad, pero son la única vía para que el conjunto de políticas que conforman el estado del bienestar vuelva a funcionar. España es un ejemplo de que se puede hacer. Lo estamos consiguiendo, pasando de una situación que la mayoría de los analistas nacionales e internacionales consideraban de quiebra técnica, a crecer por delante de la mayoría de nuestros socios europeos y a crear empleo y por tanto riqueza.
Y los griegos... Cuando leo las razones de la elección del domingo, las declaraciones de sus políticos, la rabia y la indignación de los ciudadanos… siempre pienso que echo en falta algo de autocrítica. ¿Por qué llegó Grecia a esa situación? ¿Cómo contribuyeron sus ciudadanos a su situación actual? Y por otra parte ¿no es injusto arremeter sistemáticamente contra el resto de socios europeos sin cuyos prestamos la economía griega habría quebrado hace años? Europa, todos los europeos hemos prestado a los griegos 320.000 millones de euros. Nada más y nada menos. Los españoles (sí: usted y yo) les hemos prestado más de 30.000 millones. Y la calamitosa situación actual griega podría ser infinitamente peor si los acreedores no fueran los socios de la Unión Europea, sino los fondos internacionales financieros privados, o si, fuera del euro y con un dracma en constante devaluación se asistiera impotente a la agonía de un estado fracasado.
Y en casa… ese compendio de incompetentes, frívolos y populistas que conforma la Syriza española, Podemos, celebra exultante el advenimiento del comunismo radical a Grecia. No es muy alarmante. Tampoco lo es que para embaucar a incautos y almas necesitadas sigan prometiendo la Luna y más allá. Lo que me parece más preocupante es que en momentos de graves dificultades muchas personas corrientes aspiren a tener la Luna. Porque por ese deseo es por lo que estos totalitarios de Podemos se la prometen. Y lo que haga falta. Ellos, además de ser neocomunistas disfrazados de progres tecnológicos, son ante todo oportunistas. Nacen al calor de la corrupción y sobre los errores de nuestras democracias. Y se desarrollan siempre contra la tercera persona del plural. Nosotros y “ellos”. Los puros y la casta. No nos engañan: venden un bolchevismo primitivo con envoltorio 3.0 que cabe en un tweet. Combinan lo peor del comunismo más antiguo con lo más rancio del populismo caribeño. Se presentan como ejemplares vírgenes para después descubrirnos sus carnes mortales en forma de dudosas financiaciones que provienen de climas más cálidos. Solo sobreviven en el caldo de cultivo de los fracasos del sistema y aspiran a derrocarlo.
¿Recuerdan esa frase del mesías Iglesias, “el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”?. Pues eso… en el asalto que no nos encuentren desprevenidos. Aprendamos de los errores ajenos. Desconfiemos de las herramientas de venganza social que, con el puño en alto, nos venden el cielo comunista en la tierra.