Opinión

Ahora

Hay algunas frases encadenadas que poseen la mágica capacidad de dejarnos una huella indeleble, al tiempo que tienen el poder de fijar una época con una música y varias estrofas.

Ejemplos, no faltan.

En 1963, el tema “Blowin’ in the wind” (la respuesta está en el viento) del mítico Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, fue la canción de referencia para la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. Tal es así que la cantante afroamericana Mavis Staples, muy próxima al francmasón Martin Luther King, llegó a afirmar que no podía entender cómo un hombre blanco había logrado capturar tan genuinamente las frustraciones y los anhelos de las negras estadounidenses en una sola canción. Fraternidad.

A miles de kilómetros de allí, y varios años más tarde, entre cargas policiales, adoquines y barricadas, el cantautor Léo Ferré componía lo que se transformaría en el tema de referencia del Mayo del 68 francés, que ahora cumple 50 años. “Les anarchistes” (los anarquistas) fue un grito que sacudió a una sociedad, la francesa, que vivía una profunda transformación en la que las libertarias tuvieron una importancia crucial. El periodista y crítico musical Boris Ryczek, afirmó que con ese tema “Ferré hizo desfilar entre notas musicales a todas las Emma Goldman, todos los mártires de Chicago y todos los Sacco y Vanzetti de la historia y a todas las asesinadas por fascistas o estalinistas”. Brutal.

Cien años antes (1866), Jean-Baptiste Clément le lanzaba a la historia “Le temps des cerises” (el tiempo de las cerezas) en homenaje a las asesinadas por el gobierno francés en lo que se llamó la Semana Sangrienta tras la Comuna de París. Este hecho, que se conmemora todos los primeros de mayo en el parisino cementerio del Père Lachaise y en el que se canta esta canción, es un acto de afirmación de libertad en estado puro. Le temps des cerises, todo un himno a la Libertad, es más que conocido en Francia y fuera de los límites del hexágono. Desde la desaparecida Mari-Trini, o Yves Montand pasando por Nana Mouskouri, Aznavour, Noir Désir, Serge Utgé-Royo, Joan Baez, Charles Trenet y hasta Maxime Le Forestier (por citar solo algunos nombres) han versionado este tema recordando a las muchas Louise Michel y a la Comuna de París. Descomunal.

En 1965, el que fuera autor de “Soldadito boliviano”, escribió un texto sublime al que le puso música el grupo chileno Quilapayun, entonces integrado por el posteriormente asesinado Víctor Jara. Más tarde, los españoles Víctor Manuel y Ana Belén hicieron lo propio transformando “La Muralla” en un clamor de fraternidad. El poema del cubano Nicolás Guillén sigue siendo todo un hito tanto en Chile como en nuestro país. Llegó a ser una de las canciones faro de la transición y al paso que vamos, no pasará de moda. Tremendo.

Por su parte, otro genio estadounidense estrenaba en 1967 un tema cargado de fuerza, de emotividad y de vida que perdurará por siempre. “What a wonderful world” pretendía ser un antídoto frente al odio racial que se vivía en la América profunda, y en la no tan profunda, en la que ser negra significaba ser ciudadana de segunda. Hay cosas que parecen no cambiar. El escalofrío al escuchar la rota voz del trompetista negro también persiste. Afortunadamente.

Obviamente, la lista sería interminable. Desde el “Libertad sin ira” de Jarcha que dio el pistoletazo de salida para recobrar la democracia en nuestro país, hasta el “Para la Libertad” de Serrat que sigue más que vigente, todas han tenido un papel crucial en procesos transformadores que cada cual ha interiorizado a su manera.

Y después hay canciones de amor y desgarro que, sin quererlo, acaban siendo todo un punto de partida. “Ahora” de Joaquín Sabina, es buena prueba de ello cuando clama que: “Ahora que nada es urgente / que todo es presente / que hay pan para hoy / Ahora que no te pido lo que me das / Ahora que no me mido con los demás / Ahora que todos los cuentos parecen el cuento de nunca empezar…”.

Y en esas estamos.

Ahora que sabe, de sobra, que millones de seres humanos se mueren de hambre en el mundo mientras aquí tiramos la comida por toneladas.

Ahora que es conocedora de que su ropa ha sido elaborada en talleres infectos por niñas de ocho años en países asiáticos.

Ahora que ha leído que con una mínima parte del gasto militar se podrían solucionar las grandes plagas de este mundo.

Ahora que ya sabe que hay mujeres que son vendidas y compradas como una mercancía cualquiera.

Ahora que comprueba cómo la educación pública que debe enseñar a sus hijas está bajo mínimos, y va a peor.

Ahora que se ha dado cuenta de que en el capitalismo salvaje solo existe la ley del embudo.

Ahora que ve cómo las jubiladas son humilladas al negárseles una pensión digna a pesar de años duramente trabajados y cotizados.

Ahora que se tropieza con la pobreza a pie de calle y ya no le extraña.

Ahora que la creciente desigualdad se palpa a diario sin que nadie se atreva a alzar la voz.

Ahora que la corrupción de las políticas (todas no, lo reitero) está corroyendo los cimientos de la democracia empujándonos de nuevo hacia la dictadura.

Ahora que el librepensamiento es brutalmente necesario y, obviamente, cada vez más molesto.

Ahora que el planeta se ahoga bajo los efectos de la codicia y de toneladas de basura.

Ahora que existen arsenales nucleares para destruir cientos de veces el planeta.

Ahora que nuestra sanidad pública está siendo desmembrada con total impunidad mientras las salas de espera se parecen a aparcamientos para enfermas.

Ahora que se sigue más a los dogmas de fe que a la razón.

Ahora que Albert Camus es más necesario pero menos leído que nunca.

Ahora que el antisemitismo emerge con fuerza en la más absoluta indiferencia.

Ahora que mueren decenas de miles de seres humanos intentando llegar a un mundo mejor sin que a nadie le importe.

Ahora que a diario miles de criaturas mueren aplastadas bajo los bombardeos.

Ahora que el huevo de la serpiente crece con fuerza ante nuestra suicida pasividad.

Ahora que a pesar de nuestros presuntos conocimientos seguimos separando a nuestras congéneres por color y creencia.

Ahora que sabe todo esto, y más, ¿piensa hacer algo al respecto?

Usted, como siempre sabrá lo que más le conviene, pero quizás sea el momento de empezar a recordar los versos de Alberti a los que puso música Paco Ibáñez: “a galopar hasta enterrarlos en el mar”. De no empezar ahora a galopar con fuerza, la melodía de nuestra vida se resumirá en adormideras canciones de cuna. Poco más.

Ya lo dice Renaud en la canción que fue elegida la mejor canción francófona de todos los tiempos, “Mistral gagnant”: Hay que amar la vida, aunque el tiempo sea asesino y se lleve con él la risa de las niñas”.

Que esas niñas se sigan riendo lejos de vertederos, desiertos o bombardeos depende de lo que haga usted AHORA.

Nada más que añadir, Señoría.

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