Categorías: Opinión

Ahora nos tiramos de los pelos

Cuando soplan tempestades de violencia, disgregación y ruptura social, todos echamos balones fuera culpando a Delegación de Gobierno, al CNP, la GC y a la policía local de no tener controlada la seguridad ciudadana. Después de actuar como avestruces conniventes durante años, ahora pretendemos que la seguridad ciudadana sea netamente cuestión de presencia policial, detenciones, legislación de linchamiento y juicios temerarios.
Parece que nadie ha pensado que hemos dejado escapar unos preciosos años de educación y formación ciudadana, en la que valores como el esfuerzo, sacrificio,  honestidad y honradez han brillado por su ausencia. Mandamos a nuestros hijos a una escuela en la que empollón es peyorativo y gamberro es laudatorio, y en el que el modelo de ciudadano es aquel que respeta la Constitución, y no valores mucho más superiores como el amor al prójimo o la humildad.
He presenciado estupefacto como muchos se preciaban de contar con amistades dentro del entorno gansteril y mafioso, he podido observar como delincuentes convictos y confesos paseaban fastuosos coches por la calle con la admiración de jóvenes, he asistido atónito a las salidas de estudiantes de los institutos y como la aprobación social rodeaba a motos de gran cilindrada de personas sin oficio ni beneficio, he conocido como del honroso oficio de la abogacía se hacía un lucrativo negocio sin escrúpulos con la defensa a ultranza de intereses espurios, he observado cómo se hacían llamamientos a la crítica política de las actuaciones del CNP, he contemplado como se hacía aprovechamiento político de la invocación a la segregación religiosa.
Y ahora nos tiramos de los pelos como si los tiroteos, los asesinatos, las palizas, los asesinos religiosos y otras formas de violencia inusitada que ahora nos asolan, no tuviesen nada que ver con nosotros mismos, con nuestra forma pasiva e incluso activa con el que hemos sembrado esos vientos que ya se han transformado en tempestades.
Salvadas sean las distancias y con todo mi más profundo respeto a las víctimas del holocausto. Lo que ahora está pasando en Ceuta me resuena mucho a la población alemana de aquellos tiempos, cuando todos veían pasar los trenes cargados de personas hacia los campos de concentración, retornaban vacíos, y pretendían ignorar lo que estaba pasando.
Y todo tiene un origen: El relativismo, y su todo vale dependiendo del punto de vista. La expulsión de Dios de nuestra sociedad y las presiones para reducirlo al ámbito de lo privado, hacen que la falta de valores absolutos, como el estricto y difícil “no hacer mal a nadie”, haya construido una sociedad corrupta en el amplio sentido de la palabra.
No solo los gobernantes están bajo tela de juicio, también aquellas sociedades que con su comportamiento aprueban y son permisivas con la poca catadura moral de muchos apelando al individualismo.
Es lamentable asistir a una sociedad que tiene como aforismo “el que no roba es tonto” y después se lamenta de que le roben, le apaleen, o le asesinen.

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