La celebración del Día Mundial del Agua es una magnífica ocasión para reflexionar sobre este elemento fundamental para la vida en nuestro planeta. Según estudios recientes, es posible que el agua de la tierra proceda directamente de la nebulosa protocolar que dio origen a nuestro sistema planetario, es decir, se habría formado incluso antes que el sol, hace miles de millones de años, en el espacio interestelar y ha sido heredada tanto por los cometas como por la tierra sin cambios. Emociona pensar que el agua que bebemos o la que utilizamos para nuestro aseo tenga un origen tan lejano en el tiempo y en el espacio.
Nuestra manera de percibir y valorar el agua ha cambiado mucho en los últimos dos siglos. Como toda la naturaleza, el agua ha sido desposeída de su significado espiritual y trascendente. Son muchas las cosmogonías de la antigüedad que situaban el agua en el origen de universo, de los dioses y de la tierra.
"El agua ha pasado de ser un elemento pleno de significados elevados a un simple componente químico (H20)"
Sin embargo, la primacía dada a la razón ha relegado a un segundo plano a todo lo que tiene que ver con los aspectos subjetivos de la realidad. Junto a este desplazamiento de la intuición a favor de la razón, se ha producido un distanciamiento entre el ser humano y la madre naturaleza.
El agua ha pasado de ser un elemento pleno de significados elevados a un simple componente químico (H20), tal y como señaló de manera acertada el pensador Ivan Illich. En la antigüedad, el mar, los océanos, los manantiales y los ríos eran la residencia de efidríades y ninfas.
Los romanos construyeron numerosos ninfeos en todas sus ciudades e incluso en las viviendas más lujosas. Estos monumentos fueron en su origen grutas naturales en las que se creía que habitaba la ninfa local. En la ciudad hermana de Melilla se documentó uno de estos ninfeos durante las excavaciones arqueológicas en la Plaza de Armas.
"No hemos hallado hasta la fecha evidencias de la existencia de ninfeos, pero la consideración sagrada del agua era universal en aquella época"
En Septem Fratres -nombre de la Ceuta romana-, no hemos hallado hasta la fecha evidencias de la existencia de ninfeos, pero la consideración sagrada del agua era universal en aquella época. También lo fue para los musulmanes que durante siete siglos dominaron buena parte de la Península Ibérica y el norte de África.
Los árabes que en poco tiempo alcanzaron el Magreb, remitificaron los paisajes del Estrecho de Gibraltar y superpusieron sobre las tierras recién conquistadas los principales hitos de su geografía sagrada. De esta forma, la mítica confluencia de los dos mares citada en la Sura de la Caverna fue identificada con el Estrecho de Gibraltar.
Hasta aquí viajaron, según el relato coránico, el profeta Moisés y su ayudante Josué, buscando al sabio al-Khidr (el hombre verde), el custodio de la fuente del agua de la vida. Esta fuente estuvo localizada en Ceuta, si damos por ciertas las noticias transmitidas por muchos autores islámicos, como Yusuf al-Warraq, al-Garnati o al-Bakri.
Este último es el que nos ha aportado más detalles del manantial del agua de la vida y de su ubicación, la cual podría corresponder a la actual fuente de la Victoria, en la carretera entre la playa de Benitez y el poblado de Benzú.
Este manantial está situado en la desembocadura del arroyo de San José, en cuya parte central se encuentra otra emergencia de agua, junto a la que dicen se apareció la Virgen del Rosario en el año 1986. Esta consideración sagrada de los manantiales localizados en el arroyo de San José evidencian la dimensión sagrada del agua en distintos momentos históricos.
Junto a su vertiente espiritual discurren -nunca mejor dicho- otras funciones del agua, como la simbólica de purificación y renovación de la vida o la utilitaria para el abastecimiento de la población, el cultivo del campo o la molienda del grano.
"El acueducto romano de Arcos Quebrados permanece oculto en el fondo de una especie de cráter en las inmediaciones de la barriada de Loma Colmenar"
En las excavaciones arqueológicas en el Paseo de las Palmeras se documentó un pozo de planta rectangular del que extrajeron el agua necesaria para la limpieza de pescado en la factoría de salazones romana de Septem Fratres. Del mismo periodo histórico contamos con los restos de un acueducto que ayudó a transportar el agua desde el arroyo de las Bombas al istmo, aunque en la actualidad se encuentra en un pésimo estado de conservación.
En general, se presta una nula atención al patrimonio vinculado al agua en Ceuta. El acueducto romano de Arcos Quebrados permanece oculto en el fondo de una especie de “cráter” en las inmediaciones de la barriada de Loma Colmenar.
Ya no quedan rastros ni de la loma ni del arroyo y apenas queda algo del acueducto romano. Permanece fuera de la vista de todos e ignorado por las autoridades culturales de la Ciudad Autónoma, a pesar de tratarse de uno de los vestigios arqueológicos más antiguos de Ceuta.
La fuente de la Victoria, la posible fuente del agua de la vida coránica, fue en buena parte destrozada durante la última actuación en la carretera de Benzú. De su existencia queda como testimonio un permanente chorro de agua fresca y dulce que cae entre basura.
Otra fuente, no menos emblemática, como la fuente de la Higuera, ofrece un estado deplorable, simular al de la céntrica fuente Caballos o la de Fuente Cubierta en el entorno del santuario de Sidi Bel Abbas Sabti. La relación de manantiales ceutíes es más extensa, pero todas tienen en común su abandono y desatención por parte de las autoridades locales y estatales. Esta última mantiene una mínima representación de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Por motivos que ignoramos, no ha atendido la solicitud de sus representantes locales de dotar a Ceuta de un comisario de agua que vigile el cumplimiento de la normativa que protege el dominio hidrológico ceutí. Estos espacios protegidos por las leyes nacionales y las directivas europeas han sido ocupados de manera ilegal, transformados en viales o rellenados para convertirlos en parques de dudosa legalidad ambiental, como el que se está instalando en la parte alta del arroyo de Benitez.
"Los arroyos han sido canalizados, rellenados, ocupados de manera ilegal o convertidos en vertederos"
No sabemos cómo se puede conjugar una actuación de esta índole con el plan de prevención de inundaciones o con la estrategia de adaptación al cambio climático.
Hace menos de un siglo, en tiempos de la Segunda República, se aprobó por unanimidad en el Pleno del Ayuntamiento de Ceuta una iniciativa para declarar buena parte del territorio ceutí como montes de utilidad pública con el objetivo subyacente de que nuestra ciudad adquiriera la condición de parque natural.
En el informe del ingeniero forestal que redactó la propuesta para declaración de los montes de utilidad pública de Ceuta se exponía con claridad la importancia de mantener los bosques ceutíes para frenar la escorrentías y mantener en buenas condiciones el agua que discurría por los arroyos ceutíes en los meses de lluvia.
Con el paso de los años, en vez de avanzar en la protección del patrimonio natural de Ceuta, en especial el relacionado con el agua, hemos ido retrocediendo en su salvaguarda. Los arroyos han sido canalizados, rellenados, ocupados de manera ilegal o convertidos en vertederos. Solo se salvan algunos arroyos, como el de Calamocarro o el de San José, por los que nos gusta pasear los aficionados al disfrute de la naturaleza.
Puede que resulte del todo ingenuo pensar que nuestra actual sociedad sea capaz de cultivar la doble mirada de la que hablaba el poeta inglés William Blake: una mirada que capte, de manera sincrónica, el mundo real y el mundo imaginal.
"Esta inmortalidad se logra cuando hacemos de nuestro corazón un manantial del agua de la vida y se funden el paradisíaco templo exterior con el interior"
Yo no puedo dejar de pensar en el gran milagro que es la vida en la tierra y en el don que tenemos los seres humanos de poder imaginar la amplitud del universo y su propia creación. Esta capacidad imaginativa me permite vislumbrar la lluvia incesante que durante cientos de años rellenaron los mares y océanos de la tierra, completamente rodeada por una nebulosa formada en el periodo protosolar.
Bebemos agua creada gracias a la formación de estrellas lejanas. El día en el que la lluvia cesó y se abrió el cielo tuvo que ser un momento sublime en la historia de la tierra. Me hubiera gustado estar allí para contemplarlo y captarlo con mi máquina fotográfica y mi pluma.
No obstante, cada día tenemos la oportunidad de disfrutar de momentos increíbles, como los amaneceres y los atardeceres, o la permanente e intensa luz que realza los colores y las formas de unos paisajes que, según la descripción de Homero en “La Odisea”, eran capaces de alegrar el corazón de un inmortal. Esta inmortalidad se logra cuando hacemos de nuestro corazón un manantial del agua de la vida y se funden el paradisíaco templo exterior con el interior.
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