La viuda del policía nacional, asesinado en Irún en 1984, confirma que “las secuelas no se van nunca de nuestra vida”
Cuando Aicha Mohamed tuvo conocimiento del asesinato de su marido, la vida se le vino abajo. Vivía en Guipúzcoa junto a su esposo y sus tres hijos, embarazada ya del varón de la familia. Tuvo que levantar su casa y regresar a Ceuta, de donde eran originarios. Esta mujer, valiente donde las haya, no lo ha tenido fácil para sacar a sus vástagos adelante y más teniendo en cuenta que una de sus hijas tiene parálisis cerebral. Tampoco ha tenido ayuda de las autoridades, hasta que no pasaron muchos años y la Ley de Víctimas del Terrorismo comenzó a reconocer los derechos de estas familias que quedaron destrozadas por las balas asesinas, en este caso, de ETA.
Aicha siempre ha sido una luchadora y ayer estuvo en los actos de inauguración de la exposición ‘La Guardia Civil contra el terrorismo’, ocupando como era lógico uno de los lugares de honor junto a otras personas con las que le une la pérdida de un ser querido por culpa de unos descerebrados. Antes, en un acto íntimo, había participado en un desayuno que se ofreció ajeno a los medios en el Hotel Ulises, en donde se les entregó un detalle a modo de recuerdo.
Ante los micrófonos del Faro Televisión reconocía que “ese sufrimiento lo llevamos con nosotros durante toda la vida”. Recuerda que cuando, después de las palabras de las primeras autoridades se proyectó el vídeo realizado donde se analizaba el terrorismo y sus víctimas, “te das cuenta de que las familias al volver a ver situaciones de este tipo, se te acumulan todos los recuerdos que te han acompañado tantos años y notas que siguen teniendo en tu interior el mismo dolor que el primer día, porque las secuelas nunca se van”.
En relación con la inauguración de esta exposición defiende que “este día lo vemos como un reconocimiento a las víctimas y pensamos que la juventud no se acuerda de esto. La memoria no se debe olvidar”.
Aicha quiere que las víctimas continúen estando presentes en la mente de todos los españoles, porque las personas que murieron lo hicieron, en su caso, en acto de servicio por defender la libertad de los demás ciudadanos.
Recuerda que la Ley de Víctimas del Terrorismo ya establece que “la memoria ha de estar siempre presente y debe cumplirse”. Es partidaria de que haya charlas en los colegios para que las nuevas generaciones conozcan lo que pasó en una etapa determinada de la historia de España.
Ella misma pone un ejemplo concreto como es el caso que tiene sobrinos que no saben nada de nada de lo que sucedió aquel día.
Mohamed Ahmed Abderrahman estaba de vigilancia
Mohamed Ahmed Abderrahman, policía nacional, resultó muerto el 23 de noviembre de 1984 en un atentado en el que también hubo otros dos heridos de distinta consideración. Ocurrió pasadas las 23.30 horas en la localidad guipuzcoana de Irún. El atentado se produjo cuando tres policías nacionales se encontraban de servicio en las proximidades del peaje de la autopista Bilbao-Beobia y fueron alcanzados desde uno de los puentes por una ráfaga de disparos y una granada lanzados por desconocidos.
Fueron dos los autores del atentado contra la patrulla de la Policía Nacional que vigilaba habitualmente el peaje para la protección a los camioneros franceses de posibles altercados. Los tres policías fueron trasladados inmediatamente a la residencia sanitaria de San Sebastián, si bien uno de ellos, Mohamed Ahmed Abderrahman, falleció durante el trayecto. Tenía la espalda prácticamente destrozada, ya que recibió de lleno el impacto de la granada de carga hueca. Su mujer estaba en esos momentos embarazada de su cuarto hijo, al que no conoció pero que es el vivo retrato de su progenitor.