Opinión

Al Aila (IV)

Después de esa desafortunada tarde, tuve que declarar varias veces en la Comandancia de la Guardia Civil. Lo malo del asunto fue que tuve que ir a decir la mala noticia al Rincón. A la familia de ella. Era un trance muy malo. Pero no se podía demorar más tiempo. Allí se quedaron de piedra. Después de diez días, conseguí repatriar a Al Aila a su ciudad natal. Tuve que hacer mucho papeleo y soltar mucho dinero. Y más, en la zona marroquí. Toda su familia la estaba esperando. Le hicieron un velatorio. Yo no me acuerdo de nada. Sólo se dónde reposan sus restos. Cada vez que puedo, voy y charlo con ella un rato y le llevo un ramo de flores. Ella se lo merecía. Pero tengo que decirte que la primera noche del velatorio, cuando estaba dándome una vuelta por la playa, se acercó un familiar de ella, no me acuerdo bien quién me dijo que era, y me contó que ella, por la madrugada de aquel día que yo me la encontré, había partido, con unos veinte magrebíes más, en una patera, dirección hacia la Península. Había pagado todos sus ahorros. La intención era poder buscarte en el futuro. La madre tenía una carta que le habían escrito en español. Y que, por miedo a que le afectara más de lo que estaba, no quería dártela. Según le habían dicho, durante la travesía hubo un giro violento y cayeron al agua varios. Fueron recogidos todos, menos Al Aila. Era de noche y no se encontraba. Se presupone que, en la desgraciada acción, se golpearía en la cabeza y se quedaría sin sentido, hundiéndose hacia el fondo. El lugar aproximado fue donde yo la encontré. Me quedé, nuevamente, petrificado. Fueron unas revelaciones que me afectaron totalmente. Se me metieron dos cosas en la cabeza. Una, ir a por la carta que me había confeccionado ella y, que según este hombre, la tenía su madre. Y la segunda idea era buscar a esos hijos de su p… madre para que pagaran con creces lo que habían hecho. Jugar con la fantasía de unos hombres y mujeres. Eso no se debe hacer. Hay formas para buscar acercarse a la otra orilla. Después de darme una nueva ilusión de vivir, fui a hablar con Rachida, la madre de mi desafortunada novia de cuerpo presente en su cama, pero sin vida. Estaba allí, bien vestida con sus mejores galas, y daban ganas de comérsela a besos pero no me dejaban acercarme. Me fui a hablar con su madre y me dijo que me daba el sobre con una condición. Que no iba a hacer ninguna locura. Le prometí que no la haría pero también os digo que lo hice con los dedos cruzados. Sólo quería tener un recuerdo suyo y, a la vez, tener cerca de mí algo que ella hubiera confeccionado. Era lo único que me quedaría para el resto de mi vida, sin estar presente mi querida y bella Al Aila.

La carta aún la conservo como oro en paño. Y en ella me decía que me quería mucho y que algo en sus adentros le indicaba que la única forma de que algún día pudiera estar conmigo, era escaparse en una embarcación conjuntamente con otras almas gemelas que pensaban igual que ella. Y es que, la sinrazón apoyada en las personas, se vuelca en una idea buena en este microespacio de lugar y tiempo. Guardé en su sobre estas pocas palabras e intenté, durante muchas jornadas, aliviar mi corazón con las humildes ideas de una joven que no vería más adelante que mis viejos, ahora, huesos. Mis lágrimas me costaron pensar que era muy afortunado por haber tenido a una persona que me hubiera querido como ella me quiso, en el poco tiempo que pudo estar junto a mí. Pero llegaron las doce de la mañana, que era la hora prevista para su sepelio. Yo cogí una de las andas y no la solté hasta que llegamos al cementerio y le dimos sepultura a mi querida y amada Al Aila. Yo me quede allí durante un buen rato. No puedo deciros la cantidad de tiempo, sólo os puedo aventurar que muchos amigos de la familia intentaron convencerme de que fuera a la casa, a comer algo, y yo no les hice ni puñetero caso. Estaba allí, extasiado, rezando y no podía dejarla sola. Era superior a mí. Quería estar junto a ella. Pero también tenía una cosa dentro de mí que no me quitaba de mi intelecto. Quería venganza. Pero, ¿de qué? ¿Y contra quién?

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