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Agustina de Aragón “La Artillera” (I)

Agustina Raymunda María Saragossa Doménech, fue conocida a partir de su heroico comportamiento durante el sitio que sufrió la ciudad de su mismo apellido, como Agustina de Aragón y también como La Artillera. Nació en la ciudad de Barcelona, el 4 de marzo de 1786, siendo bautizada por el párroco Ramón Albert y Juliana en la parroquia de Santa María del Mar dos días después, según obra en el libro de Nacidos de la parroquia que dice lo siguiente:
“6 de marzo de 1786, en dicho día, mes y año he bautizado a Agustina Raymunda María, hija legítima de Pedro Juan Saragossa, obrero y de Raymunda Doménech, cónyuges. Fueron sus padrinos Juan Altarriba, armero, y Agustina Vilumara, mujer del padrino. Les instruí de las obligaciones que contraen. Ramón Albert y Juliana, presbítero Subvicario.”
Con dieciséis años se casa con Juan Roca Vilaseca, cabo segundo del Primer Regimiento del Cuerpo de Artillería de Barcelona. Al comienzo de la Guerra de la Independencia el marido participa en la acción del Bruch, en la defensa de Barcelona, en la retirada del Campo de Espulgues y Molins de Rey, para proseguir sus acciones hasta llegar a Zaragoza según recoge su expediente. Esta podría ser la causa que motivó la separación y el motivo por el cual Agustina se dirigió a Zaragoza con su hijo de cuatro años. No debemos olvidar que en aquellas fechas era corriente que los familiares siguiesen al ejército a cierta distancia.
De su heroico comportamiento en la defensa de la puerta del Portillo, existe abundante bibliografía y por lo tanto numerosas versiones. La puerta del Portillo era junto a la del Carmen y a la de Stª Engracia, los tres lugares por donde pretendieron entrar a la ciudad los franceses al mando del mariscal Lebfevre. Describiremos la versión que el propio general Plafox ofreció de tales momentos en un documento que se conserva en el museo del ejército:
Al entrar en la Batería observé a una joven de gallarda apariencia y tala elevada dando fuego a un cañón de a 24; y reconviniendo al Comandante Marco del Pont por haber permitido entrase una mujer en la batería en contravención a las órdenes que tenía dadas, me respondió el Comandante enterándome de lo siguiente: esta mujer se llama Agustina Zaragoza, natural del Principado de Cataluña, pero residente en la ciudad desde hace tiempo; joven de unos 22 años y enlazada con conexiones con un Sargento de Artillería, con quien estaba concertado su matrimonio; servía éste bizarramente aquel cañón de a 24, y a la sazón una bala enemiga lo acierta y lo tiende en el suelo; llegaba la Agustina a traerle el refresco y no se le permitió la entrada, contentándose en contemplar a su amante desde la gola de la batería, verle caer y presentarse ella en el mismo sitio fue obra de un momento; arranca del cadáver el botafuego que tenía aún en la mano, llena de heroico entusiasmo dice: aquí estoy yo para vengarte, agita el botafuego y lo aplica al cañón declarando que no se separaría del lado de su amado hasta perder ella también la vida. Todavía la encontró el general en este ejercicio gallardamente colocada al lado del cañón, participando con todos de tan singular sorpresa, en tal grado que en el acto la concedió el sueldo y la graduación de Sargento, las mimas distinciones y premios que tenía ganado su desgraciado amante.
No deja de parecernos una versión algo novelada de los hechos, máxime si tenemos en cuenta que el general Palafox escribió artículos para la prensa francesa redactados en ese idioma. En uno de ellos describía a Agustina como una joven de veinte a veinticinco años; morena, de grandes y hermosos ojos y aún cuando no podía pasar por linda, era graciosa, alta, bien formada y tenía una viveza sumamente agradable y un aire muy despejado. Repite de nuevo su versión de los hechos para terminar diciendo. “Yo fui testigo de aquella escena en el momento que llegaba a la batería, que estaba cubierta de los cadáveres de más de cincuenta artilleros, tendidos en el suelo, presentando el espectáculo más desgarrador. La joven brillaba en todo su esplendor, aunque envuelta en humo, y me saludó con una desenvoltura igual al valor. En el instante en que terminó el combate, cogí las ginetas del sargento muerto y las coloqué en los hombros de la amazona, que continuó después peleando en otras ocasiones, siempre exaltada y siempre guerrera. Bien merece algunas páginas de la historia, pues, aun cuando mujer nacida en el vulgo, se ha portado siempre como una heroína.”
A pesar de lo escrito por Palafox, Agustina no era soltera, estaba casada con Juan Roca, a la sazón sargento segundo del Cuerpo de Artillería que en aquellas fechas participaba en las acciones de María, Montorrite y Beliche, tenía un hijo y no era la amante del sargento caído en la puerta del Portillo. Parece que tenía otro del que luego hablaremos; no fueron sus palabras de aliento a los artilleros las reseñadas por Palafox, y en cuanto a las ginetas, Agustina recibió el distintivo de subteniente con el uso de dos escudos de distinción con los lemas Defensora de Zaragoza y Recompensa del Valor y Patriotismo. Todo ello se desprende de un escrito redactado por ella misma el 12 de agosto de 1809 dirigido al rey:
Señor: Agustina Zaragoza, por otro nombre la Artillera de Zaragoza, se presenta a V.M. y con su mayor respeto expone:
Que a primeros de junio de 1808 salió de Barcelona con dirección a la capital de Aragón, queriendo alternar con los defensores los Artilleros, los anima y exhorta a la firmeza; y empieza a hacer este oficio sirviendo tacos y otras provisiones. El primer y segundo día de julio empiezan los enemigos el bombardeo contra la ciudad, y a sus pasos hacia la batería de la puerta del Portillo, atacada con la mayor furia, entre los Artilleros, los socorre, los ayuda y dice: ánimo Artilleros, que aquí hay mujeres cuando podáis más. En este día de gloria mediante el parte del comandante de la batería el Coronel que era de Granadero de Palafox, la condecora el General con el título de Artillera y sueldo de seis reales diarios. Tras describir con detalle los dos sitios sufridos por la ciudad y su actuación cuenta la entrada de los franceses en Zaragoza:
En medio de todo sólo la cruel peste de que fue acometida podía hacer desistir de su empeño de resistir a tan vil canalla. Postrada en una cama puesta en el repuesto de un cañón, dentro del convento de San Agustín, y de que se acercaban los franceses; pónese en pie, consigue que la ayuden a vestir, y también a su hijo de cinco años que se hallaba en igual estado, quiere salir huyendo, cae en manos del enemigo, porque hubo quien dijo-esta es la artillera,- y la llevaron con otros muchos a la Casablanca. Llegada a Olvega perdió a su hijo a la fuerza del contagio, fatiga del camino y falta de recursos para asistencia. Señor; en vista de estos y otros hechos de que no puede menos de gloriarse la Artillera Zaragoza con toda la nación, ¿qué no debe esperar de la generosidad con que V.M. sabe premiar el valor y patriotismo más acendrado? Interesa a la Exponente, y en V.M. confía.” –Sevilla 12 de Agosto de 1809-Señor-A.L.R.P. de V.M.-Agustina Zaragoza-Señor: Atendidos los motivos que van expuestos anteriormente, y la necesidad en que me hallo por haberlo perdido todo siendo prisionera; suplico a V.M. se sirva concederme el sueldo de Capitán efectivo, librándome en su virtud el correspondiente despacho. Sevilla 26 de Agosto de 1809.
Al margen de este memorial, se lee. “S.M. concede sueldo y grado de Alférez de Infantería-Fecho en 30 de agosto de 1809.”
La investigación más reciente sobre la vida de esta heroína, es la realizada por Ana Freire, quien en una prospección sobre la vida de Agustina, apoya esta investigación en gran parte en la novela histórica escrita por su propia hija Carlota Cobo. Lógico por otra parte porque aunque es evidente que a una novela histórica no le faltan dosis importantes de ficción, sin embargo pueden aportar una documentación complementaria a los expedientes militares y referencias históricas que en ellas se citan, ayudándonos a separar de la misma lo ficticio de lo real. Carlota refiere que cuando Agustina se dirige a Zaragoza en busca de sus padres, sufre en el camino una escaramuza en Esparraguera donde interviene haciendo que se perdone la vida a dos prisioneros franceses. En este viaje se encuentra con el verdadero amor de su vida, Luis Talarbe, que se ofrece a acompañarla y protegerla. En realidad se trataba del segundo encuentro, pues ya se conocieron en la ciudad de Mahón, donde fue destinado Roca al poco de casarse. Ambos viajan juntos compartiendo los azares del segundo sitio, caen prisioneros y logran fugarse juntos, ella del hospital de Puente la Reina y el de un hospital de Pamplona.

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