Opinión

Agustín Fernández Reyes

Con su amabilidad, delicadeza y, sobre todo, con su generosidad, Agustín nos invita a que, tras contemplarlos, nos sorprendamos, admiremos y disfrutemos con los misterios y con la belleza de la naturaleza. Sus escritos nos muestran que el asombro ante su la grandeza nos impulsa para que salgamos de nosotros mismos y para que nos dejemos cautivar por los misterios de las realidades naturales. Nos explica cómo, para "admirar" no es suficiente con que "miremos", sino que necesitamos “aprender a mirar", a prestar atención a nuestros latidos y a los ecos que, en nuestras entrañas, producen los espectáculos de la naturaleza.

Aristóteles decía que la filosofía nació de la admiración tras advertir que los comportamientos de los seres naturales tienen sentidos, que la naturaleza es admirable porque no es un caos, sino un cosmos, es decir, un conjunto ordenado de seres que siguen unas leyes racionales.

Agustín, con su mirada aguda y amable, nos desvela los enigmas de la vida natural y el fondo del misterio que encierran los comportamientos de los seres naturales, sobre todo, de los animales. Tengamos en cuenta que él es veterinario, un profesional ocupado de las vidas, de la salud y del bienestar de los animales, y, por lo tanto, de sus relaciones con el resto de la naturaleza y especialmente con los seres humanos.

En mi opinión, el éxito de sus textos narrativos radica en la fuerza con la que despierta nuestro interés y mantiene nuestra atención estimulando, nuestra la curiosidad y dándonos a entender que los animales reflejan nuestros comportamientos. Él sabe muy bien que ahí reside el interés que nos avivan los relatos de las fábulas y de las leyendas inspiradas en textos bíblicos, mitológicos y literarios de las diferentes épocas.

La experiencia nos dice que la narración del comportamiento de los animales nos descubre el alma de los hombres y de las mujeres e, incluso, el espíritu de las cosas porque ejerce un intenso poder para transformarnos, porque nos conmueve y porque, además, nos hace reflexionar y actuar.

La historia de la literatura nos confirma que los relatos sobre animales están presentes en todas las corrientes como, por ejemplo, el caballo que acompañó a Don Quijote, “aquel rocín que ni el Bucéfalo de Alejandro ni el Babieca del Cid lo igualaban”. Y por supuesto, no tenemos más remedio que acordarnos del burro más popular de la literatura española, Platero, el protagonista del libro de Juan Ramón Jiménez. Agustín nos explica cómo la literatura cumple la función de humanizar la naturaleza haciendo que todos sus seres nos hablen a nosotros y sobre nosotros.

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